24 de octubre de 2016

2231- EUROPA A LA COLA DEL MUNDO.

Las cosas cambian. La mitad de los países del G8 (economías más industrializadas del planeta) son europeas. Alemania, Francia, Italia, Reino Unido... pero esto no siempre fue así. Por mucho que le duela a nuestro orgullo, Europa entró muy tarde en la corriente del desarrollo intelectual. Cuando la India, China, Egipto y Mesopotamia ya tenían formados Estados regulares, Europa era un amasijo de tribus, de las que ni siquiera conocemos sus nombres. Como siempre sucede en estos casos, la civilización nos llegó tarde y pagada a un alto precio. De la misma manera que (se dice) Manhattan fue comprado a los indios por 24 dólares en abalorios, también los europeos y especialmente los españoles, cambiaron el producto de sus minas de oro, plata y cobre a los fenicios por baratijas.

De Oriente nos llegó pues la civilización. Más tarde llegaron los griegos y después los cartagineses y los romanos. Sin embargo España, mil veces invadida, no arremete contra sus invasores y más bien alardea de las enseñanzas que aquellos le aportaron. Es otra manera de ver las cosas. Siglos después, cuando en la Península Ibérica ya estaban instalados los musulmanes y hasta incluso después de la Reconquista, los reyes cristianos todavía ignoraban lo que eran los beneficios del baño y de una higiene en condiciones. De nada sirvieron pues las enseñanzas de tantos siglos de invasión sarracena. Y esto no solo ocurría en España. En Francia, el majestuoso Palacio de Versalles construido en el siglo XVII con más de 300 habitaciones, no tenía ni un solo cuarto de baño...

Por muy palaciegos que fueran los nobles gobernantes, cada cual se buscaba la vida como podía y era bastante frecuente que la gente hiciera sus necesidades en la calle. Marranos como esos, todavía quedan en pleno siglo XXI. Yo tengo un almacén en el Polígono Industrial de mi localidad y algunos camioneros todavía defecan en plena calle entre medio de los vehículos. Ya no digo nada de las meadas, que unos hacen en plena calle y otros dentro de botellas que después dejan en la acera para que sean otros quienes las recojan. ¿Es esto normal, o solo pasa en este país de cerdos que es España...?
Volviendo a tiempos pasados, no tan lejanos, en el Palacio de Versalles y en otros muchos de la Europa del rapé y los polvos talco, la gente defecaba en los jardines de Palacio.

El humanista y filósofo holandés Erasmo de Rotterdam contaba en sus escritos que, allá por el año 1700, eran comunes ciertas normas destinadas a eludir situaciones incómodas como era el hecho de que los propios reyes o emperadores recibieran mientras estaban haciendo sus necesidades y al respecto decía: "Es descortés saludar mientras estén orinando o defecando y, en tal caso, ha de actuarse como si no se le viese, tosiendo en el caso de oír ventosidades". Pocos años después, justo en el año 1715, un decreto ordenaba retirar los excrementos de pasillos y patios, ¡al menos una vez por semana!. Las ropas también se lavaban muy de tarde en tarde y normalmente solía hacerse cuando las pulgas ya no permitían a su dueño seguir con ellas por más tiempo. La tela más común era el lino pues disimulaba la suciedad y absorbía los sudores.

En las familias acomodadas, si tocaba bañarse cuatro veces al año, lo hacía toda la familia el mismo día y en un mismo baño, empezando por el padre. Se dice que el rey francés Luís XIV solo se bañó dos veces en su vida y por prescripción facultativa, pero posiblemente esto no sería verdad ya que tal afirmación se explica por documentos de su vida en los que figura que el rey tomó dos baños terapéuticos... Sea como fuere, en aquellos tiempos se consideraba que el bañarse tenía un cierto peligro, al pensar que muchas enfermedades estaban en el agua. Nada más sano, pensaban, que estar protegido con una buena capa de suciedad, al fin y al cabo propia. De la misma forma el cabello grasiento se entendía saludable. Los piojos aprovecharon la moda y la gente se distraía desparasitándose unos a otros.

Tanto en la casa de los ricos como en la de los pobres el orinal, también llamado 'vaso de noche', se vaciaba en la calle, al grito de ¡agua va!. Un siglo después ya se inventaron retretes de pozo ciego y cosméticos y colonias para disimular los malos olores. Todo menos bañarse. En la corte francesa, cuando el olor ya era insoportable, se limpiaban con paños mojados en vino y posteriormente impregnaban la zona con ungüentos de hierbas olorosas. 
Para el mal aliento también se recurría a masticar algún tipo de planta. El laurel era un buen antiséptico que había que aplicar en contadas ocasiones pues tiene una ligera toxicidad. En fin, los tiempos han cambiado y lo de vaciar orinales en plena calle ya es algo que pasó a la historia de Europa y del mundo. Con baño o sin baño cada cual hace lo que hace, donde puede y como puede, con agua o sin ella.

Por todo lo dicho y muchísimo más, Oriente fue primero y Europa después. Más aún cuanto más al norte, pues primero fue el Mediterráneo. Griegos y romanos nos enseñaron su gusto por los baños públicos y las termas, pero más aún lo hicieron los musulmanes siglos después, tan aficionados ellos a las abluciones y a las fuentes en general. Resulta extraño sin embargo que aquellas civilizaciones que nos mostraron conocimientos tan adelantados en higiene y en arquitectura, desaparecieran o quedarán prisioneros de su cultura y de sus creencias mientras su 'alumnado' despegaba. Occidente desarrolló conocimientos y aprendió a vivir de forma civilizada, mientras Oriente quedó relegado de tal forma que muchos de aquellos países quedaron, más o menos, como estaban.

RAFAEL FABREGAT

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