2 de noviembre de 2018

2684- TODO ESTÁ AQUÍ.

Tras miles y miles de años de lucha contra todas las especies animales que pueblan la Tierra y contra aquellas que ya se extinguieron, la humanidad consolidó su supremacía. Sin lugar a dudas no debió ser fácil y si se consiguió fue gracias al desarrollo del instinto de supervivencia y al del propio egoísmo, ya que las ansias de poder transformar las cosas a nuestro antojo son innatas de la especie humana. Nada ha cambiado en este sentido. Más bien al contrario, el instinto natural de derrotar por cualquier medio a quien tenga más capacidad intelectual, es el arma arrojadiza que actualmente es posible emplear. Acabaron los lanzamientos de piedras, el empleo de flechas y espadas. Incluso las armas de fuego convencionales en el siglo XXI de nuestra Era están quedando obsoletas. La guerra comercial, el verdadero poder, lo supera todo.

Hasta mediados del siglo XX las guerras y el poder de la palabra, especialmente el de la infamia y el trueque, fue lo que gobernó el mundo. En España la injusticia se prolongó algunos años más, debido a la dictadura franquista. La Democracia no llegó aquí hasta finales de la década de 1970, tras la muerte del dictador. Acabada la II Guerra Mundial en los países llamados del "Primer Mundo" ya no tenía sentido el empleo del asesinato ejecutado con nocturnidad y alevosía. No era necesario. En los últimos años de dictadura en España ni siquiera era ya necesario mancharse las manos de sangre, pues resultaba más efectivo acabar con el rival manchando su nombre con mentiras, no necesariamente demostrables. El canalla de turno, lameculos del poder, no necesitaba demostrar el pecado ajeno para poder acusar y su palabra era suficiente para apartar a quien estorbase.

Fueron tiempos oscuros, en los que se hablaba del Cielo y del Infierno con la ligereza de quien no cree en nada. Poco creía la gente en general pero, temerosos del castigo terrenal que gobernantes y lameculos impartían, los más prudentes acataban las reglas establecidas y acudían a misa, confesando y comulgando a fin de recibir el trato de favor que los "mandamases" repartían entre los suyos y entre aquellos que sabían ganárselo con su miserable proceder. Todo mientras ellos hacían y deshacían, arrebatando libertades y manchando el buen nombre de gente inocente. Nadie sabe qué ocurrirá mañana, pero sí lo que ocurría entonces. Los miserables al poder y los inocentes, casi siempre temerosos del posible castigo a recibir, acatando las órdenes de los primeros. No hay pues que esperar la muerte para recibir el premio o el castigo divino... Todo está aquí.

Que nadie espere que el Cielo o el Infierno los reparta Dios. Si acaso existe un Hacedor, hay pruebas diarias que para Él hay cosas más importantes de las que ocuparse. El Cielo o el Infierno, el premio o el castigo por nuestros actos, que nadie lo espere de Dios pues es en la Tierra donde se imparte y pocas veces con la justicia debida. Todos hemos visto como elementos miserables hasta la extenuación, han tenido una vida plácida y han muerto sin apenas sufrimiento, mientras gente justa y generosa ha padecido problemas de toda índole teniendo, para más inri, una muerte horrible y prolongada. ¿Justicia divina?. Tal cosa no existe, ni ha existido nunca. Si Dios existe, que nadie se preocupe, pues a todos nos acogerá en su seno. En la Tierra es la gente mezquina y ruin la que dicta a su libre albedrío. Todo está aquí. La justicia y la injusticia se imparten aquí y siempre de la mano de quienes ostentan el Poder. 

No es ninguna novedad. Es incluso normal que sean los mezquinos quienes alcancen mayores cotas de poder puesto que, mientras las gente noble y honrada busca el interés general y no tiene otro objetivo más que llevar a su familia lo necesario para vivir, el miserable solo piensa en medrar a todos los niveles para implantar su voluntad en su casa y en la de los demás. Y no solamente desde un punto de vista económico. El dinero no los es todo para ellos, pues más satisfactorio es mandar que tener. Les gusta dominarlo todo y a todos. Es como ser Dios en la Tierra. Eso sin contar que con el poder llega 'el tener'. Dominando a los demás llega el poder actuar a su antojo y en todos los órdenes. El que manda, domina la situación y reparte "Cielo" entre quienes le adulan o "Infierno" a quienes no acatan sus órdenes. ¿Existe mayor riqueza que el Poder?.

RAFAEL FABREGAT

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