3 de septiembre de 2014

1496- LAS VÍSPERAS SICILIANAS.

De que el papa Martín IV no era un angelito precisamente, lo iremos descubriendo en esta entrada. Por su fanatismo, las matanzas, violaciones y saqueos se suceden sin parar. Al final la propia Roma se rebela. El día 30 de marzo de 1282, en plena celebración de la Pascua, un soldado francés intenta abusar de una joven siciliana en el propio Palermo y al grito de "mueran los franceses" estalla la insurrección. Se la denomina "las Vísperas Sicilianas". Todos los franceses son exterminados en Palermo, Corleone, Siracusa, Trápani y Agrigento. En un solo día murieron ocho mil. A los treinta días era imposible encontrar vivo a un solo francés en toda Sicilia. 

Para reforzar su huida del yugo francés, embajadores sicilianos se entrevistaron con el rey de Aragón Pedro III que se encontraba en África con su poderosa armada y le ofrecieron la Corona de Sicilia. 
Días después Pedro III de Aragón y su esposa Constanza II de Sicilia desembarcan en la isla en medio del júbilo general de la población. Es la libre elección de un pueblo que renegaba del poder francés y restauraba los derechos de la Casa de Suabia en la persona de Constanza II, hija de Manfredo I de Sicilia, a quien el francés Carlos de Anjou le había arrebatado el trono en 1266.  El papa Martín IV (nombrado por el francés) excomulga a Pedro III y lo amenaza por su falta de obediencia a los pactos firmados por su abuelo Pedro II tras la Batalla de Muret, que le dan potestad para quitarle la corona, privando de los sacramentos a quienes le obedecieren. 

Es una lucha a muerte contra el rey aragonés, pero éste da muestras de un valor a toda prueba dejando la armada en Sicilia con el almirante Roger de Lauria al frente. 
Carlos de Anjou, hijo de Felipe III de Francia, intentó recuperar Sicilia pero, en lugar de conseguir ese objetivo, perdió Nápoles, Malta y otras islas próximas, así como la casi totalidad de sus naves. Él y otros importantes caballeros italianos y franceses fueron capturados en la nave capitana. Los sicilianos pidieron su cabeza pero la Reina Constanza II de Sicilia, en un alarde de generosidad, le perdonó la vida y lo recluyó en Barcelona. Puesto en libertad y no escarmentado, en un ataque posterior de Carlos de Anjou nuevas naves fueron derrotadas, siete mil soldados franceses muertos y su poderío naval desaparecido de las aguas mediterráneas. 

El papa Martín IV descarga sobre el rey de Aragón un último golpe que espera sea mortal. Mediante Bula ofrece al rey francés la investidura de los territorios de Aragón, Barcelona y Valencia. Martín IV publica una Cruzada contra Pedro III y las diferentes órdenes religiosas de Europa se aprestan a combatir por Cristo. ¿Qué culpa tendrá Cristo de las ambiciones de un Papa belicoso y prepotente?. Pero así eran las cosas entonces. Un legado del Papa se entrevista con el rey de Aragón y le conmina a obedecer al Pontífice y a entregar su corona al rey de Francia. La respuesta es inmediata:
  - "Es fácil tomar y dar reinos que nada han costado, pero los míos han sido comprados con la sangre de mis abuelos y deberán ser pagados al mismo precio".
Las tropas de Pedro III resisten una y otra vez los ataques cruzados. Finalmente una epidemia obliga a los atacantes a retirarse a los Pirineos desmoralizados pero, en el collado de Paniza, Pedro III les sale al paso y los aniquila. 


De los 300.000 cruzados solo 40.000 salieron vivos. Felipe III muere en la batalla y a Francia le es imposible llevar a cabo la conquista de Aragón. El mismo fatídico año 1285 muere su hijo Carlos de Anjou, el papa Martín IV y el rey aragonés Pedro III. Al rey francés le sucede su segundo hijo, Felipe IV de Francia, que en 1284 se casaría con Juana I de Navarra, pero esa es ya otra historia. Aquí de lo que se trata en esta entrada es de lo perversas que pueden ser las decisiones de una persona poderosa y del daño que pueden hacer a sus semejantes. Por culpa de la prepotencia de Martín IV, papa nº 189 de la Iglesia de Roma, en los tan solo cuatro años que duró su mandato murieron decenas y decenas de miles de personas sin culpa alguna.

RAFAEL FABREGAT

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