España tiene muchos e importantes castillos, prácticamente todos históricos y defensivos. Ninguno o muy pocos palaciegos como fue costumbre en Francia y otros países europeos. El Castillo de la Mota, que nos ocupa en el día de hoy, se encuentra el la villa vallisoletana de Medina del Campo y como la mayoría de los castillos de defensa está ubicado en una elevación del terreno, dominando la ciudad y buena parte de la comarca.
Hubo un tiempo en el que, desde el mismo castillo, arrancaba una muralla que abrazaba toda la población y que, ante el incremento de la misma, se amplió hasta en tres ocasiones.
Tal como es característico en la zona, el castillo se construyó en estilo mudéjar, o sea, en ladrillo rojo macizo. Son cuatro torres y un patio cuadrado que alberga diversos almacenes, cuadras, bodegas, mazmorras y gran número de pasadizos y galerías subterráneas. En alto diferentes habitaciones y especialmente el llamado 'Mirador de la Reina', una cámara del siglo XV cubierta por una espectacular bóveda policromada, estancia preferida de la reina Isabel la Católica. De todas formas su morada principal en esta ciudad era el Palacio Real Testamentario, llamado así porque fue su última morada y lugar donde dictó sus últimas voluntades.
Hay otro edifico en Medina del Campo que bien merece nuestra atención y visita. Se trata de las Carnicerías Reales, un edificio que no ha sufrido cambio alguno en sus 500 años de existencia. Se construyó como Mercado Central de todo tipo de carnes, para abastecer a todos los pueblos de la comarca, y como tal sigue funcionando a día de hoy. El único cambio que podemos encontrar en este edificio singular es que, además del excelente vacuno y el excepcional lechazo de la comarca, es tradicional el típico cochinillo, las aves y otras piezas escabechadas. Ya no digamos de la típica repostería de la zona, sin olvidar una muestra de vinos blancos de la región con incidencia especial en la Denominación de Origen Rueda. Pero, en fin, lo que nos ha traído hoy aquí es el famoso Castillo de la Mota y su historia...
La villa de Medina del Campo fue repoblada de cristianos en la década de 1070-80 en una serie de conquistas no definitivas. En 1354 Enrique II de Trastámara sitió la villa y sus hombres entraron finalmente por la fuerza. En 1390 su hijo Juan I dona la villa a Fernando de Trastámara, rey de Aragón y en adelante hay continuos enfrentamientos entre Aragón y Castilla por su posesión, hasta el punto de que se dio el caso de dominar unos la villa y otros el castillo. Teniendo en la villa su palacio los reyes de Castilla, en 1439 se dio la circunstancia de que el infante de Aragón mandó cerrar todas las puertas de la villa, situando guardias que impidieran el paso en cada una de ellas, quedando el de Castilla encerrado dentro de la ciudad. En 1441 las cosas habían cambiado y era el rey de Aragón el que dominaba el castillo y el de Castilla el que lo hacía en la villa
Tras la Batalla de Olmedo de 1445, el Castillo de la Mota quedó definitivamente en manos de Castilla aunque lo cierto es que éste cambiaría contínuamente de titulares, todos ellos eclesiásticos o castellanos, figurando la fecha de 1483 en el escudo de los Reyes Católicos situado sobre la puerta principal, entonces no flanqueado por el yugo y las flechas hoy presentes. Poco más tarde el castillo se convertiría en prisión de personajes destacados como Hernando Pizarro, el duque de Calabria, César Borgia, Rodrigo Calderón o el conde de Aranda, entre muchos otros, siendo su alcaide Gabriel de Tapia. Pasado un tiempo en la cárcel, el hijo del papa Alejandro VI (César Borgia) maquinó una fuga con la ayuda del capellán y algunos criados, así como la ayuda exterior del conde de Benavente.
El punto más débil de estas fortificaciones eran las puertas, fácilmente alcanzables con la artillería, motivo por el cual se construyeron muros internos con puertas no alineadas o en codo, inalcanzable para la artillería asaltante. Con el mismo fin se corrigieron los accesos a la puerta principal, también desenfilados con respecto a la misma, impidiendo el tiro libre y directo de los artilleros.
Con la llegada del siglo XVII, la nueva tecnología en artillería hizo que los castillos quedaran obsoletos pues ya no constituían una forma de defensa en sí mismos. La altura que hasta entonces había sido su mejor defensa, con la modernización y potencia de fuego de la artillería los convertía en un blanco fácil y preciso. Los pocos que se construirían en adelante ya solo serían con fines palaciegos.
RAFAEL FABREGAT
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