Ni antes ni ahora va a discutir nadie el talento cinematográfico de la estadounidense Ruth Elizabeth Davis, conocida en el mundo del cine como Bette Davis. Sin embargo es chocante que a muchos actores y actrices les contraten por interpretarse a sí mismos. Me refiero a aquellos que tienen la inmensa suerte de que les contraten (y naturalmente triunfen) por representar papeles hechos a su medida. Bette Davis destacó precisamente por interpretar personajes antipáticos, lo que ella era en realidad. Solo de forma muy ocasional hizo comedia, destacando también en ellas por el contrapunto de su natural agriedad de carácter. Sea como fuere nadie puede discutirle la consideración de hito del cine de su época. Sin embargo lo que la trae aquí y ahora es el inolvidable recuerdo de su paso por España, con motivo del rodaje de la película del director John Farrow: "El capitán Jones". El productor norteamericano Samuel Bronston eligió la ciudad de Denia (Alicante) para plasmar en la pantalla la biografía del fundador de la Marina de Guerra Norteamericana. Todo el pueblo de Denia trabajó como "extra" en el rodaje de la película y en agradecimiento a los 12.000 empleos que "llovieron" del cielo, su hija Mía Farrow, entonces adolescente, fue nombrada Reina de las Fiestas.
Pero vayamos al grano...
De carácter agrio e indoblegable talante, la Davis era un hueso duro de roer y no se cortaba por discutir con ejecutivos, directores o compañeros de cartel. Esto le dio merecida fama de férrea e intransigente, capaz de pasar por encima de todo aquel que se interpusiera en su camino. Con aquella majestuosidad de quien se cree (y lo era) primera figura del cine de Hollywood, Bette Davis se paseó por la España de 1.958 despreciando a todos quienes no atendieran sus exigencias. Su papel en la película era, ni más ni menos que, el de la culta e inteligente emperatriz Catalina la Grande, viuda de Pedro III de Rusia que, como todos sabemos, vivía rodeada de amantes y disponía de habitaciones destinadas única y exclusivamente para tal fin.
Como hizo la citada emperatriz en su día, Bette Davis eclipsó al resto del elenco artístico y doblegó al servicio con sus antojos. Catalina la Grande, en este caso Bette Davis, aumentaba de peso al tiempo que la carne disminuía en las despensas de aquella ciudad de una España en plena posguerra. La estrella amenazó al productor Samuel Bronston con abandonar el rodaje si el encargado de la intendencia no le suministrara la carne en la cantidad por ella requerida. Viendo peligrar tan suculento negocio, el encargado de la intendencia cinematográfica comentó con un amigo lo que le sucedía y, ante la falta de suministros hasta 72 horas después, no se les ocurrió otra idea que la de hacerse con dos docenas de gatos, siempre tan abundantes en los pueblos costeros con puerto. Así lo cuenta el escritor Manuel Vicent en su libro "Nadie muere la víspera".
No hallando posibilidad de suministro de terneras ni cerdos hasta tres días después y no pudiendo la "zarina" esperar tanto, cazaron más de veinte gatos y se los ofrecieron a Bette Davis, previamente limpios y troceados, guisados como "conejo a la cazadora", quedando la actriz extasiada con tan exquisita vianda. No era una gran cantidad de carne, pues los animales estaban algo flacos, debido a la mala mar, pero sí suficiente para los dos días que tardaron en poder recibir la ternera gallega que la Davis exigía. La actriz tardó algunos años en enterarse. No se inmutó y quizás ni llegó a creérselo, pero en los anales de la historia cinematográfica española quedó escrito en letras de oro que... "En 1.958 la gran actriz Bette Davis se comió ella sola en Denia (España) más de veinte gatos, en tan solo tres días".
RAFAEL FABREGAT
No hay comentarios:
Publicar un comentario