Papa nº 220 de la Iglesia Católica, nació en Canino (Estados Pontificios) el año 1468 y murió en Roma el año 1549, ocupando la silla de Pedro durante 15 años. Pertenecía a la familia Farnesio y fue ordenado sacerdote a la edad de 51 años. Sin embargo su carrera eclesiástica fue rápida e imparable. Aún sin ser sacerdote, en 1493 el Papa Alejandro VI, que era amante de su hermana Julia Farnesio, le nombró cardenal diácono, promocionándolo hasta llegar a Rector del Colegio Cardenalicio. Durante el pontificado de Clemente VII fue nombrado cardenal-obispo de Ostia, obispo de Parma y Administrador apostólico de Benevento. En esta última etapa tuvo cuatro hijos con Silvia Ruffini, miembro de la nobleza romana.
En 1534, a la edad de 66 años, el cónclave le eligió Papa sucesor de Clemente VII. En la corte llevó una vida lujosa y practicó el nepotismo, engrandeciendo a todos los miembros de su familia. Uno de sus primeros actos como pontífice fue nombrar cardenales a dos de sus nietos, Guido Ascanio de 16 años y Alejandro Farnesio de 14. Protestados y criticados en principio, estos nombramientos pronto fueron olvidados al incorporarse al Sagrado Colegio Cardenalicio aquellos que más levantaron la voz. Entre sus prioridades estaba el asegurar los dominios papales y reforzar la posición de su familia. A tal fin creó un ducado para su hijo Pedro Luís que unió Plasencia y Parma, pero esto provocó litigio con el gobernador de Milán y acabó con el asesinato de Pedro Luís, al tiempo que Plasencia se apartó de los Estados Papales.
También en 1534 el rey Enrique VIII de Inglaterra rompió sus lazos con Roma y asumió la dirección de la Iglesia mediante Acta de Supremacía aprobada por el Parlamento de Inglaterra. Algunos opositores eclesiásticos fueron encarcelados y decapitados. Dos años después el monarca inglés disuelve los monasterios al tiempo que el fraile Martín Lutero predica en Alemania la instauración de una nueva Iglesia contraria a los dogmas de la Católica romana y consigue que su idea se propague rápidamente por todo el norte de Europa. Centro Europa sigue sin embargo fiel a los predicamentos romanos. Tras varios fracasos Pablo III consiguió el apoyo de Francia y de Carlos V de Alemania, apoyando con tropas y dinero la guerra contra los protestantes. Finalmente el Concilio de Trento fue celebrado y sentadas las bases de reforma y obediencia.
Pero Pablo III no todo lo hizo mal. Con motivo de la evangelización del Nuevo Mundo, en 1537 y por medio de la Bula Sublimis Deus, prohibió que los indios fueran esclavizados declarando que eran hombres con derecho a su libertad, a disponer de sus posesiones y a abrazar la fe de Cristo predicada de forma pacífica.
Asesorado por el cardenal Gian Pietro Carafa, en 1542 y con el fin de impedir el avance de la herejía protestante, estableció la Inquisición romana. En 1543 el clérigo polaco Nicolás Copérnico publicó su estudio sobre astrología, al descubrir que la Tierra giraba alrededor del sol y se lo dedicó al Papa que lo acogió con entusiasmo, puesto que también él tenía tales aficiones. Ese mismo año y aconsejado por el astrólogo Luca Gaurico, que consideró era un año propicio, reinició las obras de la Basílica de San Pedro, construyendo la Capilla Paulina.
El personaje más destacado de aquel renacer romano fue el artista y arquitecto Miguel Angel, que aceptó pintar en la Capilla Sixtina el Juicio Final y en la Paulina la Conversión de San Pablo y el martirio de San Pedro. También quedó encargado de urbanizar la Plaza del Capitolio y las obras de la nueva Basílica de San Pedro. Con un encargo tras otro, Miguel Angel ya trabajaría en Roma el resto de su vida. La obra principal de Pablo III fue impulsar el saneamiento de la Iglesia, a lo largo del Concilio de Trento, un concilio ecuménico desarrollado en veinticinco sesiones discontínuas de ocho años de duración (1545-1563) y presidido por tres Papas distintos: Pablo III, Julio III y Pío IV. El 10 de Noviembre de 1549 el Papa murió de forma repentina. Sufrió una fiebre violenta y falleció en el palacio del Quirinal a la edad de 81 años. Sus restos descansan en la Basílica de San Pedro en una tumba del escultor Guglielmo della Porta.
RAFAEL FABREGAT
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