¡Ala!, ¡viva la Pepa!. Señor, señor... Está claro que ningún país puede existir sin monarquía o con políticos que lo defienda de los depredadores que merodean constantemente por los alrededores, pero, ya que es inevitable la presencia de estas sanguijuelas, ¿por qué no evitar aquellas que pueden ser erradicadas sin que se pierdan los derechos constitucionales?. Todos conocemos los abusos que el trabajador ha sufrido en tiempos pasados pero, justamente en esos tiempos, no creo yo que los Sindicatos hubieran conseguido importantes metas en el caso de que existiesen, que no existían. En esos tiempos de oscuridad, los sindicatos no existían porque al primero que abría la boca le arrancaban los dientes de un garrotazo.
Los Sindicatos nacieron cuando la evolución natural del mundo se lo permitió, es decir, cuando menos falta hacían o, dicho de otra forma, cuando el propio trabajador sabía y podía defenderse de las ambiciones empresariales.
- ¡Ahora es el momento! -dijeron ellos- Ahora tenemos posibilidades de vivir como reyes, vitoreados y sin que nadie nos parta la boca a garrotazos. Solo hemos de convertirnos en el hilo conductor de los derechos y voluntades del trabajador... Y ahí empezó la cosa...
El movimiento sindical no es invento de esos malandrines, sino del propio obrero que cansado de los abusos se rebeló y exigió no la migaja que se le daba, sino el trozo de pan necesario para mantener a su familia. El problema, como siempre, es que muchos de nosotros no sabemos más que trabajar y el charlatán se aprovecha de ello convirtiéndose en enlace sindical. Todo es necesario, pero así nos va. Unos haciendo más horas que un reloj, mientras otros se ganan la vida tomando cafés, copas y fumando buenos puros, con algún que otro banquete. Aquellos que se ganan la vida trabajando bien justo les va para conseguir una vivienda de protección oficial en cualquier suburbio, mientras sus dirigentes sindicales coleccionan relojes de oro y áticos en el centro de las ciudades.
Yo, pobre de mí, no sé como se arregla eso pero, desde luego, algo debería hacerse para remediarlo.
Una vez más, tendrá que ser el propio trabajador el que solucione el problema. En tiempos pasados, repito, el trabajador fundó el movimiento sindical para defender sus derechos. Ahora toca inventar la fórmula para defenderse de los sindicalistas corruptos que, lejos de velar por los intereses del trabajador, se han dedicado a enriquecerse ilícitamente creando "negocios" paralelos de los que chupan alegremente. Negocios en los que no son las mercancías las que cambian de mano, sino los favores y por lo tanto las comisiones ilegítimas e indecentes. Desesperado el trabajador se da cuenta que nunca está a salvo de los depredadores. Cuando no son unos son otros y muchas veces ambos. ¿Qué puede hacer el trabajador para que, sin zánganos y ladrones intermediarios, llegue a su casa el fruto íntegro de su trabajo?.
Yo repito que no lo sé, pero así debería de ser. Las leyes se crearon para que se imponga la justicia en la sociedad y tendría que bastar una legislación laboral para que, sin merma de los beneficios que legalmente le puedan corresponder al empresario que invierte su fortuna personal (propia o prestada por las entidades bancarias) en la creación de una empresa, también el trabajador pudiera acceder a un sueldo proporcional a los beneficios obtenidos. Lo que vulgarmente se dice: sueldo + incentivos. Un sistema de estas características permitiría al asalariado trabajar con el interés propio de aquel que lo hace para sí mismo. Yo no sé si al escribir esto se me ha ido la olla, o voy por los cerros de Úbeda, pero a lo largo de mi vida he observado que el asalariado no solo se queja de sus penurias, sino que se ve aislado, ajeno totalmente a la marcha de la empresa en la que trabaja, lo cual no es bueno para él ni para la empresa.
