20 de mayo de 2015

1764- EL JARDÍN DE LOS MARES DEL SUR.

Sí amigos. Como no podía ser de otra forma, estamos en la Polinesia Francesa. Concretamente en el archipiélago de Tuamotu, 78 islas y diferentes atolones de coral con una superficie terrestre de 885 Km2. y unos 15.000 habitantes. Me pregunto qué podrá desear la gente que ha vivido allí desde que nació y tiene lo suficiente para vivir. Bueno, la respuesta es fácil... ¡Darse cuanta de lo que tiene!. Parece fácil, pero no lo es. Cuando uno lo ha tenido siempre todo, sucede muchas veces que cree no tener nada. Así es de triste y amarga es la existencia del ser humano. Una lucha continua por alcanzar metas que no llevan a ninguna parte... 


Por increíble que nos parezca, quien disfruta de paz permanente ¡se aburre!. 
Increíble pero cierto. Cuando una persona padece hambre o enfermedades, ansía comer y curarse. Cuando sufre en su carne, o en la de los suyos, las tropelías de una guerra, sueña con una paz duradera. Pero... ¿Con qué sueña el que lo tiene todo?. 
Sin duda alguna, en cambiar todo lo que tiene por algo mejor. Pero, ¿qué es y donde está eso mejor que queremos alcanzar cuando ya estamos en la cumbre del bienestar?.



Muchas veces ni siquiera sabemos que es eso mejor que ansiamos, pero lo queremos. 
Nacimos con esa maldición, la de no estar nunca contentos con lo que tenemos. En Tuamotu tienen buen tiempo, temperaturas estables de unos 25ºC durante todo el año, paisajes de película, buena pesca, tranquilidad... 
¿Qué les falta?. 
Nada, no les falta nada, pero... Ya sabemos que en este mundo nadie es feliz, porque así es la condición humana, pero saber eso ya debería ser suficiente para agradecer al Hacedor lo que tenemos. 

De los 15.000 habitantes de esta región oceánica unos 10.000 viven de la copra o cosecha del coco, un elemento de la naturaleza que allí se da de forma casi natural. También la vainilla y árbol del pan. Es pues una economía familiar de (buena) subsistencia y que está subvencionada por el Gobierno. Si hay buena cosecha perfecto, pero si no la hay reciben del Gobierno lo que falta. ¿Puede haber algo mejor?. Pues sí, lo hay. La pesca es otra de las actividades que ocupan a estas gentes de la Polinesia Francesa, pero también el turismo. Hoteles y restaurantes, dirigidos al turista de alto poder adquisitivo, están esperando cada día la llegada de las pequeñas barcas de pesca para adquirir los frutos de mar que todavía coletean. 


La producción local se completa con el cultivo de perlas negras, altamente cotizadas en cualquier mercado mundial de joyería. Esta actividad destaca sobre todo en los atolones de Manihi, Takaroa, Arutua, Makemo, Fakarava, etc. A esta economía, que podemos considerar más que aceptable, se une el turismo. No es que haya una gran infraestructura turística, pero sí muy exclusiva. Para que nos hagamos una idea, solo entre Tuamotu Gambier hay 30 aeródromos que dan servicio, casi puerta a puerta, a los muy exclusivos visitantes. Esos que, sin ser del archipiélago de Tuamotu, todo lo tienen y nada les falta.

El exigente turista que visita este tipo de archipiélagos quiere estar lejos del mundanal ruido, pero no quiere prescindir de las comodidades del "primer mundo" y menos aún de los vicios a los que está acostumbrado. Para darle todo lo que quiere y más, completa el servicio de las islas una flota de cabotaje que garantiza el suministro de todo aquello que forzosamente tiene que venir de fuera, de lo cual también se beneficia el isleño.
Gente rica y gente pobre los hay en todas las partes del mundo, pero de vivir en "el Jardín de los Mares del Sur" no creo que nadie se queje y de las chicas guapas que hay, tampoco. Y si alguien se queja, porque no le gusta el lugar del mundo que le ha tocado en suerte, que lo diga y en cinco minutos le informaremos de cientos de destinos peores.

RAFAEL FABREGAT

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