¿Mojigatos?. Puede. Por mí como si quieren llamarnos maricones, pero muchos como yo queremos a nuestros animales de compañía y no podemos permitirnos el verlos sufrir.
Desde aquí y a sabiendas de que más de cuatro me van a mandar a la mierda, denuncio el maltrato animal de un porcentaje elevadísimo de cazadores que se deshacen de sus perros sin ningún miramiento, cuando no cumplen o dejan de cumplir sus expectativas.
En mi tierra, que no es de galgos, también antes se veían cosas parecidas pero hace ya muchísimas décadas que esto no sucede. Me consta que se sacrifican animales, claro está, pero con un tiro certero que no les haga sufrir y enterrándolos después.
Desde luego el animal jamás puede imaginar que su compañero le va a descerrajar un tiro, en plena juventud y facultades, por mucho que no sean las que su amo exige.
En la meseta peninsular, porque no quiero ni siquiera mentar las regiones de que se trata, los perros galgos siguen apareciendo colgados de los árboles como fruta madura. Unos porque se han hecho viejos y otros porque no corren lo suficiente, según los sinvergüenzas de sus amos que desde lo alto otean el horizonte y disfrutan viendo como los animales se dejan el hígado para que ellos se diviertan. Ni siquiera las liebres importan, pues ni gustan ni apetecen en un mundo donde el plato está lleno de antemano. Son las apuestas y el cosquilleo de verse dueños de los mejores animales de la jornada. Y el que no vale... ¡a la mierda con él!. Si lo de la reencarnación fuera cierto, que no lo es, yo les haría nacer perros. Pero no un perro cualquiera sino un perro inteligente que conociera el comportamiento e intenciones de su amo, cuando las piernas le fallaran.
Todos sabemos que esta práctica de colgar perros es algo prohibido por ley pero estos facinerosos sin corazón, que gastan varias cajas de cartuchos en un día normal de cacería, escatiman un cartucho para acabar con la vida de su perro y sobre todo tener que trabajar 15 minutos cavando un hoyo para enterrarlo. Sanguinarios holgazanes que detrás de una acción tan cruel se marchan a almorzar con el resto de compañeros, mientras el animal se debate entre la vida y la muerte, como si nada hubiera pasado. ¿Qué no harían estos desalmados en tiempos de guerra o de auténtica necesidad?. Yo pido perdón a mis lectores por si alguna de mis palabras puede ofenderles, pero es que todo mi cuerpo se altera viendo las barbaridades que algunos seres humanos son capaces de llevar a cabo, ya no con los que pueden ser sus enemigos, sino incluso con quienes se lo han dado todo.
En el tema de los galgos y aparte de aquellos que se dedican a la competición, que son los menos, están todos aquellos dedicados en cuerpo y alma a la caza propiamente dicha. Una vez finalizado el periodo de caza estos perros, si son buenos, son alimentados durante el resto del año y hasta incluso entrenados para que den lo mejor de si mismos la temporada siguiente pero cuando esto no sucede, porque ya son viejos o porque no han resultado ser útiles para la caza, son sacrificados. Todo eso es comprensible y aceptado por todos, pero hay muchas formas de hacer las cosas y debe evitarse hacer sufrir al animal y también el que terceras personas tengan que verlo colgado de un árbol. Todos no somos tan insensibles ni tenemos el por qué llevarnos a casa esa espeluznante imagen. Aplaudimos por tanto la ley que lo impide y las condenas que de tales actos se deriven.
El Juzgado nº1 de lo Penal de Toledo ha dictado la primera sentencia al respecto, condenando a siete meses de cárcel a uno de estos dueños por ahorcar a sus perros. Somos muchos los que aplaudimos la sentencia. ¡Ya está bien, que la Edad Media hace muchos años que pasó a la Historia!. Está claro que el sujeto en cuestión no verá la cárcel pero, esta sentencia de hipotética privación de libertad, lleva pareja la prohibición durante dos años y un día de contacto alguno con animales y retirada de la licencia de caza. No podrá por tanto criar ni tener animal alguno, ni comprar o vender animales de ningún tipo, ni ejercer cargo alguno en ninguna asociación relacionada con la caza. El motivo de la sentencia fue el ahorcamiento de tres galgos de su propiedad. A dos de ellos que llevaban chip los descolgó y los enterró para que no dejar visible su proceder. Al tercero, que no lo llevaba, se lo dejó colgando del árbol.
