19 de noviembre de 2015

1941- EL DULCE TOMATE... DE BUÑOL.

Buñol, municipio del interior de la provincia de Valencia (España) pudo haber sido famoso por su interesante castillo de origen almorávide (s.XIII) o por sus jugosas y dulces naranjas pero, cosas de la vida, se metió en la Historia por unos tomates que nada tienen que ver con esta población. Buñol es pueblo importante de la comarca de La Hoya, con más de 10.000 habitantes y término municipal de 112,4 Km2 de superficie. 


Localidad con mucha e interesante historia, romana, visigoda, árabe y medieval. Con la expulsión de los moriscos perdió dos tercios de su población. Ante las quejas del Conde de Buñol al rey Felipe III, 33 pobladores mallorquines fueron enviados para repoblar la localidad.
Claro que en esta entrada al blog, escrita en forma más jocosa que histórica, lo que se pretende contar es su famosa "tomatina", hecho que la ha situado en el plano internacional. Increíble que una batalla de tomates le de voz a un pueblo que apenas la ha tenido con tan larga y compleja historia, repleta de conquistas y reconquistas. Así es la vida. Un juego en el que no gana quien más números lleva, ni quien más lo merece o necesita. 

Desde el punto de vista agrícola, afín con el tema que nos ocupa, hay que decir que Buñol era a finales del siglo XIX eminentemente vitivinícola pero a principìos del siglo XX la filoxera acabó con la mayor parte de sus viñas.
Tomó fuerza la industria, papelera, cementera y textil, pero su agricultura siempre fue escasa y más bien de secano (algarrobos, olivos, almendros, etc.) a pesar de contar con las aguas de su río Buñol, con el que apenas se regaban unos cuantos huertos familiares de hortaliza o frutal. Está claro que los lectores esperan ansiosos la historia de la tomatina de Buñol pero, ¡hay tan poco que contar...! 


Cada año, y en el presente se han cumplido 70 años de historia, se celebra en esta localidad una guerra entre jóvenes y mayores, cuya única arma son los sabrosos y maduros tomates que se adquieren normalmente en almacenes de frutas de la localidad de La Llosa, en la vecina provincia de Castellón. 
¿Por qué se celebra tal acontecimiento cuando ni siquiera se trata de un cultivo local?. Pues bien, su origen parece ser que proviene de un desfile de "gigantes y cabezudos" llevado a cabo en las fiestas de la localidad de 1.944 y en el que muchos de sus jóvenes no pudieron participar, motivo por el cual no se les ocurrió cosa mejor que lanzarles tomates y hortalizas a los amigos que si consiguieron salir en el desfile. Al año siguiente la suerte favoreció a los que habían quedado fuera el año anterior y también ellos fueron recibidos a tomatazo limpio. 

Poco a poco esto se volvió tradicional y finalmente el año 1959 se instauró como fiesta oficial de la localidad. Actualmente es una gran fiesta internacional en la que participantes de todas las partes del mundo se lanzan las 120 toneladas que el Ayuntamiento adquiere para la ocasión.
La Fiesta de la Tomatina empieza la noche anterior con lo que allí llaman "La Empalmá" cuyo significado consiste en empalmar la fiesta del día anterior con la de la mañana de "La Tomatina". A tal fin, en la Plaza Mayor de la localidad se reparte un buen desayuno gratuito a todos los que acudan a la fiesta y acto seguido los participantes intentan coger un sabroso jamón que cuelga de un poste enjabonado. 


Como sea que son tantos los que intentan ganar el jamón, poco a poco el jabón va desapareciendo y siempre hay quien finalmente se lo lleva. Después de este "competición deportivo-festiva" empieza la batalla más divertida de la Historia a base de lanzarse tomates unos a otros. Por un recorrido previamente determinado, van entrado los camiones portadores de los 120.000 kilos de tomates a granel. Decenas de jóvenes impacientes se meten en la caja de los camiones y lanzan los primeros tomatazos, hasta que en un momento determinado el camión levanta el volquete y tomates y lanzadores caen en mitad de la calle, lanzándose la juventud a tirarse tomatazos unos a otros. 


Así un camión tras otro hasta completar las 120 toneladas que suelen descargarse, mientras los vecinos colaboran en la fiesta sacando sus mangueras por las ventanas mojando a las hordas de jóvenes que invaden las calles. Al finalizar "la guerra" todos los participantes marchan a la orilla del río donde el Ayuntamiento tiene dispuestas duchas para atender las necesidades de limpieza y cambio de ropa de los "soldados" de tan popular batalla. Más de cien nacionalidades se dan cita todos los años en este evento veraniego.

RAFAEL FABREGAT 

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