
Estamos hablando de guarnicioneros y del popular zapatero remendón. De todo había en Cabanes 50 años atrás y en importante cantidad, para un pueblo de 2.400 habitantes. Nada menos que tres zapateros y un importante guarnicionero es lo que teníamos en Cabanes para atender la demanda local de estos productos y servicios.
El taller de zapatería, con oficial de más edad, estaba situado delante mismo del antiguo horno de Etiene Llorens. La casa era el número 18 de la calle Obispo Gavaldá, entonces carrer de La Morera y, aunque independiente, formaba parte de la casa número 11 de la calle de San Mateo. El zapatero, ya muy mayor y del que no recuerdo su nombre, se dedicaba a atender las necesidades del vecindario más próximo a su taller y algunas clientas fijas del horno de Etiene que, siendo de barrios más alejados, aprovechaban sus viajes al horno con el pan, una cazuela de patatas con bacalao o unos boniatos, para acercarle aquellos zapatos a los que había que ponerles medias suelas, tacones, etc.


Su especial carácter hacía que muchos niños acudiéramos a su taller para que nos contara algún chiste (siempre verde) aunque, cuando el trabajo le apretaba, también nos mandaba a paseo. El oficio de zapatero remendón fue poco a poco en declive y aunque sus competidores cerraron, tampoco para él era de ingresos suficientes por lo que, en aquella amplia entrada, abrió negocio de alpargatería que, sobre el papel, regentaba Carmen su mujer. Como todas las cosas de la vida, primeramente les fue bien y el nuevo negocio creció mientras el otro menguaba. Sin embargo la salud de Ernesto no era buena y unos años después tuvo que dejar su profesión, al tiempo que también su mujer liquidaría la alpargatería a marchas forzadas.

Quedaban, como establecimientos dedicados a la venta de alpargatas, la tienda de "les Petres" en la calle San Blas y después en el carrer de la Font; "Consuelo la de Pan" en la calle Ramón y Cajal (Planiol) y
Carmen la de Simó (hermana de Ernesto el Sabaté) en la Plaza del Generalísimo (Hostals).

Esta gente confeccionaba capazos de palma y esparto de todas las formas y medidas, que los trabajos del campo demandaban y del que destacó, en importancia y longevidad del negocio, Elietes "el de Peleto" al que todavía hemos visto en plena actividad, con Ángeles su mujer.
Hacia los años 60, los nuevos materiales les obligaron al abandono de este trabajo artesanal, dedicándose el marido al negocio de la miel y al campo, mientras su mujer se dedicaba a las cosas del hogar.

(Collerons, silles, cintos, corretjots, cabessons, etc.). El tío Perfecto, primeramente con taller en el número 15 de la calle Delegado Valera, o carrer de Castellò y posteriormente en el número 28 de la misma calle, no paró nunca de trabajar mientras su salud se lo permitió. Después siguió un tiempo su hijo Fernando, pero la mecanización del campo arruinó el negocio por estos lares y cerró. Aunque naturalmente les he visto trabajar en el segundo local, que es domicilio actual de su familia, el taller que recuerdo con más nostalgia, por visitarlo con cierta asiduidad todos los niños de entonces, es el de Delegado Valera número 15 (probablemente la actual vivienda de Hortensia "la del Secretari"). Se trataba de un taller profesional con amplio portón de cuatro hojas y puerta de cristales interior que daba acceso a una amplia entrada a la que, por estar más baja que el nivel de la calle, se accedía mediante un escalón. Más adentro, lo que sería anteriormente un gran corral, le hacía de almacén y la casa finalizaba con un patio descubierto y una gran higuera. La vivienda estaba en el piso superior.
Algunos años después de trasladarse el tío Perfecto a su nuevo taller y vivienda, los chicos del barrio todavía íbamos en verano al patio de esa misma casa a muixonà. Seguramente no lo habré escrito bien, pero me refiero a la caza nocturna de gorriones, con honda (fona) o rifle de aire comprimido y una linterna. Situado el patio en la parte trasera de la casa y sin luz ninguna que permitiera la fuga de los pájaros, éstos (hoy lo siento en el alma) caían como moscas, lo cual venía estupendamente para organizar una cena con los amigos. Aunque siempre haya sido furtiva, esta forma de caza era entonces muy común y solía llevarse a cabo en árboles próximos a la localidad, pero también en huertos de naranjos de la Ribera, dirigida entonces a piezas más importantes, como el mirlo o el tordo y siempre en días de viento. Yo jamás he tenido rifle alguno, pero sí lo tenían otros amigos de la pandilla como Enrique "el de Concha" y Pepe "el Maquet", con lo cual era bastante frecuente su práctica.


Bueno, pido perdón porque lo de hoy eran las pieles, pero una cosa lleva a otra y a otra y a otra más...
RAFAEL FABREGAT
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