Que los franceses son muy suyos es cosa bien sabida. Mientras los agricultores españoles maldicen y claman al cielo con sus desdichas, en Francia van al grano, defendiendo sus intereses en Bruselas y en las Cortes de Justicia, manifestándose en las calles de París, o volcando los camiones de fruta española en mitad de la carretera. La policía francesa tiene claras las órdenes recibidas desde las altas esferas... ¡Mientras no se libre batalla campal entre agricultores y camioneros, mirar y callar!. El Gobierno francés se disculpa, las compañías de seguros pagan los daños y aquí (allí) no ha pasado nada. Es lo que hay. Cada cual es como es y poco o nada se puede hacer contra eso.
Con estos procederes se prohibió producir en España champán, coñac y otros muchos productos, algunos de los cuales nuestro país era históricamente "inventor" y primer productor. Pero ¡ah! sin patente...
Nos centraremos hoy en un destilado ó bebida espirituosa, como es el aguardiente de vino, históricamente llamado "coñac". Después de cientos de años produciéndose en España y vendiéndose como tal, vino la denuncia francesa por el empleo fraudulento de esa denominación comercial. Aprovechando que en la región vitivinícola de la Nueva Aquitania, se producía un vino de escaso interés comercial y cuya única salida era para la destilación de alcohol, se empezó a destilar para su venta como aguardiente.
Habiendo en dicha comarca un pueblo con el nombre de "Cognac", más cucos ellos, le dieron ese nombre a su aguardiente y lo patentaron. A partir de ese momento nadie más que ellos podían llamar "coñac" al coñac. Imagino que fueron muchos los países que plantarían cara a la imposición, pero perdieron cuantos pleitos presentaron, como los perdieron también los catalanes que producían champán. Cada cual buscó nueva denominación para sus productos y España le dio la de Brandy.
El coñac francés tendría diferentes calidades y ninguna de ellas superó nunca al brandy español, pero estaba claro que quien quisiera tomarse una copa de coñac tendría que hacerlo de aguardiente francés ya que nadie más podía darle esa denominación. Lo mismo ocurría con el champán ya que, en cualquier parte del mundo, a quien pidiera una copa de champán le servirían vino espumoso francés y nunca español.
Queriendo evitar pleitos que a nadie benefician los catalanes pasaron a denominar al, hasta entonces champán catalán, como "cava", que era lugar subterráneo en el que se cría y conserva esta bebida.
En fin... ¡Asuntos legislativos que poco o nada nos interesan a quienes nos apetece una copa!. Españoles y franceses tienen sus cavas ó destilerías y cada cual comercializa sus productos como buenamente puede. Seguramente ni unos ni otros se distinguen por tener una calidad superior a la del vecino, pues en ambos países saber elaborar perfectamente una bebida y otra. Concretamente los destilados no tienen secreto alguno que el contrincante no pueda copiar.
Solo el tiempo y la madera en la que permanezca guardado y envejeciendo determina su mayor o menor calidad.
Así pues se trata de destilar el vino de la manera correcta según la graduación de alcohol deseada y tenerlo allí el tiempo necesario para obtener la calidad que se pretenda conseguir.
A más tiempo, más concentración y más notas de la madera en la que se haya envejecido. A más años, más calidad, mejor valoración de los entendidos y mejor precio. Pero claro, no todo es positivo en el arte del envejecimiento del brandy/coñac...
Cada año el aguardiente gana en calidad pero la cantidad disminuye, pues esa calidad queda determinada justamente por la evaporación y concentración de las cualidades gustativas. A esa cantidad que se pierde se la conoce como "la Parte de los Ángeles".
RAFAEL FABREGAT
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