9 de diciembre de 2016

2285- SAN VLADIMIR.. (S'han cagat a l'escaleta)

Lo de ''s'han cagat a l'escaleta' era un juego de los niños de mi época (1960) medio salvajes por falta de instrucción en su casa y en la escuela. En la escuela no aprendía nadie, porque los maestros se pasaban las horas charlando entre ellos y fumando, o rezando el Ángelus, el Rosario y el Mes de María, cuando no leyendo vidas ejemplares de Mártires y Santos. Recordad que en España estábamos en plena dictadura franquista de ultraderecha. Los niños de las familias de 'derechas' iban aprendiendo algo en sus casas, pero los de 'izquierdas' bastante trabajo tenían ya los padres con reunir lo suficiente para llenar cada día el plato de todos. Sin embargo a la hora de jugar en 'el recreo' los niños de la gente 'bien' querían jugar siempre con los desarrapados por la simple razón que se trataba de juegos más salvajes y divertidos. Mientras los niños pudientes jugaban con las niñas a 'las canicas', 'la bandereta' o saltaban a 'la comba', los desarrapados jugábamos a 'ahí va el carro, la mula y els aparells' o a 's'han cagat a l'escaleta'

No voy a entrar en detalles sobre los juegos citados, pero sí sobre este último porque justifica el título de esta entrada al Blog. El "s'han cagat a l'escaleta" era una especie de 'prueba de valentía' a la que se prestaban voluntariamente los chicos más 'lanzados' pues consistía en pasar por entre medio de dos filas de chicos que tenían permiso para pegarle (con las manos) cuantos palos pudieran pero solamente en la espalda. Mientras los 'verdugos' formaban las dos filas dejando un callejón central de un metro de ancho, el 'temerario' cogía carrerilla para reducir el castigo al mínimo posible. La carrera y el palo consiguiente se llevaba a cabo al grito de ¡S'HAN CAGAT A L'ESCALETA!, pero cabía la posibilidad de gritar ¡SAN VICENTE! (que en este caso lo cambiaremos por San Vladimir) en cuyo caso el que pasaba no recibía golpe alguno. El problema es que el nombre del Santo solo podía darse en dos ocasiones de cada tres. La estrategia era pues decir el nombre del Santo cuando los veías preparados para pegarte y el de s'han cagat (se han cagado) cuando los veías más despistados.

Pero todo este (largo) preámbulo viene a cuento de San Vladimir y de toda la larga lista de Santos que fueron de todo menos dignos de subir a los altares o que, al menos, presentan muchas dudas de que lo merecieran. Hay montones, yo casi diría una mayoría, de Santos que durante su vida no buscaron otra cosa más que el beneficio propio, tanto económico, como político y hasta incluso carnal. Sin embargo por una u otra causa, mayormente por su poder, fueron subidos a los altares. Se podría citar un sin fin de ellos, pero hoy toca San Vladimir, príncipe de Kiev y convertido al cristianismo el año 988 de nuestra Era. El 'angelito', como regente del principado, expandió sus dominios matando a cuantos se oponían a su paso. Conquistó numerosas ciudades en Ukrania y dominó Lituania y Polonia. En aquellos tiempos el cristianismo ya tenía muchos adeptos pero Vladimir se mantenia en el paganismo, llegando a tener numerosas esposas y más de 800 concubinas. Sin embargo, por consejo de sus allegados, mandó a varios emisarios a estudiar la religión cristiana de los países vecinos y llegó a la conclusión de que el cristianismo casaba bien con el poder, que él no quería en modo alguno perder. 

El año 988 negoció con el emperador bizantino Basilio II la mano de su hermana menor (Ana) de 15 años de edad, a cambio del apoyo de 6.000 soldados a su causa y la retirada de Crimea. Vladimir contaba entonces 30 años de edad. Ana no quería casarse con un bárbaro, mayor además para ella. Basilio II también dudó, puesto que los bizantinos consideraban a los rusos gente bárbara, pero necesitaba aquellas tropas para sus planes y finalmente accedió. Fue la primera boda cristiana entre un bárbaro y una princesa griega, para lo cual Vladimir hubo de ser bautizado antes del matrimonio. A su regreso a Kiev, Vladimir hizo derribar todos los templos paganos y mandó construir diferentes iglesias, entre ellas la de la Dormición de la Virgen, primera iglesia de piedra en Kiev. Durante su licenciosa vida, Vladimir mató a miles de enemigos, hizo matar a otros tantos y fornicó con miles de mujeres pero... Como además de asesino y tirano era rey que favoreció la construcción de templos, la Iglesia no solo le perdonó, sino que lo hizo Santo. A eso, aquí en el 'Reino de Valencia' de hace sesenta años, se le llamaba el juego de "S'han cagat a l'escaleta", un clara irreverencia al santoral de la Iglesia Católica. Desde luego si Jesucristo regresa algún día a este mundo, a más de cuatro les tirará de las orejas... Primero a los sacerdotes, claro.

RAFAEL FABREGAT

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