29 de diciembre de 2016

2305- EN BALI, NO TODO ES PLAYA.

Bali seduce a todos quienes la visitan, de ahí que sea considerada la joya de Indonesia. Es famosa por su enclave paradisíaco, por sus templos y por la cordialidad de sus habitantes. Maravillosas playas bordeadas de palmeras, manantiales y jungla de verde intenso. Allí donde vayas el paisaje es espectacular, debido al clima tropical en el que está ubicada. Si todo esto no es suficiente, los precios de los diferentes servicios turísticos son realmente bajos. 

La isla está situada a 3 Km. al este de Java y tiene 145 Km. de largo por unos 80 Km. de ancho. El punto más alto es el volcán Agung, de 3.142 m. de altura y, aunque mínima, en permanente actividad. Cuesta imaginar que un lugar tan paradisíaco pueda esconder un mastodonte tan peligroso pero ello no es obstáculo para que muchos incluyan su ascenso como una más de las actividades a desarrollar en Bali. Es la "montaña sagrada" local y su ascenso es técnicamente fácil pero complicado por su mucha altura y su intrincado inicio a través de la jungla, aunque siempre acompañados de guía local. Tras atravesar el mundo verde y los sonidos de las aves tropicales, el camino va tomando pendiente y estrechándose hasta convertirse en una simple senda de montaña, cada vez más empinada. La ruta suele comenzar entre las diez y las once de la noche, para poder hacer cumbre antes de la salida del sol. 

La serpenteante senda se ilumina con la luz de la luna y las pequeñas linternas de cabeza. El primer kilómetro cuesta cerca de dos horas (desnivel del 50-60%). Poco es para lo que hemos de subir. La vegetación va desapareciendo a medida que cogemos altura y no faltan puntos donde a escasos centímetros del borde de la senda hay caídas verticales de cientos de metros. Afortunadamente la temperatura va bajando a medida que los caminantes ascienden. De vez en cuando una pausa que se aprovecha para tomar algún alimento calórico y se reemprende la marcha ya sin apenas vegetación. Se alcanzan los 2.500 metros de altura hacia las cinco de la madrugada. La cosa no va demasiado bien, pues el sol suele salir hacia las 6,30 horas, falta mucho todavía pero el camino es cada vez más empinado.

Hace falta sacar los termos. A pesar del sudor y el cansancio, un café o té caliente apetece más que nada. Da la sensación de que los últimos 600 metros pueden costar horas. Noche en calma y cielo sin nubes, solo las estrellas y una luna brillante. Es el punto de no retorno, como el despegue del avión que nos ha llevado a Bali. Poco más de 500 metros y estamos en la cumbre. El guía advierte que este último tramo es el más difícil. La senda está francamente desaparecida y solo la roca soporta nuestros cansados pies. También se acusa la falta de oxígeno. Aumenta un poco el viento y cuesta creer que la temperatura sea tan solo de 10ºC en un sitio como Bali. El corazón late rápido pero la meta está próxima y hay que seguir. 

Eran poco más de las 6:00 horas cuando llegamos al pico, agotados pero con la sorpresa de que más de 100 personas que se nos habían adelantado. 
Que sensación más extraña ver a tanta gente que ha sufrido el mismo cansancio para poder disfrutar como uno mismo de tan idílico momento. Ya clarea el día y el paisaje, en buena parte marino, nos muestra su inmensidad mientras todos expectantes vemos salir por el horizonte un enorme astro solar cuyo calor se agradece. Valió la pena el sacrificio del ascenso al Monte Agung. 
Si todos habían sido capaces de sobrevivir a un ascenso de siete horas, nosotros no podíamos ser menos y había que disfrutar el momento. Desde luego es algo para recordar toda una vida. El ambiente era allí formidable, entre camaradas que habían sufrido el dulce martirio de un ascenso innecesario pero gratificante. No todo tiene que ser mar y playa. Quedará mucho tiempo para disfrutar de las playas y de las muchas otras maravillas de Bali, pero eso será a partir delas 12 de la mañana, cuando regresemos al punto de partida. En fin, ya estamos de vuelta. ¡Estoy reventado!. Me voy a echar un ratito sobre la cama. La playa la dejo para mañana...

RAFAEL FABREGAT

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