Castillo de Santa Catalina. (JAÉN) |
También es cierto que la mayor parte de los castillos que actualmente podemos contemplar en España son de origen musulmán y por lo tanto solo podemos presumir de su conservación, cuando ese sea el caso, ya que lamentablemente solo quedan ruinas en el 90% de las fortalezas que hay repartidas por nuestro territorio. En este sentido hoy toca hablar del Castillo de Santa Catalina, que corona la ciudad de Jaén. Su nombre le fue dado tras la conquista de la ciudad a los moros y con motivo de la capilla que fue construida en su interior a la advocación de Santa Catalina de Alejandría. En realidad el Castillo de Jaén son muchos castillos. En primer lugar porque en este mismo asentamiento ya levantaron poblado los íberos del siglo IV a.C., como más tarde lo harían cartagineses y romanos, pero especialmente porque es la unión de tres castillos diferentes.
A la llegada de los musulmanes en el siglo VIII comenzaron las obras del castillo, un recinto que alcanzaría su máximo tamaño a finales del siglo XII. Es lo que los jienenses llaman "Alcázar Viejo" y donde actualmente está situado el Parador Nacional de Turismo. Sin embargo el castillo actualmente visible es de origen cristiano, construido tras la conquista de la ciudad por Fernando III el Santo, en 1246 y denominado "Alcázar Nuevo". También es cristiano un tercer recinto llamado Abrehuí, culminado por Alfonso X y Fernando IV. Una gran Torre del Homenaje y otras más, prolongaron el recinto hasta formar una gran alcazaba que albergaba las guarniciones militares y sus familias, hasta quedar despoblada en el siglo XVIII. La ruina definitiva llegó en 1812, tras el paso de las tropas francesas que lo incendiaron en su totalidad. Todas las construcciones quedaron pues sin cubiertas.
Buena parte de los muros del Alcázar Viejo fueron derribados para construir el Parador de Turismo en 1965 y los que quedaron en pie fueron definitivamente demolidos en 1972 para la ampliación del mismo, incluyendo la Torre y la Puerta de acceso al castillo. Es lo que tiene el progreso de los ignorantes. En cuanto al Alcázar Nuevo, ya sufrió varias remodelaciones en los siglos XIV, XVI y XIX para ir adaptándolo a las necesidades del momento y hasta la total restauración llevada a cabo en el siglo XX, que le dio la imagen actual. Del tercer recinto o Abrehuí, que prolongaba el Alcázar Viejo hasta el pequeño portón y cuyo muro constaba de cinco torreones, tan solo ha quedado para la posteridad el muro norte, con cinco pequeños bastiones, ya que la muralla sur está prácticamente desaparecida.
RAFAEL FABREGAT
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