2 de febrero de 2011

0259- EN ESPAÑA JAMAS SE PONÍA EL SOL.


Por muy mediocres que a veces nos sintamos los españoles, España fue un país de los grandes. El más grande de los siglos XVI y XVII ya que, por aquel entonces, dominaba territorios en todos los continentes del planeta. Con más de 20 millones de kilómetros cuadrados bajo su bandera, fue el Primer Imperio Global habido hasta entonces, a diferencia con el anterior Imperio Romano, siempre conectado por tierra. En clara competencia con Portugal, España fue la primera potencia mundial en los citados siglos. Posteriormente ya entraron también en disputa Francia, Inglaterra y el Imperio Otomano, por ese orden, pero eso fue mucho tiempo después.
El descubrimiento de América y la conquista de vastos territorios a las culturas autóctonas americanas, así como a las de África, Asia y Oceanía, convirtió al Reino de Castilla en el mayor imperio económico de aquellos tiempos. Posteriormente matrimonios de conveniencia posibilitaron la unión con la Corona de Aragón y buena parte de las de Europa.

Su experimentada Armada dominaba los océanos y su infantería era la más temida. En una época de dominación mundial, los conflictos eran constantes. En Europa, con Francia; en América con Portugal y después con Ingleses y Holandeses; en el Mediterráneo con el Imperio Otomano. Tan extenso y disperso territorio era difícilmente defendible y lentamente el declive llegó. Sin embargo, aunque mantuvo sus posesiones en ultramar, con el Tratado de Utrecht (1.713) España renunció a sus posesiones en Italia y Países Bajos (indicadas en rojo en el mapa de la izquierda) perdiendo su presencia en Europa. A principios del siglo XIX, sucesivas revoluciones le hicieron perder también gran parte de sus dominios en el continente americano.

Aún así todavía conservó algunos territorios como Cuba y Puerto Rico, así como las Islas Filipinas y otras de Oceanía como Las Carolinas y Las Marianas. De todas formas, con la Guerra Hispano-Estadounidense de 1.898 perdió todos estos territorios, a excepción de las pequeñas islas de Oceanía que posteriormente (1.899) vendió a Alemania. España intentó compensar el daño moral infringido con esta derrota, con la creación de un segundo imperio colonial en África, pero tuvo un éxito escaso y de corta duración.

Se centró en Marruecos (Sidi Ifni), Sáhara Occidental y Guinea Ecuatorial (Bioko y Río Muni) pero solo perduró siete décadas escasas. En 1.968 concedió la independencia a Guinea; en 1.969 entregó Sidi Ifni a Marruecos y en 1.975 abandonaba el Sáhara Occidental.
Esta es, a groso modo, la historia de un Imperio en el que jamás se ponía el sol. Imperio de valientes conquistadores, temidos por todas las potencias del momento, que al final todo lo perdieron por culpa de la desidia de sus malos gobernantes. Es cierto que la autodeterminación colonial era inevitable y más pronto o más tarde debía llegar, pero otros países supieron mantener sus colonias con la firmeza propia de estadistas honorables, saliendo posteriormente de ellas con dignidad y tratados justos para todos.

Solo España, justamente la más temida en sus días de esplendor, salió derrotada y con deshonor de lo que fueron sus posesiones.
Quien escribe, aún conoció vecinos de Cabanes que habían participado en las Guerras de Cuba y Puerto Rico. Exactamente fue un abuelo de Pepe el de Catarro, que también lo era de Dionisio el de Catarro y, naturalmente, de su hermana.
Al parecer fue una vergonzosa masacre de la que muy pocos salieron con vida, pero eso ya se relatará más adelante en una entrada específica, donde se demostrará que más que una derrota bélica, fue un "atraco a mano armada" infringido por los traidores estadounidenses, acostumbrados a robar todo cuanto se les antojaba, como ya hicieran antes con todas las tribus indias continentales.

RAFAEL FABREGAT

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