16 de octubre de 2017

2516- COBARDÍA GENERALIZADA.

España tiene un gobierno que no se lo merece y una oposición que no sirve para nada. Ni unos ni otros van a salvar al país de los peligros que nos acechan. Menos mal que no estamos en época medieval ya que, de lo contrario, ya nos hubieran echado a todos al mar. Atajo de inútiles y de cobardes, bueyes castrados que tan solo sirven para comer y para que el resto de la manada vea como los piratas se comen los pastos que a todos pertenecen. Dice la Historia que España fue en algún tiempo, muy lejano por cierto, tierra de valientes y temerarios conquistadores, pero ya no. De todas formas la Historia la escriben los hombres y generalmente los que están a la sombra del poder dicen y hacen lo que se les manda. Durante más de 40 años fuimos incapaces de luchar contra el dictador, siempre sometidos a su voluntad. Y así seguimos, pero ahora son muchos más...

Hoy se repite una vez más aquella historia pero con la diferencia que el dictador, cual muñeco Gremlins, se ha multiplicado por miles sin necesidad de mojarle o alimentarle pasada la medianoche. Los españoles no sabemos defendernos y si estamos vivos es porque nos dejan respirar, que no vivir. Nos quieren solamente para trabajar, para alimentar su estómago y su ego. Nuestros políticos no lo son para defender las leyes y juramentos que prestaron en la toma de posesión de su cargo. Valen para la foto en recepciones y desfiles, pero no para tomar las armas y dar su vida por España y los españoles. Es decir, no sirven para nada de lo que dicen servir. Por no servir, no sirven ni siquiera para mantener la unidad del país que representan. Ya que el Gobierno no sirve más que para robarnos el dinero, nos preguntamos para qué sirve la policía, la Guardia Civil y el Ejército.

Claro que al fin y al cabo nos pasa lo que nos merecemos. Cuando llegan las Elecciones Generales un 30 o 40% de los posibles votantes, no acuden a ejercer su derecho. Se quedan en su casa o marchan a la playa o montaña, pasando por completo de la política y de los políticos. Es su derecho, pero después pasa lo que pasa y desgraciadamente pagamos justos por pecadores. No tiene remedio, ya lo sabemos, pero algún día habrá mecanismos para que la voluntad se convierta en obligación. Siempre pensé, tonto de mí,  que la modernidad y los mayores conocimientos de la sociedad traerían cambios favorables para el bienestar y la concordia ciudadana. Está claro que no sirvo para predecir el futuro, pues ha resultado exactamente todo lo contrario. A mayores conocimientos mayores abusos, más corrupción y mayor burla del orden establecido.

La gente normal, la que cumple puntualmente sus obligaciones de toda índole, es una rara especie de tontos en vías de extinción. El resultado será sin duda nefasto, pero inevitable. La gente no sabemos vivir en paz. La única diferencia son los plazos. Antiguamente, apenas un siglo atrás, era impensable no conocer al menos una guerra. De hecho eran dos o tres las guerras que una persona podía ver a lo largo de una vida normal de 60/70 años. Ahora las guerras no son tan frecuentes y, al menos entre los llamados países occidentales, la duración de una vida en paz parece estabilizada, sin conflictos internacionales y con manifestaciones internas que no llegan apenas a alterar el orden público. Hasta ahora poco o nada ha sucedido desde la II Guerra Mundial y tampoco los conflictos civiles se han manifestado en ningún caso con la presencia del ejército.

Siete décadas en paz, permitiendo que toda una generación no haya conocido la guerra, pero ese es un largo plazo jamás conocido y que lamentablemente no será eterno. Aún habiéndose implantado la Democracia, que todos tienen como el mejor de los gobiernos posible, la ciudadanía nunca está conforme con lo que le toca en suerte y tarde o temprano vuelve a los conflictos de siempre. Solo los que mandan y no siempre están conformes con lo que acontece. En el caso de un Gobierno en mayoría absoluta, una parte de la población es contraria a lo que éste propugna. Ya no te digo si este Gobierno ejerce en minoría y sus decretos están supeditados a pactos de toda índole con los opositores. Retocadas las leyes a su libre albedrío, aunque maldiciendo a los gobernantes, unos obedecen y pagan mientras otros callan y hacen lo que les viene en gana. 

Tenemos en la región catalana un claro ejemplo de todo este desorden social y político de difícil solución. Un Gobierno, un Poder Judicial y hasta unas Fuerzas Policiales, que luchan por mantener una normalidad que dista mucho de serlo. Cual si se tratara de la anarquía más absoluta, los gobernantes de esa Comunidad Autónoma se han declarado en rebeldía y han proclamado a los cuatro vientos su independencia del Estado Español y su firme propósito de continuar su camino como República Independiente. Como el sordo que no quiere oir, la respuesta del Gobierno ha sido conminarles a que regresen al redil, pidiéndoles una inútil rectificación de lo ya declarado en su día. Pretendiendo ganar tiempo, para atar todos los cabos de la desconexión con la triquiñuela del "ni te lo niego ni te lo pago", el gobierno catalán dice querer dialogar sin dar un paso atrás. Esperando que, cual ovejas, caigan en su redil.

Lejos de aplicar las medidas de fuerza que den respuesta a este Golpe de Estado en toda regla, el Gobierno y la oposición, igual de ineptos y cobardes, deciden darles unos días más para que reflexionen. Se ríen de todos nosotros y no pasa nada. ¿Qué reflexión van a llevar a cabo, que no sea llevar a cabo la anunciada independencia?. Solo les falta instalar las casetas fronterizas en puertos, aeropuertos y principales vías de comunicación, que sin duda ya deben estar encargadas al fabricante. El día menos pensado los camiones españoles, de ruta hacia Europa, se encontrarán una barrera y tendrán que llevar el correspondiente pasaporte y el CMR de la mercancía, además de pagar los aranceles en taquilla o dar media vuelta y regresar al punto de origen. ¡Vaya atajo de ineptos y cobardes, los que nos gobiernan y los que nos quieren gobernar!. Somos la envidia del mundo por economía y la burla de todos en gobernabilidad. Y lo más chocante es que tan solo un 15% de los que se manifiestan a favor de esta locura son catalanes... ¡Los catalanes de verdad están trabajando!.

RAFAEL FABREGAT

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