16 de junio de 2016

2122- LAS BALAS DEL MIEDO.

Hace 1800 años los romanos ¿quien si no? para ganar las batallas no solo se dedicaban a matar enemigos. Esto era naturalmente muy efectivo, pero asustarle también podía inclinar la balanza a su favor. Así pues, no todo era repartir espadazos a diestro y siniestro sino que, en la distancia, los gladiadores también usaban la honda como forma de aterrorizar a las tropas enemigas.


Esto era sabido desde siempre. Lo que ya no era tan conocido es que, además de la munición utilizada en sus ataques con honda (bolas de plomo) usaban también otras bolas de piedra del mismo calibre que tenían en el centro un pequeño agujero de unos 5 mm. que permitían aligerar su peso y lo que era más provechoso: silbaban en el aire de una forma aguda y muy característica. Tal munición avisaba al enemigo de lo que se le veía encima y podían quizás protegerse, pero eso era exactamente lo que pretendían los romanos, espantar al contendiente y hacer que se agachasen y dejaran de combatir. Se cree que, para mayor efectividad, esta munición se lanzaba en grupos de dos o tres proyectiles. 


Cuando las 'bolas cantarinas' no hacían el efecto deseado ponían las de plomo, aunque para eso ya tenían que estar más cerca del enemigo. A tal opinión se ha llegado al encontrar en unas excavaciones de Escocia cientos de estos especiales proyectiles en un yacimiento romano. Los arqueólogos ya habían encontrado en otras ocasiones proyectiles en forma de bellota o pequeño limón, con pesos de hasta 60 gramos y un 20% de ellas perforadas. Sin duda alguna su efectividad debía ser notoria ya que, de lo contrario, no se habría producido un material tan dificultoso de hacer y que una vez disparado ya no se recogía. En principio se había pensado que en el interior del agujero podían haber colocado veneno a fin de asegurar su efectividad.


Tras haber producido y probado munición de piedra de idénticas características, se ha demostrado que los daños por impacto eran escasos y que más bien se utilizaba como estrategia de terror. La perforación y el menor peso de las bolas de piedra hacía que perdieran impulso y no volasen tan rápido. La importancia estratégica estaba sin duda en el silbido que producían al volar. En la batalla llevada a cabo en el lugar de las excavaciones (Burnswark Hill, Escocia) esta munición fue usada sin duda por las tropas auxiliares romanas, en este caso honderos. La Historia nos cuenta que los primeros y más famosos honderos del ejército romano fueron reclutados por Julio César en las Islas Baleares (España), especialistas que podían disparar con una potencia de hasta 160 Km./hora.

RAFAEL FABREGAT

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