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Si es invierno... ¡Buf, hace un frío que pela!.¡Como este año, no se ha visto nunca nada igual...!
Si es verano lo mismo... ¡Madre mía del amor hermoso!... ¡Calor como este no se ha visto jamás!.
Para acabarlo de arreglar, conectas el televisor y ¡más de lo mismo! En todas las cadenas, están entrevistando al personal...
- ¿Que tal se resiste este frío? (o este calor) -pregunta el reportero.
- Horroroso, esto en (x) años que tengo no lo he visto nunca -responde el entrevistado.
Y esto (fíjense) ocurre todos los años, uno detrás de otro, tanto en invierno como en verano, llueva, nieve o haga viento.

Lo ya no tan frecuente es que en días de calor tan extremo, haya "boletaires" en el ejercicio de su afición favorita; eso sí que se sale de lo normal. Sin embargo este año se ha dado ese caso y no porque a éstos les haya trastornado el calor, y fuera de sí hayan marchado a la montaña en busca de los preciados frutos de la naturaleza, sino porque se han dado una serie de circunstancias que han propiciado lo que parece una contradicción.

Muy ajustado por las fechas, todavía veraniegas, estos hechos se han producido en el tiempo y lugar adecuado para que esta semana pudieran encontrarse setas en cantidad superior a lo normal. Sin embargo no es extraño que salgan setas en Agosto; lo que si es extraño es que, en esta zona, llueva lo suficiente para que esto ocurra. De hecho, aunque no habitual, han sido varios los años en que hemos buscado setas con éxito, dentro del mes de Agosto.
Las lluvias que normalmente suelen darse en esta zona a mediados de Septiembre este año, como repito ha ocurrido otras veces, lo hicieron en Agosto y la salida de setas se ha adelantado, ni más ni menos.
Lo más extraño y que nunca anteriormente había visto yo personalmente, es la segunda coincidencia y es que, cuando ya la temperatura y humedad del terreno es propicia para la salida de las preciadas setas, venga viento de poniente y bolsa de aire subsahariano y sitúe el termómetro en valores superiores a los cuarenta grados, en zonas tan elevadas.

Pero claro -me dije yo- las que estaban fuera... ¡allí estarán! Las setas no son como los caracoles que, cuando el sol sale, se marchan hacia su madriguera. Las que han salido, salidas están y, salvo que alguien se las haya llevado...
- Què fem Montse? -le dije intentando curarme en salud.
- Què hem de fer?...anar-se'n a buscar bolets no? -me dijo animada.
- Dòna, t'ho dic per el ponent i la calor que fà de bon matí -reiteré.
- Si no en trobem cap, no passe res, la cosa es pasar el día -dijo ella.
Estas elucubraciones me animaron a perseverar en los preparativos iniciales y, aunque con un tiempo que en nada invitaba a ir a la búsqueda de setas, allá nos fuimos mi mujer y yo, sufridores micológicos de alto nivel.

Bajé del coche y, en efecto...
- ¡Dos boletos Edulis! -le dije a mi mujer alborozado.
Sin embargo ni entonces ni después busqué en el lugar. Mis planes eran otros y tras aparcar el coche, mi mujer quedó buscando por las inmediaciones y yo me dirigí al lugar que tenía previsto.
Aquí hay uno..., allá hay dos..., ahí hay uno enorme... allá hay cinco todos juntos... En poco más de una hora y buscando apenas una cuadrícula de 500 m. de lado hice media cesta, unos 2 Kg. Sin embargo mi nula actividad en lo que llevo de verano hizo que me fatigara rápidamente y, más o menos vista ya la zona prevista, lo dejé. El capricho estaba satisfecho y el éxito (para este tipo de seta) no tenía para mí precedentes en estas fechas tan tempranas.
Llegado al coche mi mujer, que apenas se había separado unos metros del mismo, tenía media docena de setas comestibles, entre las que figuraba otro boleto más...

- Perfecte, anem -respondió ella.
Y campo través, por pista desconocida (?), marchamos hacía el nuevo destino.
Nuevas montañas, nuevos paisajes, nuevos pueblos que anotar en la memoria.
Unos kilómetros antes de llegar al objetivo unos puntos blancos en un campo cercano nos llamó nuestra atención. Paramos el coche en el entrador de la finca en cuestión y efectivamente: ¡Agaricus! (Champiñones silvestres).
Ante el hallazgo yo le digo a mi mujer:
- Montse, agafa la teva cistella i ves mirant de dins cap a fòra. -le dije- Jo ho faré al revés i entre els dos en un moment mirarem tot el bancal.
La dejé en la parte de afuera y yo fui a la parte de dentro donde pronto empecé a coger ejemplares. En unos quince minutos llené la cesta a rebosar y fui a vaciarla a la caja de plástico que llevaba en el coche. Miré hacia mi mujer y también ella tenía la cesta llena por lo que la llamé y le dije que fuera hacia el coche que ya recogería yo los que quedaban. Fueron tres cestas en menos de media hora.

- Tot just és l'una, per dinar és una mica prompte -le dije.
- Anem davant del poble -propuso mi mujer.
- Jo estic cansat per caminar molt més. A més, se'ns farie tard. Per que no anem a veure si han eixit les macrolepiotes? Allí arribem en el cotxe fins on elles están! -dije como contrapropuesta.
- Val, val. Anem-se'n -acepta mi mujer resignada.
Son unos 6 Km. pero todo carretera, por lo que en cinco minutos estábamos allí. Solo vimos un par de macrolepiotas, la seta que buscábamos. Por lo visto alguien se nos adelantó, pero los rovellones no son tan visibles y en diez minutos encontramos allí mismo 25/30 ejemplares. Sobre un kilo, aproximadamente.
No necesitábamos más puesto que se trataba de llenar el tiempo que faltaba para la comida y al mismo tiempo ver como estaba el terreno en ese punto.

El hombre marchó a traernos las bebidas y a su regreso...
- No te has creído lo de las tres cestas ¿verdad? -le pregunté sonriendo.
- Hombre yo... ya sé que sois buenos, pero... -pensativo, parecía dudar.
- Nada, nada, has hecho bien en no creerlo pues era mentira -le dije-. Realmente no han sido tres cestas, ya que solo llevamos dos. ¡Han sido dos cestas, una caja frutera de plástico y una bolsa! -le dije ufano.
- ¡De vosotros me lo creo todo! -dijo él que sabe de nuestras proezas.
- La gente va encontrando algo, pero tanto como eso no. -recalcó.
Lo que no le dijimos nosotros era que el 80% de lo encontrado eran champiñones y allí, cuando se habla de setas, se sobreentiende que se trata siempre de rovellones, pero... ¡tampoco hay que contarlo todo! El que quiera saber... ¡que estudie!

A nuestra llegada y por riguroso orden...
Primero: limpieza, embolsado al vacío y congelado de las setas que no habíamos de gastar de forma inmediata. Segundo: chapuzón en la piscina para quitarnos el calor. Tercero: mirar si algún lector me había aceptado el reto del día anterior, de que esa misma noche yo pensaba cenar revuelto de setas, por si querían apuntarse. Cuarto...¡Descansar!
Aparte de la pesada búsqueda (son 250 Km. -ida y vuelta- muchos de ellos por pistas de tierra) uno... ¡ya no está para muchos trotes!
RAFAEL FABREGAT
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