5 de noviembre de 2025

3264- TERNER HIJOS EN EL EGIPTO ANTIGUO.


Casadas desde la primera menstruación, el papel de la mujer egipcia era el de generar descendencia que, aún con 8 o 10 hijos vivos resultaba insuficiente. Tal era la necesidad de hombres para las guerras contínuas y los obligados trabajos para la nobleza. No había misión más importante para ellas. Con este destino ineludible, se hacía necesario recurrir a las divinidades para suplicar un buen embarazo y mejor parto. Enseñadas desde pequeñas, asumían el destino de esposa y madre, a imagen de la diosa Isis. A tal fin invocaban el favor de Hathor, Mut, Tueris e incluso al divinizado Imhotep. Todo era poco para encadenar un embarazo tras otro, como único fin en la vida. Como única predicción disponible, se preparaba un bebedizo de leche suya con la yerba bebedu-ka que ingerida o por vía vaginal se le daba a la futura madre. Si vomitaba era señal de parto sin complicaciones; si tenía ventosidades habría problemas.


Otros remedios para vaticinar el embarazo y parto posterior, era ponerle a la embarazada un ajo en la vagina por la noche y observar si a la mañana siguiente tenía mal aliento. Más complicado era conseguir excrementos de hipopótamo, ponérselos en la vagina y esperar que los expulsara a través de la orina. En ambos casos, si la prueba resultaba positiva, quería decir que el ambarazo se llevaría a cabo sin complicación alguna. (¡Ay Señor...!) A falta de hospitales, el parto tenía lugar en la casa. En terraza o jardín, si era gente principal. Mientras otras mujeres invocaban a los dioses, con rezos y fórmulas para ahuyentar las fuerzas hostiles, la parturienta se acuclillaba sobre cuatro ladrillos de adobe, para facilitar el trabajo de la comadrona.


Los egipcios pensaban que durante el año habían días propicios y días nefastos para traer hijos al mundo. Si el día era nefasto se creía que seguramente tendría una muerte en circunstancia terribles, como ser embestido por un toro o un cocodrilo. Los hijos que nacían en esos días malditos se protegían toda la vida de esa maldición mediante amuletos y plegarias a fin de conjurar el vaticinio. Al igual que ahora, tras el parto se cortaba el cordón umbilical, pero no con un cuchillo cualquiera, sino con un cuchillo mágico de sílex que tras finalizar la operación se enterraba. Cuenta el papiro Westcar que después se lavaba al recien nacido sobre los mismos ladrillos donde le había parido su madre, pero cubiertos de una estera.


El papiro Ebers nos cuenta que debía extraerse la placenta. Para hacerlo debían espolvorearse los ladrillos cubiertos con la estera, con serrín de pino. Se guardaba un trozo de la placenta porque, para asegurar la protección y longevidad del bebé. Durante tres días había que darle a beber un trozo de la placenta, triturada y mezclada con leche materna. "Si vomita morirá, si traga vivirá". El resto de la placenta se enterraba bajo el suelo de la casa para asegurar futuros nacimientos. Tras el parto, a la madre se le daba durante catorce días "el pan del nacimiento", elaborado con miel y otros nutrientes, a fin de que se recuperara y para evitar embarazos demasiado seguidos, amamantaba al niño durante tres años. Para la protección del niño se le daba un nombre, para que los dioses lo pudieran identificar.

UN CHISTE CADA DÍA:..

CHISTE 5 DE NOVIEMBRE DE 2025.
Si lo dejas pasar... ¡Te lo pierdes!.



PUES SÍ, ¿PARA QUÉ, SI NO?.

Rafael Fabregat Condill

4 de noviembre de 2025

3263- ROBAR CADÁVERES UN GRAN NEGOCIO.


