13 de julio de 2015

1824- SAN PEDRO DE SIRESA.

El monasterio románico de Siresa está enclavado en el Pirineo aragonés, más concretamente al norte del Valle de Echo a cuyo término municipal pertenece. Estamos pues en la comarca de la Jacetania, provincia de Huesca (España) y parte del Parque Natural de los Valles Occidentales, que he tenido la suerte de visitar personalmente. En la foto de arriba vemos Los Pirineos al fondo. Tan antiguo esplendor de la zona es debido a una antigua calzada romana proveniente de Zaragoza y que cruzaba todo el valle camino de Francia. El término municipal de Echo incluye otros tres municipios: Berdún, Urdués y Santa Lucía. 


El Monasterio de San Pedro de Siresa empezó su andadura el 25 de Noviembre de año 833 con la donación del Valle por parte de Don Galindo i Aznárez, conde de Aragón, de Urgel y la Cerdaña. La donación incluía la totalidad del Valle con todas las tierras, aldeas y moradores. El Monasterio se construyó sobre las ruinas de un antiguo templo visigodo situado en la aldea de Siresa, entonces no habitada por más de diez familias. En realidad era una Abadía Carolingia rodeada de algunas casas y más usada como colegio de los hijos de los cortesanos que como lugar de recogimiento. De hecho la iglesia actual no se construiría hasta llegar al siglo XI. Allí se educaron varios personajes reales, entre ellos el que más tarde sería Alfonso I el Batallador.


Se dice que este monasterio albergó durante más de un siglo el Santo Grial, ya 700 años en poder de los obispos de Huesca. Convertido San Pedro de Siresa en sede episcopal por la persecución musulmana en Jaca, los obispos tendrían que esconderse finalmente en la Iglesia conventual de San Adrián de Sásabe. Justamente el año 999, la llegada de los musulmanes a la comarca provocó la huida de los monjes y el consiguiente despoblamiento del Monasterio, por lo que el Santo Grial fue escondido por los monjes en un hueco abierto en el ábside de la iglesia del monasterio, quedando en el olvido durante más de un siglo.  La iglesia del Monasterio de Siresa es de grandes dimensiones y planta cruciforme, con restos prerománicos y una importante cripta. En el crucero hubo un cimborrio de cúpula semi esférica, caído tras un incendio y sustituido por otro de arista.
Cuando la comarca fue reconquistada por los cristianos nadie conocía el lugar a donde había ido a parar el Santo Grial, pero quiso la casualidad que al hacer unas obras en el Altar Mayor se encontrase la importante reliquia que acto seguido pasó a la Iglesia románica de San Adrián de Sásabe, entonces Sede Episcopal por al menos siete obispos. El año 1044, el último de estos obispos Don García I trasladó su sede a Jaca y allí fue trasladada la reliquia. En 1063 el Monasterio de Siresa pasó a depender de la diócesis de Jaca, estableciéndose allí una comunidad de canónigos de la regla de San Agustín. 

Cuando toda la región fue desalojada por completo de musulmanes, el Santo Grial pasó a la Catedral de Zaragoza desde cuyo lugar viajaría con el rey Martín I hasta Barcelona para finalmente recalar a Valencia donde se encuentra desde entonces. 
Al trasladarse la sede episcopal a Jaca, el antiguo monasterio quedó en desuso y ya en estado ruinoso se restauraría en el siglo XIII aunque con menores calidades arquitectónicas. 
Contrariamente a lo que era costumbre en la zona y en la época, ninguna escultura decora el interior del templo dándole un aspecto de majestuosa sobriedad. Se conserva, eso sí, un cristo del siglo XII, una Virgen del siglo XIII y unos retablos góticos dedicados a San Juan el Evangelista, la Santísima Trinidad, San Esteban y Santiago Apóstol.
El Monasterio de Siresa es visita obligada para todos los viajeros que pasan por la comarca y muy especialmente para los interesados en la Historia de Aragón.

RAFAEL FABREGAT

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