Imagino que tales suspicacias no deberían suceder cuando el trabajador forma parte del engranaje de la empresa, tanto para lo bueno como para lo malo. Está claro que cada cual sirve para una cosa. Unos no tienen capacidad para dirigir el negocio, mientras otros no la tienen para montar una máquina. Todos son necesarios, cada uno en lo suyo, para llevar a buen término el negocio pero todos deberían formar parte real de ese proyecto. ¿Una utopía?. Puede ser, pero solo mirándolo desde ese prisma el trabajador puede implicarse y rendir al 100%, a la vez que cobraría lo que proporcionalmente le corresponda. Si así fuera, no harían falta zánganos sindicalistas que defendieran los derechos de nadie puesto que, desde el que ocupa el mejor despacho hasta el que barre el almacén, estarían implicados en el mismo proyecto.
Aquí lo único que hace falta es justicia, pero esa justicia no la imparten los Sindicatos sino el sentido común y una gente de bien que lamentablemente no existe. Está claro que en esta mierda de mundo cada cual va a lo suyo y a coger, si puede, la mejor tajada posible. Pero que todo el mundo se quite de la cabeza que los Sindicatos hayan de ser los que impartan esa justicia que demanda el trabajador. A la vista está que los dirigentes sindicales son uno más de los zánganos que chupan la miel que el obrero acarrea a la colmena. Por simple cuestión presencial, el obrero ve al empresario que le contrata como al ogro que le oprime al objeto de aumentar sus beneficios mientras que, por contra, mira al Sindicato como al Robin Hood que le salva de las garras del tirano. En los muchos años que llevo en este mundo he visto de todo. No siempre es el empresario el malo de la película, pero entiendo que es normal que el trabajador así lo interprete.
Efectivamente hay tiranos. Siempre los ha habido y siempre los habrá, pero el mundo cambió y lo que hay en este momento son muchos que no toleran que nadie les diga lo que tienen que hacer, pero a esos se les llama autónomos. Tiranos hay pocos y, al menos en el mundo occidental, están prácticamente extintos. Sin embargo esta mejora no es debida a los esfuerzos sindicales, sino a los conocimientos que atesora la población actual. Actualmente los Sindicatos se han convertido, más bien, en el nuevo tirano a erradicar. La verdadera sanguijuela del mundo laboral en el siglo XXI. Yo conozco gente joven y bien preparada en lo suyo que trabaja asalariada para empresarios mucho peor preparados que ellos pero, justamente por su preparación e inteligencia, no quieren entrar en el mundo empresarial. Que sea otro quien se desvele por las noches...
Son como las putas de alto standing, que no quieren ser dependientes de nadie. Yo, teniendo confianza con alguno de estos empleados modelo, les he comentado alguna vez que me extrañaba que no se montaran el negocio por su cuenta en la seguridad de que los clientes les seguirían, puesto que eran ellos los mejor preparados para atendernos en todas nuestras necesidades...
- Cala, calla -me respondieron- ¿Acaso crees que estoy loco?. Yo gano menos que mi jefe, pero soy mil veces más rico que él. Tengo mis necesidades cubiertas y cuando acabo mi horario, dejo las herramientas sobre el banco de trabajo y marcho a mi casa sin preocupación alguna. Por el contrario, mi jefe se queda dos horas más en la oficina, haciendo cábalas sobre como atender sus obligaciones y con alguna pastilla para conciliar el sueño.
- Quita, quita. -recalcó- ¡El que esté bien, que no se mueva!.
Puedo asegurarles que en la empresa comentada no hay ningún representante sindical...
RAFAEL FABREGAT
Yo repito que no lo sé, pero así debería de ser. Las leyes se crearon para que se imponga la justicia en la sociedad y tendría que bastar una legislación laboral para que, sin merma de los beneficios que legalmente le puedan corresponder al empresario que invierte su fortuna personal (propia o prestada por las entidades bancarias) en la creación de una empresa, también el trabajador pudiera acceder a un sueldo proporcional a los beneficios obtenidos. Lo que vulgarmente se dice: sueldo + incentivos. Un sistema de estas características permitiría al asalariado trabajar con el interés propio de aquel que lo hace para sí mismo. Yo no sé si al escribir esto se me ha ido la olla, o voy por los cerros de Úbeda, pero a lo largo de mi vida he observado que el asalariado no solo se queja de sus penurias, sino que se ve aislado, ajeno totalmente a la marcha de la empresa en la que trabaja, lo cual no es bueno para él ni para la empresa.
