11 de septiembre de 2014

1508- HISTORIAS RELIGIOSAS.

EN EL CONFESIONARIO.

Una solterona se entera que una de sus amigas se ha quedado embarazada al irse a confesar a un pueblo vecino y por el solo hecho de rezar un Ave María. A ella no es que le gusten mucho los niños, pero piensa que un rato de "marcha" no le iría mal pues ya ni se acuerda de cuando fue la última vez. De hecho ni siquiera recuerda si la hubo. Dudosa pero dispuesta a pasar una mañana de alegrías, emprende el camino hacia el citado pueblo y se dirige a la iglesia haciendo aguas por todas partes. Como de costumbre, la iglesia esta en penumbra y en el más absoluto silencio. Tras santiguarse se dirige al confesionario que atiende un cura joven y muy prometedor...
- Buenos días padre -saluda excitada.
- Buenos días hija. ¿En qué puedo ayudarte? -responde el joven cura.
- Verá padre. Es que...
- Dime hija, dime, no tengas reparo. Estoy aquí para ayudarte.
- Gracias padre, gracias. Verá usted, es que una amiga mía vino aquí a confesarse y quedó embarazada solo con rezar el Ave María. Yo también quisiera...
- No hija, no. Entendió usted mal. No fue con un Ave María, sino con un padre nuestro... pero tras el escándalo aquel padre fue expulsado por el señor Obispo.



JESUCRISTO EN EL BAR.

Un alemán, un francés y un español están tomando cervezas en una terraza de Benidorm cuando, de repente, el alemán susurra a sus amigos.
- Oye, ¿ese de la mesa de enfrente no es Jesucristo?.
- Calla, calla -le responden- ¿Como va a ser Jesucristo?.
- ¡Que sí, que sí!. Mirad su cara, la barba, la túnica. ¡Seguro que es Jesucristo! -asegura.
De repente el alemán se levanta y marcha hacia la mesa de enfrente. Se presenta y cuchichean en voz baja. Finalmente aquel hombre le dice al alemán:
- Efectivamente soy Jesucristo pero, por favor, habla bajito y no lo digas a nadie pues me vas a formar un escándalo y estoy de incógnito.
El alemán, loco de alegría por estar en presencia de Dios, le dice:
- Tengo una lesión en la pierna que me hice de niño jugando al fútbol. Cúrame, por favor.
Jesucristo le pone la mano sobre la rodilla y se la cura. El alemán le da las gracias y marcha a su mesa contándoles a sus amigos lo ocurrido. Se levanta de inmediato el francés y marcha a la mesa vecina.
- Hola buenos días. Que me ha dicho mi amigo que eres Jesucristo y quería pedirte un favor. Estoy tuerto y llevo un ojo de cristal. ¿Podrías curarme?.
Jesucristo pone su mano sobre la cuenca vacía del francés y éste recupera el ojo perdido y una vista formidable. Acto seguido marcha maravillado a la mesa en la que están sus amigos y les cuenta lo sucedido.
Jesucristo piensa que en unos segundos llegará a su mesa el español pidiendo algún milagro, pero el tiempo pasa y el español no acude en su ayuda. Picado por la curiosidad, Jesucristo se levanta y va a la mesa de los amigos. Pone una mano sobre el hombro del español y le pregunta:
- Acaso tú, amigo, ¿no tienes nada que pedirme?.
Al sentirse tocado por Jesucristo, el español salta de la silla violentamente...
- ¡Eh, eh!. A mí no me pongas la mano encima. ¿Acaso no sabes que estoy cobrando la  baja y me queda más dinero neto que cuando trabajaba...?



II GUERRA MUNDIAL.

De visita en París, un francés aprovecha para ir a confesarse.
- Ave María Purísima, padre. Quiero confesión.
- Sin pecado concebida hijo. Tu dirás.
- Verá padre. Es que... durante la II Guerra Mundial una muchacha joven y muy hermosa llamó a mi puerta buscando protección y yo la escondí en el altillo de mi casa.
- Ese es un acto de caridad que te honra, hijo mío. No veo que tengas que confesarte por ser una persona tan caritativa.
- Verá padre es que, unos días después ella quiso agradecerme mi ayuda con favores sexuales y claro, en esas circunstancias, los dos solos y como ella está tan buena...
- Nada, nada. En esas circunstancias de guerra y peligro constante, dos personas pueden verse tentadas a querer disfrutar de un momento que puede ser el último. Si realmente estás arrepentido, estás perdonado de todo el sexo practicado con ella sin estar casado.
- Gracias padre. Me ha librado usted de la gran carga que pesaba sobre mi conciencia y ahora, por favor, una duda más... ¿Cree usted que debo decirle que la guerra terminó hace muchos años?. 

RAFAEL FABREGAT*

(*).- Leídos en la red de redes.

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