15 de agosto de 2012

0767- UN MUSEO A CIELO ABIERTO.


Son muchos los lugares del mundo a los que podríamos dar esa catalogación, pero hoy estamos en Konya, provincia del centro de Anatolia, región turca de interés turístico por excelencia. Decir que es cuna de la civilización es resumir mucho y decir demasiado, pero no sería ninguna herejía hacerlo. 
Dentro de esta interesante región tenemos el conjunto urbano más grande y mejor preservado del neolítico de Oriente Próximo. Çatalhöyük, una ciudad que llegó a ocupar 13 hectáreas, en la planicie de Konya y muy próximo a la ciudad del mismo nombre, la antigua IconiumLos asentamientos prehistóricos fueron abandonados en la Edad del Bronce. Se considera por tanto que es la ciudad más antigua del mundo, un túmulo gigantesco que ha preservado durante milenios la historia de sus habitantes. Las capas inferiores y más antiguas datan de mediados del VIII milenio a.C. y las más recientes del año 6.000 a.C. 

No se sabe por qué razón, el desarrollo de esta civilización se interrumpió bruscamente a causa de un gran incendio. Fue de tal magnitud que coció el adobe y permitió que paredes de hasta tres metros de altura quedaran en pie. El asentamiento fue destruido y abandonado.  Este yacimiento, totalmente enterrado, fue descubierto en 1.958 pero su historia no sería conocida hasta 1.965, cuando se divulgó el resultado de las excavaciones llevadas a cabo por James Mellaart, elemento expulsado de Turquía por su implicación en la desaparición (caso Dorak) de unos artefactos de la Edad del Bronce allí encontrados. Tras el escándalo el yacimiento fue cerrado durante casi treinta años. En 1.995 se iniciaron nuevamente las investigaciones, esta vez bajo responsabilidad de la Universidad de Cambridge.

Casa restaurada.
La antigua población de este asentamiento se calcula entre 6000/8.000 personas que habitaban casas de adobe, con interiores enyesados y profusamente decorados. Las casas eran rectangulares y apiñadas entre sí, sin calles ni pasajes entre ellas. El acceso se hacía por el techo, mediante escaleras interiores para entrar en la vivienda y exteriores para salvar los diferentes niveles. Por encima de las casas se caminaba como si de calles se tratara. Los techos eran de vigas de madera, con aberturas para la ventilación y salida de humos de los hogares en los que se cocinaba.
Las casas se construían con paredes medianeras, formando una especie de muralla hacia el exterior y sin ninguna abertura, lo que parece que les fue de suficiente seguridad ya que no se ha detectado signo de luchas. Normalmente las casas constan de una habitación común, de unos 25 m2. y varias estancias anexas que se creen de almacenaje, a las que se accedía por medio de aberturas bajas desde la sala principal. En ella un hogar elevado, horno y bancos para sentarse y dormir. En el caso de derrumbe o demolición, la nueva casa de construía sobre los restos de la anterior lo que provocó el ascenso de la colina. Se encontraron hasta 18 niveles de asentamientos.

Los pobladores de Çatalhoyük enterraban a sus muertos dentro de la aldea, muchos de ellos bajo el suelo de las estancias principales y especialmente bajo el hogar. En algunos casos los huesos están desarticulados, lo que indica que fueron expuestos al aire libre y recogidos después. Otros eran introducidos en cestos o cubiertos por esteras antes de ser enterrados. Algunos están sin cabeza lo que indica que sus restos fueron removidos y sus cabezas utilizadas para algún ritual posterior puesto que se han encontrado muchas de ellas en lo que parecen ser salas de reunión de la comunidad. Se han encontrado hasta cuarenta edificios, al parecer dedicados a Santuarios o Sepulcros, profusamente decorados con escenas de caza, danzas, hombres con penes erectos y animales, algunos extintos en la actualidad como el Uro. También buitres precipitándose sobre figuras descabezadas y mujeres en posición de dar a luz. Estos lugares, aunque no parecen templos, si parecen ser especie de capillas o lugares de encuentro. No han aparecido casas de nivel superior que revelen la existencia de jerarquías dominantes ya que todas ellas son de similar status social.

El examen de los huesos encontrados determina que las enfermedades más comunes de sus habitantes eran la anemia y la artritis, con algunos casos de malaria, debida seguramente a unos pantanos cercanos. La esperanza de vida era entonces de 34 años para los hombres y de 29 para las mujeres, lo que no indica la imposibilidad de que algunos individuos pudieran llegar a los 50 o 60 años. Cultivaban cereales y recogían el fruto de algunos árboles de las inmediaciones. También fabricaban cerveza. Las proteínas principales las adquirían con la caza y la pesca, aunque ya habían domesticado la oveja y estaban en camino de conseguirlo con los bóvidos. 

Elaboraban cerámica y fundían el cobre, lo que les permitía entablar intercambios comerciales con pueblos distantes a los que adquirían conchas marinas y sílex. Ellos ofrecían puntas de flecha, lanzas y puñales, prendas textiles y joyas de bronce.
Gracias al clima extremadamente seco de la zona, han podido encontrarse restos de tejido de gran calidad, así como sellos de arcilla para estampar dibujos en la tela. Aunque existía un dios masculino, las figuras femeninas encontradas eran muy superiores. Una de ellas, quizás la principal, se supone diosa de la cosecha puesto que fue encontrada dentro de un recipiente de grano. La imponente diosa está sentada en su trono flanqueado por dos leones. De todas formas se considera que su cultura era más bien igualitaria y en la que se daba gran importancia al mundo animal, motivo por el cual la mayor parte de las figuras encontradas (más de 2000) son de animales de todo tipo.

RAFAEL FABREGAT

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