Personalmente, la palabra "milagro" no es santo de mi devoción por lo que, dado que no hay duda de la veracidad de los testimonios, hablaré de lo acontecido al 'Cojo de Calanda' como hechos que se dan por probados y que cada cual saque sus propias conclusiones.
El mes de Marzo de 1617 nació en el pueblo de Calanda (Teruel) ESPAÑA un precioso niño que se llamaría Miguel Pellicer, segundo hijo de una familia de agricultores que con el tiempo sumó el nada despreciable número de ocho hijos. Entonces pasaban esas cosas... Cumplidos los 19 años el joven se trasladó a casa de unos tíos maternos que vivían en Castellón, a fin de intentar la aventura de no tener que ir cada día al campo para ganarse la vida. La vida laboral de Miguel en tierras castellonenses fue sin embargo corta ya que, un día que llevaba un carro de trigo arrastrado por dos mulas, se cayó y le pasó la rueda del carro por encima de su pierna derecha.
Ante la gravedad de los daños Miguel fue trasladado a Valencia e ingresado en el Hospital Real el 3 de Agosto de 1637, según figura en el Registro de Ingresos que todavía se conserva. El diagnóstico fue rotura astillada de tibia y destrozos diversos en arterias y venas del entorno. A pesar de la gravedad de la herida, o quizás por eso mismo, Miguel solo estuvo cinco días en este hospital. Añoraba su tierra y teniendo por delante una larga convalecencia, solicitó ser trasladado a Zaragoza para estar más cerca de los suyos. Claro que las cosas no eran como ahora y recorrer esos 350 Km. le costó casi dos meses, llegando a primeros de Octubre de ese mismo año de 1637.
Sin embargo Miguel pasó de largo y su primera visita fue para la Virgen del Pilar, en Zaragoza, para acto seguido ingresar en el Hospital General donde, debido al mal estado que presentaba, se le amputó la pierna 10 cm. por debajo de la rodilla, enterrándola en el cementerio anexo como era costumbre. Tras una larga recuperación se le dio de alta en la primavera del año siguiente, colocándole una pierna de madera y entregándole una muleta para ayudarse en sus desplazamientos. Sin poder desempeñar trabajo alguno, estuvo dos años pidiendo limosna en una de las puertas del Templo del Pilar, en Zaragoza. Esto le daba ocasión para oír misa todos los días en la Santa Capilla y para ungirse el muñón con el aceite de las lámparas, lo que le suavizaba el dolor del roce continuo. Corrían malos tiempos y aunque la caridad era mucha, pocos eran los donativos por lo que Miguel hubo de trasladarse a Calanda donde seguían viviendo sus padres. Ante la escasez de medios, la madre había alquilado su habitación a un soldado pero, con un serón de esparto y un pellejo encima, improvisó en la habitación conyugal sitio para acomodar a Miguel, el hijo pródigo.
El 29 de Marzo de 1640, cansado por la dura jornada, hacia las 10 de la noche Miguel se fue a descansar y cuando entraron sus padres, ya con las 11 dadas, percibieron una fragancia no acostumbrada en aquel humilde aposento. Con la luz del candil de aceite su madre comprueba que Miguel duerme plácidamente en aquel lecho improvisado, cubierto con una raída capa paterna. Sin embargo su sorpresa es mayúscula al comprobar que de ella asoman dos piernas cruzadas y no una como hubiera sido lo normal. Despertado Miguel por las exclamaciones de sus padres, comprobaron todos a la luz del candil que la pierna accidentada está allí, completa, incluso con las naturales cicatrices de una pierna accidentada.
El 2 de Abril, cinco días después del "milagro", el notario de Mazaleón D. Miguel Andreu levanta acta del hecho, que se conserva en el Ayuntamiento de Zaragoza.
El 25 del mismo mes y año Miguel y sus padres llegan a Zaragoza para dar gracias a la Virgen del Pilar a la que atribuyen el milagro.
Ante hecho tan extraordinario el Cabildo realiza las oportunas diligencias para que llegue a conocimiento del rey Felipe IV. En este proceso declaran 5 facultativos, 4 autoridades locales, 4 autoridades eclesiásticas y 6 personas más, entre las que se encuentra el mesonero que acogió a Miguel los dos años que estuvo en Zaragoza. El 27 de Abril de 1641 la archidiócesis de Zaragoza califica los hechos de auténtico milagro.
El 14 de Junio del mismo año retorna a Calanda y en otoño viaja a Madrid para entrevistarse con Felipe IV que, convencido de la realidad de los hechos ocurridos, tiene la deferencia de besarle la pierna. Ya desligado de la tutela del Cabildo de Zaragoza vivió un tiempo en Valencia y después volvió a su pueblo natal.
La última noticia sobre este personaje está en el pueblo de VELILLA DE EBRO (Zaragoza) donde, en el Libro de Difuntos y fecha 12 de Septiembre de 1647, dice literalmente:
"A doce de Septiembre de mil seiscientos cuarenta y siete, murió Miguel Pellicer que dijo ser de Calanda (Teruel) y lo trajeron aquí, desde Alforque, más muerto que vivo. Quien lo trajo dijo que el vicario de Alforque ya lo había confesado pero yo lo volví a confesar y dijo algo. Hecho esto le administré la Extrema Unción y murió, siendo enterrado en el cementerio local".
Unas décadas después, todavía dentro del siglo XVII, se construyó en Calanda un templo dedicado a la Virgen del Pilar, en la casa natal de Miguel Pellicer, al lado de la cual se habilitó un museo local donde numerosos documentos dan fe de lo sucedido. Ahora, el lector tiene la palabra...
RAFAEL FABREGAT
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