Hacia el año 5000 a.C. los descendientes de Adán no estaban solo en Sumeria, sino que la mayoría se habían trasladado hacia el Mediterráneo y más tarde al norte de Europa. En Mesopotamia la mezcla de razas allí instaladas y la llegada de otras más oscuras procedentes de Arabia, condenó a los anditas a un permanente deterioro y a la dispersión de aquel residuo biológico y cultural. Un gran número de ellos marcharon pues, llevándose consigo los animales domésticos y el grano con el que establecer sus cultivos en otras tierras más tranquilas y prometedoras. Procedentes del Valle del Eufrates, se instalaron en las islas de Chipre y Creta mientras otros las dejaron atrás para llegar a Grecia y, desde allí, entraron a Europa o se dispersaron por todo el Mediterráneo llegando hasta la Península Ibérica.
Los griegos, en su mezcla con los anditas, no solo fueron grandes maestros sino también comerciantes y conquistadores que establecieron su cultura por los diferentes pueblos del sur de Europa y muy especialmente en aquellos bañados por el Mediterráneo. Con todos ellos mezclaron también su sangre al establecer numerosos puntos de intercambio cultural y comercial. Otros grupos de anditas
emigraron al norte de Europa, entremezclndo su sangre con los llamados 'hombres azules', una raza mucho más primitiva que la asiática, para la que era todo un honor que los anditas les desposaran uniendo su sangre. Agricultores y alfareros habían penetrado por la península Balcánica y fueron trasladándose lentamente hacia el norte siguiendo el Danubio, pero deteriorándose a medida que se alejaban.
Los danubios se unieron a marineros que llegaron de Asia Menor y se volvieron adoradores de la madre y practicaron el rito de cremación de los muertos llegando hasta Escandinavia. Ese es el motivo de que no se puedan encontrar restos de aquellas gentes. Nunca vivieron en cuevas, pues eran constructores de viviendas, lo cual hacía más difícil la preservación de pruebas de su paso por este mundo. El Museo de Historia de Oslo muestra cientos de objetos utilizados por los primeros vikingos en el siglo X a.C. que no eran de fabricación propia, sino llegados con los adelantados foráneos. Las mezclas raciales de los anditas con las gentes mediterráneas prosperaron más eficazmente, sentando los cimientos de una raza europea del sur, la más mezclada de todas pero quizás la más fuerte. Gente no demasiado alta, morena y de cabeza alargada, con mezcla de componentes saharianos debido al comercio con los pueblos norteafricanos.
Los vascos y los bérberos son dos de esas ramas supervivientes. Eso es lo que había en la Europa del año 3000 a.C. Tiempos de la incipiente Edad del Bronce. En Escandinavia se adoraba a la madre tierra, mientras en Britania, Francia y la Península Ibérica se adoraba al Sol, mediante la construcción de templos circulares. Una raza blanca fuerte y robusta que gustaba de levantar grandes piedras como homenaje a su dios. Un gran momento para la cultura agrícola del sur de Europa. En zonas británicas e irlandesas, todavía persisten en su folclore restos de aquellas supersticiones, así como amuletos pétreos para protegerse del 'mal de ojo' y 'piedras de trueno' en las chimeneas para protección contra los rayos. Claro que los bretones nunca se mezclaron con los escandinavos y son por tanto supervivientes puros de los anditas de Europa occidental.
No podemos pues hablar de una raza europea. Es un error clasificar a los europeos como nórdicos, alpinos y mediterráneos. Han sido demasiadas las mezclas como para poder agruparlos con tanta ligereza. Si nos remontamos al comienzo de esta entrada, allá por el año 5000 a.C., quizás pudiéramos hablar de razas relativamente bien definidas pero, de entonces a esta parte, ya no es posible definir ni identificar distinciones con ninguna claridad. Ni siquiera en el año 3000 a.C. los pueblos podían pertenecer a una sola raza. El hombre, en su búsqueda por mejorar sus condiciones de vida, siempre fue nómada y mezcló su sangre con aquellas otras razas que encontraba en su camino. No sabemos pues quienes somos, ni de donde venimos, pero menos aún hacia donde vamos...
RAFAEL FABREGAT
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