30 de julio de 2019

2818- CUATRO POR TRES.

Hola amigos. Ya estamos de vuelta. Os dije que teníamos un viaje previsto y pendiente, aunque sin deciros que era inminente para no dar pistas a los cacos. Pues bien, ya se ha producido. La semana del 21 al 28 de Julio del presente año 2019 hemos visitado las Capitales Imperiales de Praga, Viena y Budapest, aunque actualmente ya todo el mundo añade una capital más a este viaje: CUATRO POR TRES. Se trata de Bratislava, la capital de Eslovaquia. Una visita que prácticamente te "regalan" las Agencias al módico precio de 20 euros. Es lo que simplemente cobra la guía, más los gastos de un desplazamiento de apenas 30 Km. No es que haya gran cosa que ver pero vale la pena ver su Catedral de San Martín y pasear por su barrio antiguo, todo él peatonal. También tomar un helado o un café en sus muchos bares y cafeterías del centro histórico, tan pequeño como tranquilo. 

El viaje ha cumplido todas nuestras expectativas aunque, para mi gusto, ha quedado incompleto en lo que respecta a Praga pues me hubiera encantado visitar el antiguo Barrio Judío, con su sinagoga, su museo del holocausto y muy especialmente su cementerio. No para visitar un sitio monumental, rodeado de exhuberantes jardines, sino para hacerles un sencillo homenaje a los cientos de miles de hombres, mujeres y niños, que murieron asesinados durante la II Guerra Mundial y fueron allí enterrados de cualquier manera y marcados con simples losas de piedra, según la costumbre judía, cuando falta incluso el derecho a la vida. Cultura no es solo visitar palacios y grandes catedrales. También es cultura ver lugares llenos de historia, donde el sufrimiento y la sangre derramada fue el pan de cada día durante años. 

Decir, en primer lugar que la moneda en Praga es la Corona checa. (25 x 1 euro). Nuestra visita a Praga fue exhaustiva y sin tiempo para atender lo no programado. La tarde de la llegada era el único momento disponible, pero el clima no acompañó. Una gran tormenta nos recibió en el aeropuerto y llegamos lloviendo al hotel. Instalarnos y realizar una breve inspección del entorno, tras la tormenta y junto al mismo Danubio, fue lo único que pudimos hacer antes de una cena temprana que exigía puntualidad. 
El hotel, Riverside****/s, era de excelente categoría pero en edificio antiguo remodelado, lo que significa alguna escalera de más. Los que tenemos ya una edad, tras la cena no salimos a buscar la "zona de marcha". Ya nos advirtieron que el día siguiente sería demoledor. Visita completa y a pie a la ciudad medieval, incluyendo naturalmente La Catedral, Plaza Vieja, Ayuntamiento y Reloj Astronómico, Puente de Carlos, Plaza de la República y Torre de la Pólvora. Comida en un restaurante típico y por la tarde visita al Castillo de Praga, el castillo medieval más completo y grande del mundo. Claro que, más que un castillo, es un compendio de belleza inigualable. En su interior la Catedral de San Vito, la Basílica de San Jorge, el Callejón de Oro y el Palacio Real y Sala de Vladislaf, con su interesante Cambio de Guardia. Todo en uno.

El día siguiente no fue de categoría menor, aunque mucho más relajado puesto que hubo que caminar poco. Visita a Carlovy Vary, ciudad-balneario de aguas termales fundada en 1.350 por Carlos IV, emperador del Sacro Imperio Romano Germánico. La ciudad es famosa por sus 13 fuentes termales y el río Teplá, también de aguas calientes. 
En su tiempo fue destino de la nobleza mundial y por lo tanto posee una muy interesante arquitectura palaciega que se ha mantenido viva hasta nuestros días. Todavía hoy brillan estos palacios, sus hoteles de cinco estrellas, con precios que superan los 11.000 euros la noche y las tiendas con las marcas más famosas del mundo en ropa y joyería, lo cual no impide que checos y turistas normales del mundo entero visiten estas instalaciones todos los días del año. 
Allí mismo se celebra el Festival Internacional de Cine y en el suelo de una de sus plazas figuran las placas de todas las estrellas mundiales del celuloide que han pasado por allí. El único problema para la gente corriente, que son el 95% de los turistas que visitan esos parajes, es que los precios son prohibitivos pero, tal como dije en mi entrada anterior a este Blog, una vez al año no hace daño. Por la noche de ese mismo día Crucero por el río Moldava, con cena a bordo incluida.

