Apenas dos años después Juan de Treves, canónigo de la catedral de Toledo y arcediano de Huete, cedió terrenos en la próxima aldea de Córcoles para la construcción de un nuevo monasterio, sobre el emplazamiento de una antigua ermita que sin embargo se conocía por haber amparado cultos sanatorios de origen pagano. Se trataba pues de borrar el pasado errático del lugar y un numeroso grupo de frailes cistercienses procedentes de la abadía de Sacala Dei se prestaron a ello poniendo en marcha las obras de Monsalud.
Vista la buena predisposición de los frailes del Císter el año 1167 el referido arcediano amplió su donación entregando a la comunidad el señorío absoluto sobre la aldea de Córcoles y sus tierras que iban desde las orillas del río Guadiela hasta los términos de Pareja, Sacedón y Alcocer, confirmando la donacion el rey Alfonso VIII de Castilla. La leyenda cuenta que, tras la conquista de Cuenca a los moros, el propio rey acudió a Monsalud afectado por graves tristezas y dolencias de corazón ante la visión de tanta sangre derramada. Los frailes le ungieron con el aceite de las lámparas del Monasterio y de inmediato desaparecieron sus problemas, siendo éste el primero de los muchos milagros que ocurrieron en el lugar a lo largo de los años siguientes. También la Órden de Calatrava, estrechamente ligada con el Císter, tuvo algunos derechos sobre aquel monasterio.
A partir de entonces el cargo abacial dejó de ser prestado por la nobleza y cayó en manos de monjes que solo velaban por su riqueza personal. Monsalud fue entrando en un deplorable estado de abandono e indolencia. En 1527 se impuso la gran Reforma propugnada por el cardenal Cisneros y una década después el monasterio era confiscado por la Observancia de Castilla. Los cistercienses que lo habitaban se opusieron fuertemente al cambio, que liquidaba sus prerrogativas de vida disipada, pero el corregidor se impuso por la fuerza. Dos años después un nuevo abad fue nombrado por la suprema autoridad pero a su llegada hubo de comprar nuevo órgano y ornamentos para el culto pues nada se halló, a causa del descuido de los Claustrales.
A esta segunda mitad del siglo XVI se deben la mayor parte de las obras que hicieron grande a este monasterio y meta de peregrinaciones. Durante los siglos XVII y XVIII todo giró alrededor de la gran devoción a la milagrosa Virgen de Monsalud, protectora de todos los males del cuerpo y el alma.
En 1835 la desamortización de Mendizábal clausuró este monasterio que en pocos años quedó en estado ruinoso. En la segunda mitad del siglo XX la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha consiguió detener su deterioro.
En la actualidad se realizan visitas turísticas e incluso eventos de todo tipo, sin peligro alguno para los visitantes, con guía y previo pago. Y es que en el mundo actual, como en el antiguo, todo gira alrededor del dinero. ¡Vaya cachondeo!. Quedan algunos para creer en Dios pero, ¿quien cree en aquellos que predican su palabra?.
RAFAEL FABREGAT
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