27 de julio de 2013

1088- DE ZÁNGANOS Y OBREROS.

El Diccionario de la Lengua Española dice de los zánganos: "persona holgazana que se sustenta de lo ajeno". Claro que esto tiene tantas variables que al final uno no sabe exactamente en cual de ellas encaja. Porque uno puede ser obrero, estudiante, empresario, funcionario, o "nini". 
La única diferencia será el beneficio que para el país, e incluso para su propia casa, aporte. Desde luego todas las categorías visten y calzan, sin contar algo todavía más caro y frecuente que es el sentarse a la mesa a la hora de las comidas. ¿Quien paga todo eso?. Tal como se ha dicho antes, la respuesta hay que buscarla en el Diccionario: ¡Viven de lo ajeno!, es decir, del trabajo y sudor de los demás. Así pasan la vida los sindicalistas y otros muchos. Comiéndose la sopa boba gracias al trabajo y rendimiento extra que sus "compañeros" aportan a la empresa ya que cuando el empresario calcula el coste del producto que fabrican, naturalmente el sueldo de los zánganos sindicales también está contabilizado. 

Los únicos momentos en los que el sindicalista es compañero del obrero, es cuando pide aumento de sueldo y cuando recoge el sobre con la paga. Ahora que todos suelen cobrar por medio de transferencia bancaria, ni eso. 
Mejor así, ya que debía ser bastante violento juntarse con los obreros en ventanilla, a la hora de recoger una paga que no se habían ganado. ¡Y con el tufo que hacen los obreros!, dirían ellos... ¡Vaya mierda!. Al igual que si de una colmena se tratara, hay diferencias notables entre el zángano y el obrero. El primero va mejor vestido pues sabe que no va a ensuciarse. El segundo tiene mejor formada la musculación de piernas y brazos, puesto que el trabajo diario la desarrolla de forma natural. Claro que el zángano, también puede apuntarse a un gimnasio y desarrollar esos mismos músculos, mientras suena la música alegre del espinning y la pantalla proyecta la imagen de una rubia despampanante a la que debemos alcanzar, mientras los compañeros manejan la llave inglesa... 

Desde luego no es lo mismo que estar todo el día apretando tuercas o cavando zanjas. ¡Ni se le parece!. Yo de los estudiantes no digo nada. Todos sabemos que hay algunos que se encallan y cumplen los treinta y tantos años para sacarse la carrera de maestro de escuela de párvulos pero, en fin... Cada cual tiene su capacidad y nada que objetar al respecto. Aquí de lo que se trata es de aquellos que, teniendo capacidad no la emplean, o que teniendo oportunidad de trabajar tampoco quieren hacerlo. De los "ninis" forzosos, con carrera o sin ella, que quieren trabajar y no pueden porque no encuentran trabajo, tampoco hay nada que objetar. Pero, ¿qué me dicen ustedes de aquellos "zánganos" que NI quieren seguir estudiando NI quieren trabajar?. Vaya sablazo para los padres. No me extraña que la mayoría solo quieran un hijo y hasta incluso que no quieran ninguno...

¿Qué puede hacer un padre, cuando se le presenta semejante papeleta en su propia casa?.  ¡A los "ninis" voluntarios, ni móvil, ni paga, ni comida en el plato!. Claro que eso es muy fácil decirlo, dirá aquel padre que tiene la desgracia de haberle tocado uno de estos... Pues si, es verdad. Es muy fácil arreglar la casa de los demás cuando, probablemente, no sabemos como arreglar la nuestra. 
Cuando un hijo se niega a seguir estudiando, con carrera terminada o sin ella, y tampoco le apetece demasiado ponerse en la obligación de trabajar... ¿qué haces?. ¿Mandarlo a la puta calle, como sin duda se merece?. Hombre... ¡si fuera el hijo del vecino, sería más fácil...! Pero cuando se trata de tu propio hijo, la cosa cambia. Tratarás de hacerlo reflexionar y, si fracasas, tendrás que aguantarte y mantener al holgazán como mejor puedas. ¿Qué vas a hacer si es tu hijo?. Es lo que te ha tocado en suerte...