El miserable, le dijo al juez que no sabía que colgar a un perro fuese delito. ¿Hace falta que lo diga un juez?. Las asociaciones de animales y especialmente las de galgos, han afirmado estar de acuerdo con la sentencia. El mundo de la caza y en este caso el de los galgos no es un mundo de salvajes y no están dispuestos a que, por culpa de cuatro indeseables, la opinión pública ponga a todos en el mismo saco. Buenos y malos los hay en todos los ámbitos pero que cada palo aguante su vela. Es de esperar que este precedente haga desistir a muchos de aquellos que hasta ahora han llevado a cabo estos actos espeluznantes y vandálicos, impropios de gente civilizada. En cada uno de estos pueblos, donde se caza con estos animales, más de 100 perros son abandonados a su suerte cada año a final de la temporada de caza, sin contar los que se cuelgan. ¿Por qué los transeúntes de algunos caminos han de sufrir tan bochornoso espectáculo?.
RAFAEL FABREGAT
En la meseta peninsular, porque no quiero ni siquiera mentar las regiones de que se trata, los perros galgos siguen apareciendo colgados de los árboles como fruta madura. Unos porque se han hecho viejos y otros porque no corren lo suficiente, según los sinvergüenzas de sus amos que desde lo alto otean el horizonte y disfrutan viendo como los animales se dejan el hígado para que ellos se diviertan. Ni siquiera las liebres importan, pues ni gustan ni apetecen en un mundo donde el plato está lleno de antemano. Son las apuestas y el cosquilleo de verse dueños de los mejores animales de la jornada. Y el que no vale... ¡a la mierda con él!. Si lo de la reencarnación fuera cierto, que no lo es, yo les haría nacer perros. Pero no un perro cualquiera sino un perro inteligente que conociera el comportamiento e intenciones de su amo, cuando las piernas le fallaran.
En el tema de los galgos y aparte de aquellos que se dedican a la competición, que son los menos, están todos aquellos dedicados en cuerpo y alma a la caza propiamente dicha. Una vez finalizado el periodo de caza estos perros, si son buenos, son alimentados durante el resto del año y hasta incluso entrenados para que den lo mejor de si mismos la temporada siguiente pero cuando esto no sucede, porque ya son viejos o porque no han resultado ser útiles para la caza, son sacrificados. Todo eso es comprensible y aceptado por todos, pero hay muchas formas de hacer las cosas y debe evitarse hacer sufrir al animal y también el que terceras personas tengan que verlo colgado de un árbol. Todos no somos tan insensibles ni tenemos el por qué llevarnos a casa esa espeluznante imagen. Aplaudimos por tanto la ley que lo impide y las condenas que de tales actos se deriven.
El Juzgado nº1 de lo Penal de Toledo ha dictado la primera sentencia al respecto, condenando a siete meses de cárcel a uno de estos dueños por ahorcar a sus perros. Somos muchos los que aplaudimos la sentencia. ¡Ya está bien, que la Edad Media hace muchos años que pasó a la Historia!. Está claro que el sujeto en cuestión no verá la cárcel pero, esta sentencia de hipotética privación de libertad, lleva pareja la prohibición durante dos años y un día de contacto alguno con animales y retirada de la licencia de caza. No podrá por tanto criar ni tener animal alguno, ni comprar o vender animales de ningún tipo, ni ejercer cargo alguno en ninguna asociación relacionada con la caza. El motivo de la sentencia fue el ahorcamiento de tres galgos de su propiedad. A dos de ellos que llevaban chip los descolgó y los enterró para que no dejar visible su proceder. Al tercero, que no lo llevaba, se lo dejó colgando del árbol.
El miserable, le dijo al juez que no sabía que colgar a un perro fuese delito. ¿Hace falta que lo diga un juez?. Las asociaciones de animales y especialmente las de galgos, han afirmado estar de acuerdo con la sentencia. El mundo de la caza y en este caso el de los galgos no es un mundo de salvajes y no están dispuestos a que, por culpa de cuatro indeseables, la opinión pública ponga a todos en el mismo saco. Buenos y malos los hay en todos los ámbitos pero que cada palo aguante su vela. Es de esperar que este precedente haga desistir a muchos de aquellos que hasta ahora han llevado a cabo estos actos espeluznantes y vandálicos, impropios de gente civilizada. En cada uno de estos pueblos, donde se caza con estos animales, más de 100 perros son abandonados a su suerte cada año a final de la temporada de caza, sin contar los que se cuelgan. ¿Por qué los transeúntes de algunos caminos han de sufrir tan bochornoso espectáculo?.
RAFAEL FABREGAT
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