Sí amigos se avecina el gran dilema. Numerosas citas están solicitándose en las clínicas privadas de psicología, puesto que la Seguridad Social no cubre esta clase de casos de depresión generalizada. ¡Hay que desenrollar la madeja...! Normalmente, cuando uno accede al ascensor de su comunidad, lo educado y casi obligado es decir 'buenos días', 'buenas tardes' o 'buenas noches'. Especialmente en las grandes ciudades, la inmensa mayoría no pasan de ahí y algunos ni eso. Como mucho puede hacerse algún comentario sobre el tiempo, especialmente si es adverso, pero nada de inmiscuirse en la vida privada de los demás y ni mucho menos hablar de política... ¡A saber quien te está escuchando!. Demasiado arriesgado puesto que, hasta hace bien poco, todos pensábamos que vivíamos en Democracia pero... ¡Caray con algunos elementos con cara de tontos...!
Con los amigos y compañeros de trabajo de más confianza la cosa ya cambia. Ahí ya te puedes explayar y hablar de deporte, y hasta incluso de política. Es justamente en este entorno donde se plantea el gran problema que se avecina... 'El gran dilema'. Actualmente todo son facilidades y verborrea a raudales, puesto que ninguna lengua se paraliza por cuestión de timidez, siempre y cuando la conversación gire en torno a la política catalana. Hay que ver con que énfasis y con que claridad de ideas hablan todos sobre este tema, siempre y cuando conozcas las ideas del quien tienes delante...
Los culpables a la cárcel. Tendrían que haber convivido con Franco. Son un atajo de ladrones y cobardes. Inhabilitados para la política de por vida. Son más falsos que Judas, etc., etc.
Sin embargo en todos los programas televisivos, lo vemos día tras día, la rebelión de los independentistas catalanes es el agua que apaga la sed, el maná para los hambrientos del suspense y fuente de esperanza para los inocentes seguidores que creen a pies juntillas que sus predicamentos son de buena fe, esperanza y caridad, en una Cataluña fecunda y oronda. Vamos, la excepción que confirma la regla de que una utopía puede ser realizable. Y ahí está el problema. Como decía, todo este cúmulo de cosas ha consumido ríos de tinta, estampado millones de páginas de periódico y llenado muchos estómagos de periodistas becarios que han corrido verdaderos maratones tras la noticia fácil pero siempre difuminada. La cosecha era segura, pero siempre con más paja que grano y nunca fiable. Dos días atrás blanca, ayer negra y hoy gris, todo ello con muchos matices que permiten opiniones distintas.
Para el periodismo, el problema que se avecina es que puede haber una bajada de pantalones por parte de Puigdemont que acabe con este chollo. Las hordas del independentismo de base están temblando, incluso se vislumbran en cada uno de esos individuos unas décimas de fiebre. Claro que quien más va a sufrir el desencanto y el hambre son los becarios del periodismo. Pobres muchachos quedarán sin trabajo, prisioneros de un gobierno que aplique las leyes a rajatabla y poco o nada se podrá decir. Ese es el gran dilema. ¿Qué decir cuando no haya nada que decir?. Y en las comidas o cenas con amigos y familiares... ¿De qué hablar cuando el independentismo haya fracasado?. ¿No me dirán que en los almuerzos mañaneros del día a día, con el bocadillo de longanizas con pisto o la tortilla de patatas entre manos, hemos de hablar del trabajo o de la problemática laboral?. Porque si nos falta Puigdemont y Junqueras... El deporte es muy socorrido, pero solo sirve para los lunes. Claro que el final no lo sabe nadie. ¿Y si Puigdemont obedece al Gobierno, se baja del burro y pide elecciones autonómicas anticipadas?. ¡Ah, todo puede ser...!
RAFAEL FABREGAT
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