Sucede a veces que escribiendo me suelo meter en el asunto con tal vehemencia que no puedo evitar incluso escribir palabras malsonantes que en mi lenguaje habitual no suelo utilizar.
Es ese otro "yo" que todos tenemos en lo más profundo y que siempre queda a falta de pulir. Esto sucede porque las ideas afloran a la mente de forma tan impetuosa y liberal, que a veces llegan a ser groseras y hasta ofensivas.
De pronto la mente plácida y tranquila, casi adormilada, se despeja ante las injusticias de la vida y llegan palabras a borbotones que se plasman en la escritura arrasándolo todo.
De pronto la mente plácida y tranquila, casi adormilada, se despeja ante las injusticias de la vida y llegan palabras a borbotones que se plasman en la escritura arrasándolo todo.
La solución, está claro, es repasar de forma tranquila y sosegada antes de editar una entrada pero, a veces, el cuerpo pide guerra y se niega a obedecer los consejos de la prudencia.
¿Qué hacer en estos casos...?
Escribir algo deslavazado, en busca de una corrección que no disguste al lector, no me parece la mejor solución pues le quita autenticidad. Por otra parte hacerlo con esa profundidad puede sacar lo mejor de cada uno de nosotros, pero también tiene el peligro de poner a flote instintos recónditos de guerrero acorralado que tampoco son deseables.
Cuando esto sucede, el pacífico gato, siempre durmiendo panza arriba, se vuelve descarado y peleón. Desde mi punto de vista el lector es persona inteligente y no vale escribir con falsedad para contentar a la audiencia. Uno podrá ser mejor o peor, pero la primera condición es ser auténtico.
Mmm... Estoy pensativo. La violencia no me gusta, pero ser falso a la hora de hablar o escribir es como no ser nada. Pero está claro que la autenticidad tiene sus peligros...
Mmm... Estoy pensativo. La violencia no me gusta, pero ser falso a la hora de hablar o escribir es como no ser nada. Pero está claro que la autenticidad tiene sus peligros...
Una foto inconveniente o un comentario malsonante puede ofender a determinados lectores, pero así es la vida. Las cosas no son como nosotros quisiéramos.
Cada día nos levantamos con una de cal y otra de arena sin que nada pueda hacerse por cambiarlo. Como todas las cosas de la vida, también lo de escribir tiene su lado bueno y malo. No es nuestro pecado el plasmar la realidad de las cosas o el pensamiento que sobre ellas tengamos. No somos dioses y de cada uno de los acontecimientos diarios tenemos nuestra opinión y nuestra personal forma de verlos.
La verdad es algo que no existe. Siendo como es algo subjetivo, cada cual lo ve de diferente forma y la verdad es simplemente "nuestra" verdad.
En cuanto a la forma de escribir... ¿Conviene hacerlo de forma polémica, o mojigata?. Pues bien, creo que lo mejor es ser uno mismo. Pacífico para unas cosas y guerrero para otras.
A veces me he tapado los ojos y he intentado cambiar, dorar la píldora como hacen otros, pero no puedo. A todos no se puede agradar y, desde mi punto de vista, lo más importante es ser auténtico.
A veces me he tapado los ojos y he intentado cambiar, dorar la píldora como hacen otros, pero no puedo. A todos no se puede agradar y, desde mi punto de vista, lo más importante es ser auténtico.
Como es natural a unos podrás gustarles y otros te odiarán a muerte. ¿Qué puedo hacer?. ¿Convertir mi vida en una mentira absurda?. Todos sabemos que gran parte de la gente dice lo que no piensa y hace lo que no siente. A eso se le llama urbanidad, puro teatro tantas veces plasmado en este blog, pero ese no es mi estilo y por mucho que me pese considero que el camino de la verdad es el auténtico camino que como persona quiero seguir. Sé que ello puede acarrearme enemistades, pero lo ser actor no va conmigo ni con mi forma de entender la vida.
Yo no tengo nada contra aquellos que quieran vivir de ese modo. Es más, estoy incluso de acuerdo con la conveniencia de ese modelo de vida, que me consta tiene más ventajas que inconvenientes.
Yo no tengo nada contra aquellos que quieran vivir de ese modo. Es más, estoy incluso de acuerdo con la conveniencia de ese modelo de vida, que me consta tiene más ventajas que inconvenientes.
Sin embargo cada cual es como es y, desde luego, la profesión de actor no va conmigo. Tengo la desgracia de que se me nota, incluso en demasía, cuando estoy contento y cuando estoy fastidiado.
Lamentablemente, mi mayor desgracia es que soy auténtico. Yo no quisiera que esto fuera así, pero así es y tengo que vivir con ello.
Lo siento. Intentaré enmendarme. Claro que, ¡a estas edades...!
RAFAEL FABREGAT
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