La tumba fue descubierta el año 1940. Es de construcción laberíntica y de una superficie de 500 m2. unas dimensiones propias de la realeza. Nuestro personaje tenía amplios poderes puesto que era jefe de palacio y juez superior. Gracias a esta tumba se descubrió que el dios Jentiamentiu también era venerado en el Delta y no solo en el Alto Egipto como se pensaba hasta entonces. Los jeroglíficos nos dicen que Mehu tenía una "conexión personal" con este dios, lo cual nos indica el poder del visir. Mehu también obtuvo del faraón el privilegio de enterrar junto a él a su hijo y a su nieto, algo que solo los faraones podían hacer. El complejo consta de cuatro salas y un patio central. Cámaras y pasillos están totalmente decorados con frescos que nos muestran, en pasajes como la danza, la pesca y la caza, como era la vida diaria del Antiguo Egipto.
La sala principal, la más rica, está decorada con imágenes de las ofrendas que Mehu realizó a los dioses y en el centro de la escena una figura masculina con la perilla que usaban los faraones y bebiendo de un cáliz. Esta imagen y la propia estructura de la tumba, laberíntica y a la que se accede por medio de una escalera de 28 metros de profundidad, hace temer a los propios arqueólogos que el visir pudiera no ser el primer destinatario de la tumba y que ésta pudiera ser parte de una pirámide inacabada y destinada a un faraón. Lo que sí está claro es que allí acabó reposando tanto Mehu, como su hijo y nieto ya que, aunque la tumba no fuera construida inicialmente para él, gracias a su poder acabó destinándose para su uso personal y familiar. Con la del complejo de la propia pirámide de Zoser que se inaugura en breve, serán otra atracción más para los curiosos turistas de Egipto.
RAFAEL FABREGAT
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