Nos puede gustar más o menos pero Más tiene cultura y hasta que se le cruzaron los cables sabía hasta donde podía llegar. Demasiado "listo" pegado a su sombra hizo zozobrar la nave.. Llegó un momento en el que se juntó con los de ERC y empezó a creer que lo imposible era posible y todo acabó como el Rosario de la Aurora. Lo que nadie puede comprender es cómo fió en dejarlo todo en manos de Puigdemont, un tarado que nunca ha estado a la altura de lo que de él se esperaba. Claro que ahora ya ha acabado todo para él y para quienes en él creyeron. En este momento ya no es más que el hazmerreír de Europa. Solo un tarado puede creer que se puede ser miembro del Parlamento Europeo sin jurar o prometer la Constitución del estado miembro del que provienes. Ese es Puigdemont.
Claro que hasta sus más fieles acólitos saben que esto ya no tiene marcha atrás. La novela de su vida política ha llegado a su fin. De todas formas no es de estos elementos toda la culpa. Los astutos medran ante la impasibilidad de quienes tienen la legítima autoridad y obligación de pararles los pies. Claro que en un mundo como el de hoy, donde quienes más se aprovechan de las libertades democráticas son justamente los facinerosos, castigar los abusos es hartamente complicado. Mas se equivocó y escuchando a sus nuevos socios llegó incluso a creer que la independencia era posible. Tal vez, pero no a las buenas. Muy mal tienen que estar las cosas para que un gobierno democrático pueda permitir que una parte del Estado Español pueda escindirse del mismo, sobre todo democráticamente y sin consecuencia alguna.
Si alguna vez ocurre esto, tendrá que ser a las malas y por lo tanto con la intervención de ayuda extranjera ya que el ejército español siempre estará al lado de su legítimo rey y jefe del estado. Tampoco el resto de españoles se quedaría con los brazos cruzados.
El problema actual es que los políticos piensan más en sí mismos que en el bienestar general, motivo por el cual olvidan que su obligación es mantenerse en el centro político y olvidarse de reafirmar extremismos que solo satisfacen a los radicales. El buen hacer está en saber repartir lo bueno y lo malo del pastel, no en que lo bueno sea siempre para los mismos y que la carga sea sobrellevada por los desgraciados de siempre. Así no podemos ir muy lejos. Menos protagonismos y más eficacia es lo que necesitamos todos.
En un mundo integrador como el presente, donde la unificación es el bien más preciado, las políticas independentistas, sean catalanas o de cualquier otro lugar, tienen poca razón de ser. Desintegrar no es lo aconsejable en este mundo tan globalizado, donde toda ayuda es poca para poder sobrevivir al empuje de países dictatoriales que reman en un solo sentido. Aquí lo que puede pasar es lo que ya está pasando en Italia, donde la gente se ha hartado de sus políticos y quien paga el pato es Europa y su propio país. Sin la Unión Europea todos estaríamos desnudos frente a un mundo extremadamente competitivo y sin embargo el gobierno catalán aboga por desintegrar. Justamente lo más antieuropeo que puede hacerse en este momento. Políticas corrosivas que provocarían sin duda una destrucción, cuyos escombros caerían sobre su propio tejado.
ERC afirma que, aún después de conseguir la independencia de Cataluña, ellos seguirán acudiendo al Congreso para defender los territorios que, siendo "Países Catalanes", seguirán formando parte del Estado Español. La "novela" de ERC no acabaría pues tras la independencia de Cataluña, sino que ese sería solamente el primer capítulo de la misma. Por si esto no fuera bastante afirmó que no pararán hasta conseguir que la república de la Comunidad Valenciana, la de Baleares y la de Cataluña sean una misma cosa. Todo eso sería naturalmente de forma pacífica y democrática, porque no tienen ejército para conseguirlo a la fuerza. Que lástima, porque sería la única manera de llegar a ese resultado. Trescientos años viviendo de ese cuento y todavía encuentran gente que escuche a estos charlatanes sin mantas que vender. ¡Así nos va!. Desde luego no les falta razón cuando nos tratan a todos de tarados...
RAFAEL FABREGAT
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