Apenas hace un par de décadas se encontró un papiro muy deteriorado que, tras arduos trabajos de reconstrucción, resultó ser una versión más del Evangelio, en este caso firmado por Judas Iscariote.
Al parecer éste no se ahorcó ni era el traidor que nos cuenta la Iglesia Católica, sino el más fiel discípulo de Jesús que en determinado momento convenía a la narrativa que quedara ante el mundo como malvado traidor de la figura de Jesús de Nazaret.
Tales noticias dispararon las mentes de los eruditos de la Historia y las investigaciones se pusieron en marcha con un resultado alentador.
Se trataba de uno más de los setenta evangelios apócrifos que se escribieron tras la (supuesta) muerte de Jesucristo, el creador del cristianismo.
En todos ellos se recogen las enseñanzas de Jesús de Nazaret y se combinan hechos, rumores y la fantasía más pintoresca, sin que nadie sepa cual fue la realidad exacta.
En todos ellos se recogen las enseñanzas de Jesús de Nazaret y se combinan hechos, rumores y la fantasía más pintoresca, sin que nadie sepa cual fue la realidad exacta.
Ante tal diversidad de evangelios y tantas teorías e historias entremezcladas, la facción cristiana de Roma que era la más poderosa, decidió con buen criterio poner orden al cáos y seleccionó un grupo de evangelios escritos en el siglo II que dio por oficiales y auténticos y que son los que han llegado a nuestros días.
¿Verdaderamente eran éstos los auténticos?.
Naturalmente no lo sabe nadie y tampoco las más altas autoridades de la Iglesia Católica.
Sencillamente se elegirían aquellos que, a criterio de quienes mandaban, eran más acordes a sus ideas y conveniencias. Así de fácil.
Claro que esta selección no se aprobó en dos días, ni tampoco de forma pacífica. Siguieron cuatro siglos de luchas y de derramamiento de sangre, pues todos los evangelios tenían sus partidarios y todos querían imponer su criterio a los demás. Como en todas las guerras, ganaron lógicamente los más fuertes y poderosos.
Sucede lo mismo con la Biblia que, según la tradición judía y cristiana, dice transmitir la palabra de Dios a través de los Macabeos y aunque se desconoce el autor, se sabe escrita por un judío leal a su patria y fiel conocedor del pensamiento teológico de la antigüedad.
Aunque los libros originales se han perdido, parece ser contemporáneo de los hechos que narra sobre la independencia de los macabeos de Jerusalén y la autoproclamación de Simón Macabeo como etnarca de Jericó, lo cual la sitúa alrededor del año 100 a.C. y concretamente durante el mandato de Hircano I, hijo de Simón Macabeo, que gobernó Judea entre el 134 a.C. y el 104 a.C. ya que también narra el intento de Antíoco IV Epifanes de helenizar al pueblo judío.
La Biblia nos cuenta que cuando Yahvé concedió a las tribus de Israel "la tierra prometida", esta ciudad ya existía.
Fue la primera ciudad que los israelitas avistaron a su salida del desierto. Habitada por los cananeos, éstos intentaron defenderla del pueblo invasor pero los israelitas, capitaneados por Josué y siguiendo las instrucciones de Yahvé hicieron sonar sus trompetas y las murallas se desmoronaron permitiendo el ataque de la ciudad y su rápida conquista.
Naturalmente hay otras versiones bastante más serias al respecto...
Parece más probable pensar que cuando los israelitas llegaron a Jericó las murallas ya estaban derruidas pues la ciudad había sido saqueada mucho tiempo atrás, tanto que la ciudad estaba en un estado de semi-abandono.
Por los datos históricos que se tienen, la fortaleza pudo haber sido destruida por algún fenómeno natural o con maquinaria de la época, concretamente arietes de tecnología sumerio-arcaica y torres de asalto que ya entonces se utilizaban en los asedios.
Con los años, dicha victoria sería atribuida a los propios israelitas, que nada tuvieron que ver con los hechos, pero que realzaban su historia militar.
La Biblia es sin duda una interesante leyenda, muchas veces salpicada de importantes hechos históricos, motivo por el cual algunos la dan por cierta en la totalidad de todos los datos que contiene.
La Biblia es sin duda una interesante leyenda, muchas veces salpicada de importantes hechos históricos, motivo por el cual algunos la dan por cierta en la totalidad de todos los datos que contiene.
Más bien debería ser al contrario. La Biblia es fuente de conocimiento pues narra sin duda hechos que sucedieron realmente en la antigüedad, pero el problema es que nadie conoce la frontera entre la historia y la leyenda.
Sin embargo, la Biblia a la que nos hemos referido hasta ahora, es la narrativa de un simple hombre, que cuenta las historias que vio y las leyendas que le contaron. A éstas el cristianismo añadiría otras y otras más, hasta llegar a los textos que conocemos en la actualidad, ya incluido el Nuevo Testamento.
Sin embargo, la Biblia a la que nos hemos referido hasta ahora, es la narrativa de un simple hombre, que cuenta las historias que vio y las leyendas que le contaron. A éstas el cristianismo añadiría otras y otras más, hasta llegar a los textos que conocemos en la actualidad, ya incluido el Nuevo Testamento.
Nadie conoce con exactitud ni siquiera el origen de su título. Dicha expresión (Biblia) fue utilizada por los hebreos para referirse al Tanaj o Antiguo Testamento y tuvieron que pasar varios siglos para que empezaran a utilizarla los cristianos, como conjunto de libros que forman el Antiguo y Nuevo Testamento pues, en la versión cristiana, recoge los evangelios y las cartas apostólicas. Ya con título en latín, se empezó a utilizar el término Biblia Sacra puesto que dicho idioma no contiene artículos. Finalmente de neutro plural pasó a considerarse femenino singular, entendiendo "La Sagrada Biblia" como nombre propio de todo el conjunto puesto que, realmente, se trata de documentos inicialmente separados. Las enseñanzas que reúne, se considera que abarcan desde el 900 a.C. hasta el 100 d.C.
En un mundo de sorpresas permanentes, que no siempre van por el camino de la verdad, en 1.844 se descubrió en el Monasterio de Santa Catalina, a los pies del monte Sinaí, lo que parece ser la Biblia más antigua del mundo. Se trata del Codex Sinaíticus, una colección de manuscritos del siglo IV a.C. escritos en griego antiguo. Sin embargo este tesoro histórico está repartido por el mundo. Trescientas cuarenta y siete hojas están en la Biblioteca Británica de Londres; doce hojas y catorce fragmentos en el Monasterio de Santa Catalina; cuarenta y tres hojas en la Universidad de Leipzig (Alemania) y tres hojas y algunos fragmentos en la Biblioteca Nacional rusa de San Petersburgo. Para alegría de los estudiosos del tema, todo este material está reunido en www.codexsinaiticus.org con acceso libre y gratuito, a fin de que todos los interesados puedan colaborar en su investigación.
RAFAEL FABREGAT
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