Imagino que tales suspicacias no deberían suceder cuando el trabajador forma parte del engranaje de la empresa, tanto para lo bueno como para lo malo. Está claro que cada cual sirve para una cosa. Unos no tienen capacidad para dirigir el negocio, mientras otros no la tienen para montar una máquina. Todos son necesarios, cada uno en lo suyo, para llevar a buen término el negocio pero todos deberían formar parte real de ese proyecto. ¿Una utopía?. Puede ser, pero solo mirándolo desde ese prisma el trabajador puede implicarse y rendir al 100%, a la vez que cobraría lo que proporcionalmente le corresponda. Si así fuera, no harían falta zánganos sindicalistas que defendieran los derechos de nadie puesto que, desde el que ocupa el mejor despacho hasta el que barre el almacén, estarían implicados en el mismo proyecto.
Aquí lo único que hace falta es justicia, pero esa justicia no la imparten los Sindicatos sino el sentido común y una gente de bien que lamentablemente no existe. Está claro que en esta mierda de mundo cada cual va a lo suyo y a coger, si puede, la mejor tajada posible. Pero que todo el mundo se quite de la cabeza que los Sindicatos hayan de ser los que impartan esa justicia que demanda el trabajador. A la vista está que los dirigentes sindicales son uno más de los zánganos que chupan la miel que el obrero acarrea a la colmena. Por simple cuestión presencial, el obrero ve al empresario que le contrata como al ogro que le oprime al objeto de aumentar sus beneficios mientras que, por contra, mira al Sindicato como al Robin Hood que le salva de las garras del tirano. En los muchos años que llevo en este mundo he visto de todo. No siempre es el empresario el malo de la película, pero entiendo que es normal que el trabajador así lo interprete.
Efectivamente hay tiranos. Siempre los ha habido y siempre los habrá, pero el mundo cambió y lo que hay en este momento son muchos que no toleran que nadie les diga lo que tienen que hacer, pero a esos se les llama autónomos. Tiranos hay pocos y, al menos en el mundo occidental, están prácticamente extintos. Sin embargo esta mejora no es debida a los esfuerzos sindicales, sino a los conocimientos que atesora la población actual. Actualmente los Sindicatos se han convertido, más bien, en el nuevo tirano a erradicar. La verdadera sanguijuela del mundo laboral en el siglo XXI. Yo conozco gente joven y bien preparada en lo suyo que trabaja asalariada para empresarios mucho peor preparados que ellos pero, justamente por su preparación e inteligencia, no quieren entrar en el mundo empresarial. Que sea otro quien se desvele por las noches...
Son como las putas de alto standing, que no quieren ser dependientes de nadie. Yo, teniendo confianza con alguno de estos empleados modelo, les he comentado alguna vez que me extrañaba que no se montaran el negocio por su cuenta en la seguridad de que los clientes les seguirían, puesto que eran ellos los mejor preparados para atendernos en todas nuestras necesidades...
- Cala, calla -me respondieron- ¿Acaso crees que estoy loco?. Yo gano menos que mi jefe, pero soy mil veces más rico que él. Tengo mis necesidades cubiertas y cuando acabo mi horario, dejo las herramientas sobre el banco de trabajo y marcho a mi casa sin preocupación alguna. Por el contrario, mi jefe se queda dos horas más en la oficina, haciendo cábalas sobre como atender sus obligaciones y con alguna pastilla para conciliar el sueño.
- Quita, quita. -recalcó- ¡El que esté bien, que no se mueva!.
Puedo asegurarles que en la empresa comentada no hay ningún representante sindical...
RAFAEL FABREGAT
No hay comentarios:
Publicar un comentario