4 de julio de 2019

2805- LA CIUDAD DORADA.

JAISALMER. Vista panorámica desde el palacio del Maharajá.
El título se refiere al Fuerte y ciudad de Jaisalmer, en el estado indio de Rajasthán. Una de las pocas "fortalezas vivas" que quedan en el mundo. Lo de vivas viene a cuento de que sus gentes, las que 20.000 que caben (un 25% del total), siguen residiendo dentro del castillo. La prosperidad hizo que la población creciera rápidamente y desbordara, instalándose los 60.000 restantes en los alrededores, a los pies del castillo.

En cuando al nombre de "Ciudad Dorada" es por haberse construido sobre una cresta arenisca de color amarillento. El color dorado que le confiere la arena amarilla, tanto a la ciudad como a sus alrededores, también debió ayudar a que se la conociera también por este sobrenombre. Lo que si debe aclararse es que Jaisalmer recibe su nombre por el fundador Rao Jaisal que la mandó construir a mediados del siglo XII. El Fuerte está formado por 99 bastiones y corona la colina de Trikuta, de 80 m. de altura. En su interior está el palacio Maharajá Mahal, siete templos Jainas y dos Hinduistas, muchos de ellos esculpidos con gran riqueza ornamental. Esta ciudad está situada al este de Rajastán, cerca de Pakistán, un lugar otrora estratégico de las rutas comerciales de la India.

Rodeada por el Desierto de Thar, Jaisalmer es una ciudad idílica, muy especialmente la parte de murallas para adentro. Atravesarlas es entrar en otro mundo, un mundo de varios siglos atrás. Algo que no es tan antiguo es la facilidad con la que se puede acceder a un alojamiento de alto estanding por poco más de 300 rupias la noche (4 euros). Ya una vez allí, pasear por sus calles laberínticas y observar la vida cotidiana de sus habitantes es un auténtico placer. Vacas dormitando en mitad de la calle, niños jugando y vendedores ansiosos por captar tu atención, todos gente amable que sabe cuan interesante es para ellos que cada visitante se deje unas rupias con las que ganarse el sustento. A cada paso Templos, Hoteles, Palacios y Museos. Todo apetecible de visitar.

No faltan tampoco antiguas mansiones de la época dorada de la ciudad, que sus moradores te enseñan sin problema alguno. Especialmente porque muchas de ellas son propiedad de comerciantes que, además de presumir de ello, intentan venderte sus artículos. A las afueras de la ciudad un imponente lago repleto de Gaths nos permite asistir a un atardecer fuera de lo común, aunque está prohibido bañarse. Para los curiosos de la cocina, la mayor parte de los hoteles imparten clases de cocina local para los clientes que lo solicitan. Otra opción que todo visitante suele contratar es la excursión al desierto. Hay varias modalidades. La más común es una excursión de corta duración en camello pero hay otras alternativas como la de ir en moto hasta tribus cercanas y vivir 24 horas con ellos.

RAFAEL FABREGAT

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