A primera hora del día siguiente traslado en autobús hasta Viena. Carretera mala y en obras. El resultado fueron 5,30 horas para una distancia de 330 Km. recorrido para el que se estima una duración de tres horas y media, como mucho. 
El hotel Romz Prater****/+ nos sorprendió con sus modernísimas instalaciones minimalistas, todo electrónico y de última generación. La atención de cinco estrellas y las habitaciones espectaculares. 
Después visita panorámica al Palacio Belvedere, Ringstrasse, Prater, Palacio Hofburg, Ópera de Viena y un larguísimo etc. en el que se incluye la Casa Hundertwasserhaus, tan extraña como su nombre. Todo acabó ese día en el barrio de la Catedral con comida en las proximidades. 
Tarde libre. Nosotros tomamos un taxi y regresamos al hotel. Siesta, duchita y vuelta a la Catedral de San Esteban (Stephansdom) para verla con detenimiento, tomarnos un café vienés en las animadas terrazas que hay frente a la misma y después de callejear un rato cenar unas pizzas con sendas cervezas de 500 cl. fresquísimas, también en un barrio adyacente. Otro taxi nos devolvió después al hotel, para descansar y reponer fuerzas para el día siguiente, esta vez para una visita completa y a pie.

El destino, imprescindible cuando vas a ver la Viena monumental, es el Palacio Schönbrunn, sede del rey Francisco José y la reina María Teresa, además de destino veraniego de Sissi Emperatriz. En su interior todo lo imaginable para los monarcas de aquellos tiempos. Expuestas en las estancias del palacio los muebles utilizados por los reyes y sus invitados, salones y hasta las habitaciones y la misma cama en la que la emperatriz María Teresa parió a sus 16 hijos. Sus salones de baile y salón del trono, estancias para la recepción de reyes y embajadores, cocinas y comedores. Todo expuesto al público por una módica cantidad, a fin de que el pueblo se dé cuenta de que, en aquellos tiempos, vivir como reyes era incluso mucho más incómodo de lo que actualmente disfrutamos los plebeyos. 

El Palacio Hofburg es otra de las visitas imprescindibles, con el Museo de Sissi y la Biblioteca Nacional. 
Fue la residencia oficial de los Habsburgo y ahora es la del Presidente de Austria.
Para los melómanos visita a la Ópera de Viena y a la Wiener Musikverein, sala de conciertos tan espectaculares como el de Navidad o Año Nuevo y en la que se dan cita las principales orquestas sinfónicas del mundo.
La ciudad es radial y en semicírculo. Todo el centro son edificios de estilo barroco, neoclásico y Art Déco, salpicados frecuentemente por auténticos palacios góticos y renacentistas, algunas veces ocupados por hoteles de alto estanding. Esto no impide que un 40% de la construcción de los inmuebles lógicamente a las afueras de la ciudad, sean de estilo moderno y sin decoración alguna, pues son casas de Protección Oficial destinadas al alquiler de la clase obrera y a precios muy reducidos. 

Parlamento de Budapest.
A primera hora del día siguiente, ya sexto del viaje, salida hacia Budapest. Viaje tranquilo por autopista, con breve parada en Bratislava, capital de Eslovaquia. Tras la visita al casco antiguo, principal interés de la ciudad, reanudamos el viaje hacia la "Perla del Danubio". El nombre es merecidísimo, si tenemos en cuenta la gran belleza de sus monumentos y el ambiente cosmopolita que se respira por toda la ciudad. Los dos monumentos más importantes son el Parlamento y el Castillo de Buda, el primero en Pest.
Castillo de Buda. Palacio Real.
El Castillo de Buda no es ningún castillo, sino Palacio Real y residencia oficial de los antiguos reyes de Hungría. Budapest es histórica y monumental pero, cuando uno pasea por sus inmensas avenidas resulta imposible diferenciarla de cualquiera de las más modernas ciudades de la Europa Occidental. Solo una diferencia y a su favor: el río Danubio, también espectacular y no reconducido, como es el caso de Viena. En Budapest el río no divide ni separa, sino que es nexo de unión entre las dos orillas Buda y Pest, dos ciudades en una. Buda es la histórica, la espectacular y la de la clase pudiente. Pest es la moderna, la tantas veces arrasada por las riadas y, como ave Fénix, siempre renacida y cada vez más moderna y espectacular. La moneda oficial es el Florín húngaro. (1€ = 350 Florines)

