17 de septiembre de 2014

1514- DRÁCULA. LA HISTORIA REAL.

El conde Drácula es una novela del escritor irlandés Bram Stoker, pero lo que muchos no saben es que este personaje existió. Tanto que fue príncipe y rey, no conde como lo presenta el escritor que lo convirtió en vampiro. Al "angelito" no hacía falta que nadie le diese mala fama, pues en su vida real se bastó y se sobró para ganarse la fama de cruel por excelencia. Su nombre fue Vlad III en Empalador. Nació en Sighiçoara (Transilvania), región central de la actual Rumanía, el 8 de Noviembre del año 1431. Su nombre de pila fue Vlad Tepes Drâculea, príncipe de Valaquia, que para las gentes de Rumanía ha sido siempre héroe nacional por su extraordinaria lucha contra el poder y la expansión otomana. En 1.444, a los trece años de edad, fue entregado por su padre a los turcos como rehén, junto a su hermano Radu, como garantía y acto de sumisión al sultán otomano. 


Durante más de tres años Vlad Drâcuela fue criado por el propio sultán Murat, padre de Mehmet II, y custodiado por éste con el propósito de evitar la traición de su aliado Vlad II. Al volver del exilio en 1.447, se enteró que su padre había muerto apaleado y su hermano Mircea quemados sus ojos con un hierro candente antes de enterrarle vivo. Ordenado esto por el conde Hunyadi, Vlad guardó odio eterno a este personaje y apoyado por los turcos y húngaros de origen alemán derrotó a los boyardos convirtiéndose en rey de Valaquia en 1.456. Su crueldad con el enemigo no tenía límites. En los seis años siguientes se le atribuyen entre 40.000 y 100.000 muertes, entre hombres, mujeres y niños, todos ellos por empalamiento. Tal práctica de tortura y ejecución consistía en introducir al reo un palo de 3,50 metros por el ano y fijarlo mediante un largo clavo. Hecho esto el palo se levantaba y fijaba en el suelo, con los consiguientes alaridos del torturado hasta que la muerte lo rescataba de tan durísimo castigo. Afortunadamente muchos de ellos debieron morir, por el destrozo interno, antes de ser levantados. La persecución de los boyardos fue de tal intensidad que se cree acabó con todos ellos. Siempre buscando los intereses de su patria luchó y pactó con todos los reyes de su entorno. 

Su brutalidad era de tal magnitud que tanto cristianos como musulmanes le tenían por maldito. El día de San Bartolomé del año 1.459 hizo empalar a los sajones de Braçof, una ciudad que se había rebelado contra él. En medio de ese bosque de empalados aullantes, unos 30.000, organizó un banquete frente a la tarima donde el verdugo iba descuartizando a los jefes de la sublevación y a sus familias. La celebración duró hasta bien entrada la noche por lo que, para iluminarse, prendieron fuego a la ciudad. Acto seguido atacó otras ciudades de la misma región con parecido sistema de exterminio. Todas esas ciudades tardaron varias generaciones en recuperarse y algunas de ellas quedaron desiertas por más de un siglo. En 1461 el sultán Mehmed II le tendió una trampa pero lejos de caer en ella los turcos fueron derrotados y todos los prisioneros llevados a Targoviste donde fueron empalados también. A pesar de que también Mehmed II era tenido por sanguinario, cuando éste pretendía invadir Targoviste para vengar a sus hombres, ante la visión de tanta gente empalada retrocedió hacia Constantinopla preso de violentos vómitos. 


Todo el bosque que circundaba el valle de Targoviste había sido talado para obtener las estacas suficientes para empalar a más de 23.000 prisioneros y las familias que los acompañaban. Animado por estos éxitos Vlad III se internó en territorio turco ganando varias batallas. El 11 de enero de 1462 mandó una carta al rey de Hungría Matías Hunyadi, hijo del asesino de su padre y hermano, informándole de la muerte de 24.000 de sus hombres. Acompañaban a la carta dos grandes sacos con las orejas y narices de las víctimas. Enterada la población turca de estos horrores, algunos musulmanes abandonaron Constantinopla por miedo a ser sitiados por Vlad. Enfurecido por estos actos, Mehmed II lo atacó con un ejército de 150.000 hombres y una flota de varios barcos que ascendieron el Danubio. 

Las tropas de Vlad no pudieron evitar que la capital (Targoviste) fuera conquistada y a Draculea solo le quedó enfrentarse a los turcos con el sistema de guerrillas. Finalmente sus tropas fueron diezmadas por la peste y en agosto de 1462 fue apresado, sucediéndole su hermano Radu, títere de los turcos. Liberado en 1474 Draculea participó en la Batalla de Vaslui con el príncipe de Transilvania tras la cual recuperó el trono de Valaquia en 1476. Su última acción fue poco tiempo después cuando se lanzó contra los turcos muriendo en la batalla. Hay varias versiones de su muerte pero la más aceptada dice que a punto de ser apresado por sus enemigos se enfundó las ropas de un turco muerto en la batalla y huyó en dirección a sus hombres que confundiéndolo con un enemigo lo mataron y cortaron su cabeza. Lo que si se sabe es que los turcos desollaron su cabeza como si de un cerdo se tratase. Piel y cuero cabelludo fueron llevados como trofeo a Constantinopla ordenando el sultán fuera colocada en una estaca y exhibida públicamente para que el pueblo no tuviera duda de su muerte.


Aunque se dice que está enterrado en Nápoles lo cierto es que la tumba de Vlad III está junto al altar del monasterio de Snagov, a unos 40 Km. de Bucarest. Sin embargo en ella no está su cuerpo. Recuperado del campo de batalla fue enterrado en dicho lugar pero, conociendo lo despiadado de dicho personaje, los monjes griegos que habitaban el monasterio no lo quisieron en su iglesia y lo enterraron al exterior de la misma junto a la entrada. Una gran riada se llevó parte de aquella tierra y en unas excavaciones del año 1932 encontraron un cuerpo decapitado (sin duda Draculea) a escasos metros de su lugar de emplazamiento inicial. Mal conservados, aquellos restos se perdieron a finales de la década de 1940 pues nadie tuvo el más mínimo interés sobre los mismos.

RAFAEL FABREGAT

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