22 de junio de 2019

2796- FOLLAR NO SIEMPRE ES SANO.

Follar es sanísimo sí, pero cuando eres joven y sobra el potencial que te da la naturaleza y esa etapa de la vida, donde todo pasa muy deprisa. Cuando te haces mayor ya es otra cosa y si no que se lo pregunten a Fernando el Católico, II rey de Aragón y viudo de Isabel I de Castilla. Lo de preguntarle es un decir, claro, pues hace ya varios siglos que se "durmió" y todavía no ha despertado, ni creemos que lo haga.
Como buen católico, Fernando no era muy promíscuo, pero los picores iban a más y por lo tanto no tardó en contraer nuevas nupcias que le aliviaran. En Noviembre de 1504 fallecía Isabel y en Octubre de 1505 se  casaba nuevamente, esta vez con una jovencita francesa de 18 años. Él tenía 53. Algo no cuadraba en el matrimonio y está claro que eran los años.

Doña Germana de Foix que así se llamaba la moza no era muy agraciada, a lo que había que sumarle una cierta cojera, pero era alegre y abierta y tenía 18 años. 
A esa edad no hay ninguna mujer fea, por lo que Fernando se apresuró a cumplir con su obligación, aunque con más ilusión que poderío. Lejos del ímpetu que le hizo famoso en su juventud, pasada la ilusión por el "juguete" nuevo, Fernando empezó pronto a fallar en sus acometidas y hubo de buscar remedios entonces muy rudimentarios. 
Varias cortesanas aconsejaron a su joven esposa que le preparara ciertas tisanas a base de hierbas, la mayoría venenosas, junto con testículos de toro en celo que le daban tanto asco que le provocaban vómitos y abatimiento crónicos. 
Finalmente acudieron al viagra natural de aquellos tiempos que era la "mosca española". El bicho en cuestión tenía tal toxicidad que usado también en emplastos producía llaga en el lugar donde se aplicara. El coleóptero es de color verde metalizado y su hábitat suele estar en olivos, álamos, etc.

Se trataba de la cantárida, un escarabajo verde que muerto, seco y reducido a polvo venía utilizándose desde muy antiguo como vasodilatador natural. Sus efectos son parecidos a lo que hace el viagra actual, pero sin atenuante alguno de sus contraindicaciones. En dosis altas o frecuentes irrita la mucosa gastrointestinal, provocando vómitos, mareos y diarreas que pueden derivar en un fallo renal e incluso la muerte. Pero claro, el rey quería y no podía, con lo cual el uso era relativamente frecuente y todo lo que es contranatura, más pronto o más tarde acaba pagándose. Pocos años después empeoraron sus problemas cardíacos y el 23 de Enero de 1516, con 63 años de edad, abandonó este mundo no sin antes rogarle a su nieto Carlos I de España y V de Alemania, que cuidara de su joven esposa. Carlos era hijo de Felipe el Hermoso y de Juana la Loca, heredera del trono de Castilla

El joven príncipe Carlos I tenía tan solo 16 años al fallecimiento de su abuelo Fernando II y se lo tomó al pie de la letra. Nieto también, por vía paterna, de Maximiliano de Habsburgo y de María de Borgoña heredó los territorios austriacos y el derecho al trono de Aragón, Castilla, Navarra, Nápoles, Sicilia y las Indias. Carlos I había nacido en Gante (Flandes) puesto que, viviendo allí con su esposo Felipe el Hermoso, Juana se puso de parto y dio a luz, completamente sola, en el baño y a las 3,30h. de la madrugada del día 24 de Enero del año 1500. 
En Noviembre del año siguiente el matrimonio marchó hacia España para ser nombrados oficialmente sucesores al trono de Castilla y León, dejando al pequeño Carlos al cuidado de Margarita de York, duquesa de Borgoña, para que conociera la historia de sus orígenes y recibiera educación. Por toda esta serie de cosas, el joven príncipe no viajó a España hasta Septiembre de 1517, motivo por el cual no hablaba una sola palabra de español.

Joven inexperto, e incapaz de comunicarse con castellanos y aragoneses, Carlos I de España causó una mala impresión a todos, excepto a su abuela Germana de Foix. Ambos hallaron en el francés, lengua natal de ambos, la manera de comunicarse y pronto surgio entre ellos el romance prohibido. Germana tenía entonces 29 años y Carlos era un joven enamoradizo que todavía no había cumplido los 18 años y que quedó deslumbrado por aquella mujer que le brindó agradecida todo su amor y experiencia. El palacio del joven rey y la casona de la viuda alegre eran anexos y estaban separados por escasa distancia. Con la excusa de poder visitar en seco, su hermana Leonor y él mismo a la reina, Carlos ordenó levantar un puente de madera que conectase ambos edificios. En 1518 Germana dio a luz una niña a la que puso el nombre de Isabel. La paternidad fue ampliamente cuestionada por todos los historiadores pero nada quedó probado. Solo un detalle... A su muerte Germana dejó en herencia su joya más preciada, un collar de 133 gruesas perlas, a la "serenísima Doña Isabel, infanta de Castilla, hija de su majestad el rey, mi señor e hijo". No era menester decir nada más...

RAFAEL FABREGAT

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