Una vez más los yanquis iban a lo suyo y, con una excusa que no teniéndola la provocaron, destrozaron los "barcos de papel" de los españoles para lograr sus propósitos de expolio. Hacía demasiado tiempo que los norteamericanos iban tras el control de Cuba y demasiadas las negativas de cesión, recibidas por parte de España. Cuando por poder y proximidad las posibilidades son mayores que las tuyas, es una simple cuestión de tiempo que la zorra asalte tu corral y se adueñe del gallinero. Eso y no otra cosa es lo que pasó en 1.898 con las posesiones de España en ultramar.

Aquellos militares del tío Sam, bien trajeados, tenían mucho en común con los sanguinarios filibusteros haraposos de pata de palo y parche en el ojo, que tantas veces hemos visto en el cine y a los que España consiguió tantas veces alejar. Sus intenciones eran las mismas, pero estos lobos iban bien pertrechados y disfrazados de cordero. No es el hábito el que hace al monje, sino los actos que realiza. Estos modernos piratas atacaban a traición y en una lucha desigual, aprovechándose de la proximidad de su territorio y de su potencia centuplicada por la debilidad política del adversario. Al igual que las religiones, una cosa es lo que se predica y otra muy distinta lo que se hace. Aunque la modernidad ya empezaba a vislumbrarse los piratas han existido y existirán siempre, pero especialmente peligrosos son aquellos que, en nombre de la libertad, invaden constantemente territorios ajenos, con el solo fin de adueñarse de sus riquezas.

- No pasa nada... ¡más se perdió en Cuba!
Como es fácil suponer se referían a la guerra de Cuba y a la vergonzosa derrota que los españoles sufrieron, no a cargo de los propios cubanos si no de los norteamericanos que aprovechándose de la debilidad de ambos contendientes se convirtieron momentáneamente en los dueños de la situación y del territorio. No era simpatía, como algunos creían, hacia el pueblo cubano, si no el afán de aprovecharse de la situación y de las riquezas de ambos contendientes. Si bien es cierto que costó a los norteamericanos el barco de segunda clase (Maine), que norteamérica mandó a la isla con el pretexto de "salvaguardar sus intereses en la isla", el precio no fue tan caro ya que, con la excusa de la voladura que ellos mismos llevaron a cabo, accidental o premeditadamente, robaron todos los territorios españoles de ultramar: Cuba, Filipinas, Puerto Rico y Guam. ¡El Maine quedaba bien amortizado!. (Foto Maine hundiéndose)

España colonizó la zona, construyendo siete villas entre las que designó a Santiago de Cuba como sede del gobierno. Los colonos se comprometieron a cubrir todas las necesitades de los aborígenes a cambio de su trabajo, explotando también algunas minas de oro que prontamente se vieron agotadas, por lo que la ganadería se convirtió en la riqueza principal.
Se diversificó la producción agrícola con los cultivos de tabaco y caña de azúcar, con lo que se consiguieron mejores cosechas y una situación más acomodada.

Durante la Guerra de los siete años, (1756-1763) los ingleses conquistaron La Habana, ocupándola durante once meses. Este tiempo fue suficiente para poner de manifiesto las posibilidades reales de la economía cubana, hasta entonces anquilosada por el colonialismo de los españoles. Carlos III restableció el dominio español y puso en marcha numerosas construcciones civiles y militares, así como la catedral de La Habana. Mejoró las comunicaciones interiores y el comercio exterior realizando también el primer censo de la población (1.774) que arrojó un resultado de 171.620 habitantes. A finales del siglo XVIII se llevó a cabo un notable aumento de la producción basada en la llegada de esclavos y mano de obra de distintas procedencias, con lo que el censo de 1.841 ya superó el millón y medio de habitantes.

El movimiento estalló el 10 de Octubre de 1.868 al levantarse en armas el abogado Carlos Céspedes, que fue nombrado Presidente (1.873), pero fue el general Máximo Gómez el que condujo al ejército libertador y el que, teniendo diferente criterio, depuso a Céspedes. Dos años después las presiones sobre las tropas españolas fueron fulminantes, pero las luchas internas se suceden y los objetivos de los independentistas se debilitan.
Este debilitamiento coincide con el restablecimiento de la monarquía española (1.876) tras las conmociones políticas que habían proclamado en 1.868 la I República Española. La desfavorable correlación de fuerzas, fuerza la firma (1.878) de una paz, sin independencia, propuesta por el general español Martínez Campos que no todos aceptan. Quedaba patente la voluntad del pueblo cubano por continuar la lucha por la independencia. La esclavitud fue abolida en 1.886 por orden de las autoridades españolas.

Cediendo a las presiones estadounidenses, España otorgó a Cuba la autonomía, pero la medida no surtió el efecto esperado. Los revolucionarios siguieron luchando con apoyos norteamericanos en la sombra.
En Febrero de 1.898 se produjo en el puerto de la Habana la explosión del acorazado Maine, lo que permitió a Estados Unidos intervenir directamente en la guerra. Estudios posteriores dictaminaron que la explosión había sido provocada desde el interior de la nave y por consiguiente totalmente ajena a los españoles. La flota española quedó bloqueada en Santiago y fue aniquilada por la superioridad de las fuerzas navales norteamericanas. El mando español tuvo que rendirse. Como consecuencia de ello, se firmó el "Tratado de París" por el cual España tuvo que ceder a los norteameicanos Cuba, Puerto Rico, Filipinas y Guam. Debido a la destrucción de la flota española y a su lejanía para defender sus intereses en Asia, España vendió a Alemania el resto de sus posesiones (islas Marianas, Carolinas y Palaos) por 25 millones de pesetas. Con esta última operación, el Imperio Español quedaba liquidado.

Aquel mismo país que apenas 50 años atrás nos había dejado en la ruina más absoluta, instaló todo su arsenal militar en nuestra península, a cambio de aquel tazón de leche que los niños recibían cada mañana en la escuela y aquel trocito de queso o mantequilla que nos daban por la tarde. ¡Algo más recibiría España, que no sabemos ni queremos saber...! Puro y duro imperialismo yanqui, que no tenía otra intención que la de controlar Europa, frente al Telón de Acero.
¿Es que alguien llegó a pensar, que lo hacían por caridad...?
RAFAEL FABREGAT