5 de octubre de 2012

0811- CURIOSIDADES DE LA LEJANA CHINA.

Aprendiz de mucho, maestro de nada. Así fue siempre mi vida, un hambre continua de conocimientos muy superior a mi capacidad pero, en fin, uno nace con lo que de bueno o de malo le ha tocado en suerte y poco o nada se puede hacer. Por eso iremos todos al cielo, si lo hay. Nadie se hace a sí mismo, como a tantos nos gusta pregonar, y así llegamos al final del camino, desnudos como llegamos. 
Pero esta entrada no es para hablar de filosofía, sino para comentar alguna de las curiosidades que encierra China. Algunas pueden ser sobre La Ciudad Prohibida. Ciudad Imperial y lugar de descanso de sus emperadores, hermético lugar donde hasta el aire precisaba de permiso de entrada... 

Pekín se llamaba entonces Beijing y el Palacio La Ciudad Púrpura, nominación proveniente de su paralelismo con la constelación de tonos púrpura en la que la Estrella Polar ocupa el punto central, del mismo modo que lo hacía el emperador. El palacio se construyó entre los años 1406 y 1420. En él han vivido los 24 emperadores de las dinastías Ming y Qing desde 1.368 hasta 1.911 cuando el último emperador feudal (Puyi) fue derrocado por la Revolución de XinhaiSuena un poco extraño pensar que un lugar tan hermético tuviera casi 10.000 habitaciones, la mayor parte ocupadas; pero naturalmente había que dar cobijo a todos los que facilitaran las comodidades y la seguridad de los emperadores, así como el mantenimiento y limpieza de tan inmensos espacios. En tan modesta mansión, de 720.000 m2., vivían alrededor de 12.000 personas. La Ciudad, estaba rodeada de un foso de 52 m. de ancho, 15 m. de altura y 25 Km. de longitud. 

Durante más de 500 años solo contadas personas podían acceder a la Ciudad y ciertos espacios eran impenetrables también para ellos, puesto que el emperador era Dios en la tierra y solo los más allegados cortesanos podían ser recibidos por "el Hijo del Cielo".
Algunas de las entradas a las diferentes salas están triplicadas, en cuyo caso jamás se podía acceder por la puerta central por estar reservada exclusivamente al Emperador. A pesar de tantas restricciones, los emperadores tenían un miedo atroz a la muerte pues sabían la envidia que despertaban y la imposibilidad de una seguridad total. Prueba de ello es que la decoración natural de los chinos son los árboles y allí puedes verlos en todas las salas de la Ciudad, pero no en la última de ellas, especialmente reservada para el emperador. El motivo era evitar que los posibles asesinos tuvieran donde esconderse. 

En esa sala exclusiva del Emperador, los ladrillos del pavimento son diferentes al del resto de construcciones. No es una cuestión puramente ornamental. A pesar de su color negro se llama "ladrillo de oro" y aún tratándose de una sala extraordinariamente grande el suelo está formado por siete capas de ese ladrillo tan duro y caro por su cocción especial. El motivo era evitar que ningún asesino pudiera cavar una zanja desde el exterior y llegar a los aposentos del Emperador por el subsuelo. Hoy la Ciudad Prohibida es visitable, pero no libremente. Hay algunos accesos, como el del salón del trono, que solo los chinos pueden visitar y en número reducido. Para el resto del inmenso complejo es aconsejable hacerlo con un guía especializado, que te vaya contando la historia y diferentes anécdotas sobre el mismo. 

Pero China no es solo la Ciudad Prohibida. Hay más, mucho más, no en vano es una de las culturas más antiguas del mundo. En ese país es muy habitual echar escupitajos al suelo y hay puntos en que, por la elevada contaminación, o porque son más cochinos que los demás habitantes del planeta, ello es perfectamente visible. Últimamente, con su apertura al mundo, las autoridades pretenden corregir esta práctica y han colocado señales al efecto, aplicando incluso multas. También es muy común que, en los rincones más o menos abiertos de los monumentos, todos los niños y algunos adultos orinen. Es pues aconsejable que, aún en épocas de calor, se lleve calzado cerrado pues no se sabe muy bien qué puedes pisar. Esto no sucede solo en calles o pisos de tierra, sino que puedes verlos ya en el propio aeropuerto. Hay que pasar de ello pues es inevitable. Ellos, por el contrario, ven como una asquerosidad el sonarse la nariz, algo que desde su punto de vista hay que hacer en la intimidad. 

Pero es en los servicios donde esa falta de intimidad es más notoria ya que, incluso en los de señoras, cuando cruzas la puerta no hay separación alguna entre las diferentes tazas. Hagas aguas menores o mayores, todas cuantas personas vayan a los mismos pasan por delante tuyo o se sientan a tu lado. Y otra cosa. Es muy fácil que haya secador, pero no papel higiénico. Mejor llevar cada cual el suyo. En cuanto a la comida... Los chinos se comen todo lo que tenga patas y si no tiene patas, también. Así pues comen perros y gatos, cucarachas, serpientes y alacranes, por poner algunos ejemplos. Les va bien aquel refrán que dice que "todo lo que nada, corre o vuela... a la cazuela". También tienen muchas supersticiones. Por ejemplo, en los aviones regulares del interior del país no existen los asientos 13 y 14. El saludo entre hombres y mujeres no admite el beso, sino pronunciar la palabra "ni hao" (hola) o, a lo sumo, estrechar mano. Para evitar comparaciones odiosas, los banquetes de boda se celebran de dos en dos y los invitados entregan entonces su regalo, siempre en efectivo y dentro de un sobre rojo. Los gastos del restaurante se comparten entre las dos parejas de novios en base al número de invitados que lleve cada cual. 

En cuanto a las compras... China va muy por delante de los zocos establecidos en los países árabes. Cuando se establecen conversaciones de tipo comercial con los chinos, debemos saber que el precio de salida se pone en base a que el importe final a pagar ha de ser un tercio del pedido inicialmente. De no hacerlo así, pagarás tres veces su precio o será imposible que el trato llegue a cerrarse. En cuanto a las comidas, atención aquellos que tengan el estómago delicado ya que suelen abusar mucho de las especias y de las frituras. 
En resumidas cuentas... ¡Que ya estamos bien aquí...! ¿No les parece?.

RAFAEL FABREGAT

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