5 de septiembre de 2012

0786- REPÚBLICA DE SAMOA

Presento el mapa de la derecha para los viajeros que no están acostumbrados a veranear en destinos tan exclusivos. 
Como se puede ver, las islas de la República de Samoa no son cualquier cosa, sino el centro de la Polinesia. 
Un grupo de maravillosas islas tropicales enclavadas al centro-sur del Pacífico en la latitud del norte de Australia.  
Aunque los primeros europeos llegaron a principios del siglo XVIII, su presencia no se intensificó hasta 1.830 con la llegada de Alemania, Reino Unido y Estados Unidos que reclamaron su dominio y establecieron el comercio con los matai
Fallecido el rey Laupepa en 1.898 americanos y británicos quisieron que subiera al trono el hijo que convenía a sus intereses pero fue otro el elegido.

Samoa alemana
Buques de guerra norteamericanos y británicos bombardearon la capital (Apia) el 15 de Marzo de 1.899. Finalmente los tres países invasores acordaron repartirse las islas. 
En la llamada Convención Tripartita de Samoa, Alemania recibió la Samoa Occidental (que hoy nos ocupa) mientras que Estados Unidos tomaba para sí las islas orientales que se denominaron a partir de entonces Samoa Americana. El Reino Unido renunció a su parte a cambio de que Alemania le cediera su Protectorado de las Islas Salomón. 

República de Samoa
Como puede verse, en aquellos tiempos y en todos los que siguen, los países ricos se reparten las islas y a sus gentes en los postres de una buena cena y con los efluvios del vino, como si fueran piezas de caza conseguidas tras la batida. 
Algo vergonzoso que forma parte de la Historia y del mundo miserable en el que vivimos.  
La bandera de la actual República de Samoa es roja, con cantón rectangular azul y dentro del mismo la constelación llamada "Cruz del Sur", para ellos un signo de libertad.

Aliados en un descanso del Tratado de Versalles
Poco duró la autoridad alemana en Samoa ya que en Agosto de 1.914 y tras el estallido de la I Guerra Mundial, Nueva Zelanda ocupó la Samoa Alemana sin encontrar resistencia alguna. 
Perdida la guerra por los alemanes y mediante el Tratado de Versalles de 1.919, Alemania fue obligada a abandonar definitivamente (entre otras muchas cosas) las islas de la Polinesia. 
Nueva Zelanda siguió administrando Samoa hasta el 1 de Enero de 1.962, cuando obtuvo la independencia y pasó a llamarse Samoa Occidental, siendo la primera nación polinesia en recobrarla. 
En 1.997 su Constitución fue enmendada y el país pasó a llamarse simplemente Samoa, con las protestas de la vecina Samoa Americana que sintió disminuir su identidad. 

El día 30 de Diciembre de 2.011 no existió para los samoanos ya que, a fin de favorecer sus negocios con China, Australia y Nueva Zelanda, el gobierno decidió corregir la línea horaria que pasa por ese punto. 
De encontrarse 21 horas por detrás de Sidney pasó a situarse 3 horas por delante, entrando directamente en el día 31 de dicho mes y año. El día 30 había desaparecido. 
De ser uno de los últimos países en estrenar el año nuevo actualmente ha pasado a ser de los primeros. El archipiélago de Tokelau, dependiente de Nueva Zelanda, se adhirió también a este cambio horario. El horario anterior se estableció en 1.892 por conveniencias económicas con los comerciantes establecidos en California.

Samoa es un lugar paradisíaco. Islas de origen volcánico situadas al sur del ecuador que ocupan una extensión de 2.934 Km2. El 96% del territorio se encuentra solamente entre las dos islas principales: Upolu y Savai'i. El 4% restante está repartido en ocho pequeños islotes. Son alrededor de 180.000 habitantes, de los cuales el 75% viven en la isla de Upolu, en la que se encuentra Apia que es la capital del país. El clima es tropical con una temperatura máxima de 30ºC y una mínima de 22ºC. La estación lluviosa va de Noviembre a Abril, con una precipitación aprox. de 400 mm. en Enero y una mínima de 140 mm. en Julio. 
El punto más alto y lugar de interés turístico es el monte Silisili, de 1.858 m. sobre el nivel del mar y situado en la isla de Savai'i, la más grande pero también menos desdarrollada que la de Upolu donde se encuentra el grueso de la población. Dos tercios de sus habitantes se dedican a la agricultura, siendo la actividad principal el coco y sus derivados pues toda la isla está abarrotada de ellos. Todo se aprovecha, la copra, el aceite de coco y hasta la cáscara y la fibra exterior del fruto, aunque con cierta frecuencia la llegada de ciclones da al traste con las cosechas. Cada día más en auge, el 25% de la población trabaja actualmente en el turismo, cuyos ingresos suponen el 55% del PIB. 

Desde el principio de los tiempos Samoa ha sido un lugar paradisíaco y actualmente destino del turismo más exclusivo. 
Adentrados en pleno siglo XXI sus habitantes están dejándose imbuir por la modernidad y el dinero fácil que llega de la mano del turismo. 
Se están olvidando viejas costumbres hasta hace poco ancestrales y como en el resto del mundo, las tradiciones milenarias han desaparecido o están a punto de hacerlo. 
La mitología samoana era la misma de toda la Polinesia. 
Su dios era un doble Tangaloa, que es al mismo tiempo dios y mensajero. 


Al principio de los tiempos no había nada sobre la tierra y Tangaloa lo creó todo, situando a Atu (el primer hombre) y a Sasae (la primera mujer) para que habitaran las islas de Fiji y Tonga. 
Después Tangaloa encargó al dios Pargani que controlara las estaciones, para que repartiera el sol, la lluvia y el viento, haciendo de estas islas un territorio paradisíaco a semejanza del que habían ocupado hasta entonces. 
En honor del dios Pargani y para que las buenas condiciones climatológicas se mantuvieran de forma constante a lo largo del año, los habitantes de Samoa solían mantener un fuego de forma constante.

¡Uy que bonito...! Pero claro, como resulta que los humanos somos la leche... Con la llegada de la abundancia se pierde la fe y actualmente en Samoa (como en el resto del mundo) se adoran otras deidades de carne y hueso, auténticas diosas que son mucho más guapas y están más a mano, especialmente claro, para aquellos que tienen dinero en abundancia. 

RAFAEL FABREGAT




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