SAN FRANCISCO DE ASÍS. Óleo de Zurbarán. |
Ya con la pena cumplida, en 1206 y en la pequeña iglesia de San Damián, entonces casi abandonada y medio derruida, tuvo su primera visión. En el silencio de su contemplación, la figura románica de Jesucristo crucificado le dijo:
Francisco, ve y repara mi iglesia. Ya lo ves: está hecha una ruína".
El joven corrió a su casa paterna y cogiendo una buena cantidad de paños del almacén marchó a venderlos entregando el dinero obtenido al sacerdote de San Damián para la restauración del templo. Este hecho provocó la ira de su padre ya que, si no le gustaba la vida licenciosa que había llevado hasta entonces, tampoco le gustó que malvendiera el material que tantos sudores les costara para regalar el dinero a la iglesia. Francisco se despojó sus vestiduras y se las entregó a su padre diciéndole que por amor a Dios renunciaba a cualquier bien terrenal.
El 24 de Febrero de 1209, escuchando la lectura del evangelio en la iglesia de Porciúncula escuchó la llamada de Dios diciéndole que saliera a predicar por el mundo haciendo el bien. Convertido en apóstol, descalzo y con una simple túnica ceñida con una cuerda, pronto atrajo a un número de devotos. Habiendo sido declarados heréticos otros predicadores como él, fue a Roma para que el papa Inocencio III le concediera permiso para predicar. El papa no solo se lo otorgó, sino que además lo nombró diacono. El número de adeptos aumentó rápidamente y con el tiempo formó una orden religiosa que se llamó "Franciscana" y a la que se integró San Antonio de Pádua. Más tarde, con la colaboración de Santa Clara, formaría también otra rama femenina que se llamaría "Clarisa".
En 1215 la congregación se había extendido a Francia y España y en el Concilio de Letrán se reconoció canónicamente la orden. Hacia 1220 llevó la palabra de Dios a Siria y Egipto. A su regreso, el papa Honorio III le pidió que copilara por escrito la regla franciscana para que quedara para la posteridad. Hecho esto, Francisco dejó la orden para dedicarse a una vida más contemplativa y en Septiembre de 1224 recibió los estigmas de Jesucristo mientras estaba junto al Tíber en ayuno y oración. Aquejado de ceguera y fuertes dolores pasó sus dos último años en Asís. Murió el 3 de Octubre de 1226 y dos años después fue canonizado por el papa Gregorio IX, colocándose la primera piedra de la iglesia de Asís que sería dedicada al Santo.
RAFAEL FABREGAT
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