Si estudias cualquier carrera relacionada con la medicina, puedes encontrarte con un cadáver sacado de su tumba. Al menos, así sucedía en el pasado. ¿Por qué no ahora?. En el campo de la medicina, la disección de cuerpos humanos es algo imprescindible a la hora de entender cualquier tema relacionado con el funcionamiento de cualquier órgano de nuestro cuerpo. Así pués cualquier día, más pronto que tarde, el profesor os tendrá preparada a la entrada del aula de anatomía uno de esos fiambres que, robados o cedidos por sus familiares, constituyen la base de vuestro estudio. La cosa se complica cuando el profesor, armado de un bisturí, abrirá el citado cuerpo por el lugar correspondiente a la lección que corresponda. Si alguno de desmaya, no pasa nada. Los profesores ya están acostumbrados a que eso ocurra. Lo que no es normal es que haya un perro para comer las sobras...


Antiguamente estas cosas no sucedían porque los médicos sabían muy poco de medicina, pero a partir del siglo XVIII y especialmente en el XIX, la disección de cuerpos se hizo imprescindible en medicina, como única manera de entender el funcionamiento del cuerpo humano. Más aún para los cirujanos que necesitaban practicar en cadáveres la forma de realizar su trabajo con la precisión necesaria, antes de hacerlo con personas vivas. A partir de ese momento los cadáveres se convirtieron en un producto valioso, ya que su acceso no era en absoluto fácil. Generalmente los familiares del difunto son reacios a que se practique, incluso una obligada autopsia y menos aún que el cadáver de ese amado familiar sirva para "trocearlo" aunque sea para beneficio de la ciencia médica.


En esa primera época, solo los ejecutados en el patíbulo podían ser diseccionados en las salas de anatomía, incluso en contra de la voluntad de sus familiares ya que era una especie de escarnio que se le infligía al criminal, pero el número de cadáveres logrados por dicho procedimiento distaba mucho de ser suficiente y así fue como surgió el negocio de los 
resurreccionistas. Al igual que Pilatos, los profesores se lavaban las manos por la falta de cadáveres y eran los propios estudiantes los encargados de buscar los cadáveres. Se impuso una cierta vigilancia por su parte para lograr cadáveres relativamente "frescos", o sea, recién enterrados, pero se corría el peligro de que les descubrieran, por las represalias de los familiares y pérdida de su reputación entre vecinos.


Se impuso la solución de encontrar quien se encargara de facilitar los cadáveres de forma discreta y mediante la oportuna retribución, ya que la demanda de cuerpos no paró de aumentar. La forma de operar se reguló rápidamente. La temporada para ello, se estableció de Octubre a Mayo a fin de evitar el calor que aceleraba la descomposición. Al empezar la temporada el "facilitador" visitaba a sus clientes (universidades) para negociar el número de cuerpos que necesitaban para todo el curso. Era un gran negocio ya que en Inglaterra el precio de un adulto era de 4 Libras cuando el salario mensual no alcanzaba las 3 Libras. En la fecha acordada uno de la banda vigilaba el cementerio y marcaba los entierros más recientes. Por la noche desenterraban el cadáver, lo desnudaban y hacían la entrega.


Previamente le sacaban los dientes que se vendían por separado. Como se ha dicho anteriormente, con un solo cadáver sacaban más dinero del que ganaban en un mes de duro trabajo. El riesgo era escaso ya que el nicho o la fosa se arreglaba para que no se notara la extracción del muerto. La Justicia nunca vió a estos ladrones de cadáveres como una amenaza hasta mediados del siglo XIX cuando un escándalo obligo al Parlamento a tomar cartas en el asunto. Ante lo desagradable del trabajo de desenterrar muertos, un par de forajidos decidió asesinar vagabundos o gentes marginales y vender unos cuerpos que nadie notaría a faltar. Más frescos imposible. Los llevaban a su casa ofreciéndole comida y cobijo y allí los asfixiaban y vendían sus cadáveres.