Al atardecer el joven normal, si es que todavía quedan de esos, llega al tugurio de turno y tras pedir una bebida en la barra mira desde la sobriedad hacia la sala controlando el ambiente... Unos tíos sin ningún atractivo rondando la cuarentena, con sobrepeso pero de cartera fácil, enredados con barriguitas juveniles y sugerentes... Más allá un grupito de niñatos, cubata en mano, con sus polos de Lacoste o Burberry y zapatos náuticos conversando con unas chiquitas que, al mismo tiempo, mueven sus breves caderas al compás de la música entre exclamaciones pijas... ¡Jo tío, sí, tu...! El "normal", que allí de normal no tiene nada pues ha entrado sobrio y con solo sangre en la venas, toma un sorbo del combinado y sigue explorando el ambiente esperando entablar conversación, seria o trivial, con alguien que sepa de qué le estás hablando. Pero la normalidad escasea... 

¡Vaya mierda! -reflexiona para sí. No sabe lo que quiere, pero sabe que quiere otra  cosa. 
Naturalmente espera que llegue pronto el viernes, necesita encontrar una barriguita que le acoja, pero lo que el busca no es el placer momentáneo y fugaz. Quiere encontrar la estabilidad de algo especial y profundo a quien dar y de quien recibir algo más que un instante esporádico sin huella. Eso que denominamos amor y que para unos es tan fácil y para otros tan extremadamente difícil, por mucho que las oportunidades sean las mismas y porque lo diferente son los objetivos. Para quien no tiene una meta definida, el hallazgo es tan fácil de encontrar como rápido es repudiarlo. El problema es cuando se trata de encontrar un proyecto de dos. Las almas gemelas son tan escasas... 

Aún siendo casi gemelas en el plano amoroso, no es fácil encontrar un similar proyecto de vida. Por esa impaciencia se produce en no pocas ocasiones la unión de obreros y zánganos. Dos objetivos tan distintos que están condenados al fracaso
Uno trabajador y ambicioso, con grandes expectativas a largo plazo; el otro mojigato, tranquilo y ocioso, buscando vivir lo mejor posible con el mínimo esfuerzo, sin ilusiones, sin metas, sin objetivos a recorrer... ¿como puede funcionar esa pareja, por muy bien que se complementen en la cama?. Más pronto que tarde, la separación está servida. Los padres de uno/a y otro/a disgustados se preguntan el como y el por qué... Diferencia insalvable de caracteres, eso es todo. Si eran tan diferentes, ¿por qué se casaron? -se preguntan algunos. 

Pues se casaron porque el amor te pone una venda en los ojos y aún cuando esa venda te haga vislumbrar un incierto resultado, el amor te hace creer que con el tiempo podrás cambiar su carácter, algo que todos sabemos que nunca sucede. Es más. Con el tiempo los caracteres se acentúan puesto que, con la confianza, se baja la guardia y nuestros instintos naturales afloran con mayor facilidad. Claro que esperando, esperando, pasan los años, vienen los hijos, te plantas en los cuarenta y tantos... ¡y ya es tarde!. Actualmente la gente no tiene paciencia y algunos, aunque tarde, explotan y lo mandan todo a la mierda, pero otros aguantan.
¡Me ha tocado a mí! -se lamentan algunos. Lo que si está claro es que zánganos y obreros difícilmente pueden congeniar. 

Tan claro como que solo tenemos una vida y tiene que ser lamentable vivirla con la persona equivocada. Dicen que el amor todo lo disculpa y perdona pero yo no lo creo. Está claro que algún momento de confrontación por diferencia de criterios en determinada causa, todos hemos atravesado. Pero más pronto que tarde las aguas vuelven a su cauce porque hay amor y porque las metas son las mismas. Si no es así, mejor dejarlo. Puede que en un principio, cuando el amor tiene peso y fuerza suficiente, las diferencias puedan soportarse pero, cuando el amor se relaja y se recobra el raciocinio, la realidad aflora y las diferencias emergen con más fuerza. Por mucho que los muevas, agua y aceite no pueden unirse. 
A los ninis, ¡Que los aguante su madre!. (Pobre mujer...)

RAFAEL FABREGAT

No hay comentarios:

Publicar un comentario