Nuestro hotel fue el mejor del viaje, con diferencia. Nada menos que el Hilton Garden Budapest (****/s). 
Un hotel de cinco estrellas, con categoría de cuatro/superior, por su ubicación en calle secundaria aunque a solo cien metros de la Avda. Bajcsy Zsilinszky y la Basílica de San Esteban, esquina con la Avda. Andrassy. Todo en este hotel es espectacular y particularmente las habitaciones, así como los completísimos desayunos de buffet, siempre repleto con viandas de primerísima calidad. Tras un buen desayuno empieza la visita de una ciudad que tiene más de 500 Km2. por lo que debe planificarse su visita y, cuando hay un tiempo limitado, seleccionar lo imprescindible. 

Como se ha dicho antes, el Parlamento y el Castillo de Buda son algo ineludible, pero la Iglesia de Matías o la Basílica de San Esteban son algo que no se puede dejar en el tintero, así como el Puente de las Cadenas es también el centro de comunicaciones entre los dos lados del Danubio y lugar desde el que iniciar un espectacular crucero por el Danubio, sin cena o con ella. Una vez en lo alto de la colina y tras visitar el famoso Castillo de Buda y la Iglesia de Matías, el mirador desde el Bastión de Pescadores nos ofrece una panorámica sobre el Danubio.
Imposible escapar de tanta belleza en una sola mirada. Palacios, Iglesias, Museos, Hoteles, Balnearios y, siempre presentes, los muchos puentes que jalonan ese inmenso río, cuyo único defecto es que no es azul como la canción nos cuenta.
A todo lo visto y vivido en esa inmensa ciudad le faltaba una guinda de corte local, cual era una "cena zíngara" en una de sus tabernas enclavadas en medio del bosque en las afueras de Budapest. Una vez allí y tras un largo golpe de aguardiente, nos acompañaron a la mejor mesa del lugar, lindando con el escenario. Los músicos ya estaban tocando cuando llegamos. Una especie de Xilófono, contrabajo y tres violines desgranaban canciones de todos los tiempos y lugares del mundo, mientras un auténtico profesional escanciaba vino a un metro de la copa, como si de sidra se tratara.

La cena estaba compuesta por cuatro platos contundentes a base de fiambres húngaros y carnes altamente especiadas, principalmente de paprika y pimentón que hicieron quejarse al más fuerte y sano de los estómagos. 
Los músicos, auténticos profesionales y muy simpáticos, atendieron sin parar las peticiones musicales del público mientras duró la cena. 
Después bailarines de ambos sexos nos deleitaron con sus danzas floklóricas, con la misma simpatía. 
Se notaba que ese era su medio de vida, día sí y otro también.
La gente estaba tan a gusto que, acabado el espectáculo, nadie se movía de sus asientos. Tras algunos números extra los bailarines se retiraron y los músicos dejaron de actuar, pero la gente no abandonaba sus asientos. Viendo que nadie se daba por aludido, finalmente y de forma progresiva, las luces fueron apagándose. No había remedio, aunque el personal hubiera quedado allí durante toda la noche, teníamos que irnos, pero no a dormir.
Faltaba un último capítulo, un fin de fiesta para esa noche tan especial de despedida de Budapest. Se trataba de un crucero, de más de una hora, por el Danubio. Un paseo en el que disfrutar del espectáculo de luz y color, viendo los muchos e importantes monumentos iluminados que hay a orillas del Danubio y en los que destacan, una vez más, el Castillo de Buda, el Parlamento y los muchos puentes, todos ellos iluminados. 

Lo que no estaba previsto es que también sus frecuentes tormentas estivales vinieran a despedirnos. El agua empezó a caer a cántaros en el momento de embarcar, pero había tres barcos atracados en paralelo y el nuestro era el más interior al río. Cincuenta personas intentando refugiarse bajo un toldo de 9 m2. Gritos indescriptibles pero sin pánico, más bien algo inesperado que no enturbió el ambiente festivo de los viajeros, habida cuenta los efluvios de una cena tan fuerte como bien regada. A la subida a bordo una copa de vino espumoso, que nada tenía que envidiar al mejor cava español o champán francés. Después de varios kilómetros arriba y abajo por el Danubio, vuelta al hotel y a la mañana siguiente regreso a nuestra querida España. ¡Qué bien se está en casa...!

RAFAEL FABREGAT

No hay comentarios:

Publicar un comentario