Como cada 16 del Octubre, desde 2006, este día se celebra el Día Mundial del Pan.
¡Vaya tontería! -dirán algunos.
Pues si, tontería y de las gordas puesto que, como de costumbre, tal medida no hace más que promocionar el consumo de este producto histórico e insustituible, nunca aburrido por el consumidor, motivo por el cual no necesita promoción. Sin embargo cierto es que en estas últimas décadas, en las que más de cuatro se creían el ombligo del mundo, casi llegó a aborrecerse pero no por su composición o falta de gusto en comerlo, sino por el exceso de abundancia que nos había hecho creer poco menos que Dioses del Olimpo. No voy a decir, con lo que estamos sufriendo, que esta crisis haya sido una bendición pero todos conocemos gente que la merecía pues tiraban el pan por esas esquinas cual monda de patata.
No vamos aquí a defender las bondades del pan, pues son de sobras conocidas. Entre ellas la de ser el mejor alimento y el de más bajo coste. Otra cosa bien diferente es el abuso que siempre han hecho los panaderos de su margen comercial, con el beneplácito del gobierno de turno. Todos conocemos, por haberlo visto varias veces en televisión, que en Valencia (España) hay un panadero que vende las barras de pan a 0,20 € y dice estar haciéndose rico con el negocio, cuando hay panaderías que lo venden a 0,95 € y dicen estar perdiendo dinero. Como es fácilmente comprensible el negocio está en la cantidad y ese valenciano está haciéndose el dueño del mercado en su provincia. Sin embargo esa explicación solo es válida si, aún en el caso de vender el pan a 0,20 €, queda margen comercial y por lo que se ve todavía le quedan unas sustanciosas ganancias.
Lo anterior nos indica que, a pesar de las continuadas quejas de los panaderos sobre lo poco que les renta el negocio, estos suman a sus costes un margen superior al 500%. Se necesita poca vergüenza para quejarse de que dicho margen es insuficiente para poder subsistir, cuando otros trabajamos por menos de la 50ª parte. Lo que si está claro es que unos venden mucho y otros venden poco, pero a los que venden poco solo podemos decirles que espabilen, que a los demás tampoco nos regala nadie nada. Se diga lo que se diga una barra de pan cuesta al panadero menos de 0,15 € y sin embargo la mayor parte de las panaderías lo venden por encima de 0,75 € ¡Un 500% y llorando!. Vamos... Que con el pan venimos siendo estafados desde tiempo inmemorial y nadie se ha quejado al respecto, lo que demuestra que el sector siempre ha tenido buenas amistades dentro de los mandamases.
En las dos décadas siguientes al final de la Guerra Civil Española, la escasez de todo hacía que el alimento principal de los pobres (que éramos la mayoría) era todo aquello que podía uno cosechar en sus propias tierras, en una agricultura de supervivencia. Así pues al tiempo de las habas comíamos habas y al de los tomates, tomates, etc. Lo que sí solía comerse durante todo el año era pan y patatas. El pan porque todas las casas sembraban una poca tierra con este cereal y las patatas lo mismo. El trigo se molía en los molinos locales y el pan solían hacerlo nuestras madres y posteriormente lo llevaban a cocer al horno. Este trabajo se hacía una sola vez por semana, lo que garantizaba un par de días de pan duro como una piedra. La cantidad de pan amasado solía ser algo inferior al que se necesitaba para pasar la semana (6-7 panes) lo que propiciaba el comprar uno o dos días el pan, para variar.
Teniendo todos harina en casa, el pan adquirido no se pagaba con dinero, sino con la harina propia y al cambio de uno por uno, es decir: por un kilo de harina te daban un kilo de pan, cuando todos sabemos que el pan lleva un 30% de agua. En fin, era su margen comercial, yo de eso no digo nada. El hecho de contarlo es por la anécdota, tantas veces repetida, de que los niños íbamos a buscar el pan que nos pedían nuestras madres y lo hacíamos llevando un saquito de tela con una cierta cantidad de harina que las madres habían puesto en su interior por lo que el peso de la harina nunca coincidía con las hogazas que el panadero tenía que darnos. Lo que se hacía entonces era cortar una rebanada de pan que igualara el peso de la harina. Dicha rebanada, si era pequeña, nos la comíamos todos los niños en nuestro camino de vuelta a la casa.
¿Dirán ustedes que los niños siempre rezábamos para que sobrara algún un trozo de las hogazas entregadas por el panadero?. Pues no señor, porque cuando no lo había, o si éste era demasiado grande, le decíamos a dicho señor que nos recortara un trozo para poder hacer lo mismo. El sonreía y, cómplice sin duda de nuestras madres, lo cortaba sin más dilación. Sea como fuera los niños siempre volvíamos a casa comiendo, por eso éramos tan voluntariosos a la hora de ir a por el pan, lo que indica que había más hambre que sobras. Cuatro décadas después llegó la abundancia, el tiempo de "las vacas gordas" y todos nos olvidamos de aquellas enseñanzas que de niños nos hablaban los mayores diciéndonoes aquello de que detrás de los años de vacas gordas siempre llegan las flacas.
-¡Hay mísero de mí! -decía aquel que solo se sustentaba de unas hierbas que cogía- ¿Habrá otro más pobre que yo?. Y cuando el rostro volvió halló la respuesta viendo que otro cogía las raíces de las hierbas que él arrojó... (Calderón de la Barca).
RAFAEL FABREGAT
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