7 de julio de 2015

1819- MORIR DE AMOR.

El amor es uno de los sentimientos más maravillosos que existen y también uno de los pocos que son capaces de transformar la mente de las personas. No solo puede llevarnos a cielos que jamás hubiéramos imaginado, sino que es capaz incluso de hacernos cambiar criterios que considerábamos inamovibles. ¡Ay el amor...!
Muchos habréis oído hablar de una cosa muy triste, que yo he vivido de cerca... Se puede morir de amor, como se puede morir de otras muchas cosas que no son físicas, pero que le hacen opinar a nuestro cerebro que no merece la pena seguir viviendo. Y eso sucede cada día cuando quien ha sido nuestro compañero/a en la vida, nos abandona.


He visto muchos matrimonios que postrado uno de ellos en la cama durante años, ya perdida la fe en una recuperación imposible, el cuidador ha perdido el interés por la vida y se ha dejado morir. Pocos días después, el que ha sido capaz de aguantar años gracias a los cuidados de su amado/a, también se deja morir... Y no por estar solos, porque detrás de todo esto a veces hay hijos y nietos que los quieren de veras, estando dispuestos a seguir cuidándoles hasta más allá de sus fuerzas y posibilidades. Pero esto nada tiene que ver. Sin su compañero/a de vida, algunos cerebros no quieren seguir viviendo. No es general, porque otros acuden de inmediato a fiestas a las que no han ido jamás, pero ocurre.


Las malas lenguas dicen que nadie muere por causa de otro, pero eso no es verdad. Algunas personas son incapaces de superar la pérdida del ser amado y este dolor les hace aflorar patologías que pueden complicarse y producirles incluso la muerte. Extraño, pero cierto. Yo, repito, ya lo he visto en algunas parejas naturalmente mayores. Hace mucho tiempo que se conoce que la tristeza es causante de enfermedades y trastornos graves y cuando esto sucede siendo ya mayor puede acabar en tragedia. El disgusto, la mala alimentación y la falta de sueño, pueden acumularse y crear un problema donde no lo hay. No tiene pues el por qué extrañarnos. 


Un estudio científico, llevado a cabo sobre 58.000 parejas mayores que se sabían bien avenidas, ha revelado que el 40% de las mujeres y el 26% de los hombres mueren antes de los tres años de enviudar, lo que parece indicar que, efectivamente, perder a la pareja rebaja y mucho la esperanza de vida. Lógicamente se trata en todos los casos de parejas mayores, gente con determinada patología que se agrava notablemente al quedarse sin el ser amado y agravarse la depresión y ansiedad propias de la edad. Unos podrán llamarlo morir de amor, otros y a pesar de tener su correspondiente familia lo podrán llamar soledad, pero lo cierto es que a cierta edad uno se puede morir de eso.


Se le llame como se le llame y aunque muchos vean esta cuestión como licencia poética, se puede morir de amor. Todos los que han cuidado viejos lo han visto. La probabilidad de sufrir un ataque cardíaco es 21 veces más posible en la primera semana de enviudar pero, si la persona está sana y este hecho no ocurre, el peligro sigue existiendo. Más pronto que tarde el superviviente puede entrar en desgana, se siente triste, inapetente, no tiene ningún interés en seguir viviendo y acaba muriendo sin que ningún médico pueda diagnosticar el motivo, la causa de la muerte. Normalmente en el certificado de defunción los médicos suelen poner fallo cardíaco, porque lo de morir de amor no es científico, pero generalmente el fallecido no padecía del corazón.


Hay muchos animales que se emparejan de por vida y cuando el compañero muere por caza, atropello, etc. ya no buscan ninguno más. Tal es el caso de los gansos, las tórtolas, las lechuzas, los cisnes, etc. en cuanto a las aves. También los pingüinos, el pez ángel, las orcas, o los caballitos de mar hacen lo mismo. En la tierra están las nutrias, los chacales, los castores, lemures, antílopes y hasta el propio lobo. Quedan cientos de ejemplos en el tintero del amor. Claro que esto de morir de amor no es general y mientras algunas viudas mueren de pena, otras marchan a bailar buscando una nueva oportunidad. Claro que, a esa edad, apenas queda un bailarín cada seis o siete mujeres, con lo cual, tal como cantaba Mecano, toca bailar "mujer contra mujer".

RAFAEL FABREGAT

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