En diez meses asesinaron a 16 personas, hasta que una inquilina de la finca descubrió su última fechoría y avisó a la policía. Hubieran podido negarlo pero uno de ellos confesó a cambio de inmunidad, mientras el otro fue ejecutado por la justicia. El caso causó conmoción pero también generó imitadores. Otros proveedores de fallecidos empezaron a asesinar gente para venderla. Para acabar con estas prácticas el Parlamento puso en marcha la Ley de Anatomía de 1832. Esta ley permitió a las escuelas de medicina que obtuvieran los cuerpos de la morgues y hospitales benéficos, siempre que no fueran reclamados por sus familiares en un plazo de 48 horas, desde su fallecimiento. De esta forma el negocio de la venta de cadáveres terminó, pues ya no tenía razón de ser.

3 de noviembre de 2025

3262- JAPÓN ESTÁ EN ESPAÑA, O CASI.

Date Masamune, Señor de la isla Kyushu. (1567-1636)
Es bastante frecuente oir a unos y otros expresando sus ansias de ir a Japón. ¿Será posible?.¿Que piensan encontrar allí, que no esté en españa?. Y más teniendo en cuenta que una buena parte de Japón se encuentra aquí, a tiro de piedra. ¿Que no?. Leed lo que sigue y lo comprobaréis...
A partir de 1.540 monjes franciscanos establecieron misiones en Japón y para sufragar sus gastos se dedicaron también al tráfico comercial con los señores feudales de la isla de Kyushu, al suroeste del país. A principios del siglo XVII, uno de estos señores, Date Masamune, mostró interés en llevar a cabo esta actividad con los españoles y ofreció a los monjes sufragar los gastos del siguiente viaje a fin de pedirle permiso a Felipe III para establecer relaciones comerciales con España y en su nombre mandó al samurai Hasekura Tsunenaga.


En octubre de 1.613 partió de Japón un grupo de franciscanos con Fray Luís Sotelo al frente y una delegación de 140 japoneses con Hasekura al mando, todos a bordo de la nave San Juan Bautista. El viaje se dirigió hacia el Este, haciendo escala en Acapulco. Dirigiéndose hacía la ciudad de México se enteraron que el gobierno japonés había lanzado una feroz persecución contra los monjes y el cristianismo en general. Para demostrar su buena fé, los japoneses embarcados se convirtieron al cristianismo, pero la misión del viaje estaba fracasada. De todas formas, Fray Luís Sotelo insistió en que la expedición japonesa continuara con 30 de ellos y Hasekura al mando de sus hombres. Cruzado el Atlántico los viajeros llegaron a Sevilla y la embajada japonesa marchó hacia Madrid en varios coches de caballos, acompañándoles Fray Luís.


El viaje a Madrid resultó infructuoso puesto que allí ya tenían noticia de lo sucedido en Japón y el Consejo de Indias recomendó al rey no aceptar relación alguna con los recién llegados. Siemre acompañados de Fray Luís siguieron viaje hasta Roma para pedir el amparo del Papa pero éste tampoco les dió mejor atención. A su regreso a España el rey ordenó que se dirigiesen a Sevilla y desde allí embarcasen hasta Japón pero el monje fingiéndose enfermo pasó más de un año sin que embarcasen. Finalmente en 1.617 embarcaron hacia Japón y arribaron a Filipinas, donde continuaron viaje sin el monje, que llegaría meses más tarde con un barco chino. La represión contra los cristianos continuaba y Fray Luís fue detenido y quemado vivo en 1.624. El resto de españoles que habitaban Japón fueron expulsados.


Este episodio no había caído en el olvido y a finales del siglo XIX, abiertas nuevamente las fronteras, un grupo de japoneses se interesaron por conocer el periplo de sus antecesores, pues resultó que seguían en España. No todos volvieron a Japón en 1.617. Un grupo de japoneses se escondieron en el pueblo de Coria del Río, muy cerca de Sevilla, ante el temor de que si regresaban fueran castigados por su fracaso. Todos ellos, como un solo hombre, se inscribieron en el registro civil y la iglesia de Santa María de la Estrella como cristianos, por su nombre de pila y con un apellido apellido común: "Japón". Después de más de tres siglos, en el registro bautismal de esta iglesia andaluza se cuentan más de 650 personas apellidadas así y aunque ya muy cruzados con los autóctonos, sus rasgos japoneses todavía siguen reflejándose en sus caras.