20 de febrero de 2019

2723- SIN TELE NO SOMOS NADA.

Nos quejamos de los contenidos televisivos, aburridos y repetitivos pero, ¿qué haríamos sin la basura que todas las cadenas nos ofrecen?. Todos recordamos las "batallitas" que contaron o todavía cuentan nuestros mayores... Carencias y privaciones de todo tipo, pero siempre acompañadas de sugerentes distracciones semanales que giraban alrededor de sesiones de baile, cine y todo tipo de espectáculos a precios modestos. ¿Como se puede hablar de miserias de todo tipo y acompañar a éstas de unas distracciones actualmente impensables, por inexistentes?. Bueno, pues no hay mentira ni exageración en tales aseveraciones. 

Las anteriores generaciones y muy especialmente las que vivieron su niñez y juventud en la segunda mitad del siglo XX, sufrieron en sus carnes una escasez sin límites, pero también la alegría de vivir y de escapar de tales privaciones.
Tanto en las grandes ciudades como en el más pequeño de los pueblos, los españoles apenas tenían nada que poner sobre la mesa, pero cualquier cosa era buena para llenar el estómago. Si no había carne con la que mejorar el cocido se ponían huesos, pero el cocido se hacía y se comía con alegría, de la misma manera que la tertulia con amigos y vecinos era diaria y gratuita. Lo que no se perdonaba nunca era la película del domingo por la tarde. 

En su casa cada cual sabía de sus privaciones, pero la sesión de cine en la tarde dominical era ineludible. Allí, al menos, todos éramos iguales. También los bares estaban repletos las tardes de los días festivos y las noches entre semana. Para la gente trabajadora era una forma de resarcirse del mucho trabajo y del escaso beneficio de sus quehaceres diarios.
Claro que, a finales de la década de 1950 llegó la televisión. Primero a las ciudades y después a los pueblos. Primero a los bares y después a las casas pudientes, pero en la siguiente década de 1960 los electrodomésticos lo invadieron todo y también el preciado bien de la televisión. Poco sabíamos de las consecuencias que aquella "caja tonta" iba a traer, pero se vislumbró pronto. 

Los dueños de los bares se frotaban las manos al ver multiplicada su clientela, pero en pocos años las cosas fueron cambiando. Con aparato de televisión en todas las casas, los cines empezaron a perder clientela y beneficios, para acabar cerrando las salas; primero las de los pueblos, después las de las ciudades. A los bares les ocurrió otro tanto. La gente ya no necesitaba ir al bar para distraerse pues la tenía en casa... ¡Aunque no es lo mismo, claro!. 
Hoy, en pleno siglo XXI, todos los cines de los pueblos están cerrados o desaparecidos y los bares cierran a mediodía o como mucho, si dan comidas, al finalizar éstas. En pueblos y ciudades la gente se limita a callejear durante la mañana... El pan, la frutería, etc. Por la tarde se encierra en sus casas, dejando las calles desiertas. Este comportamiento ha llegado a un punto en el que a ningún comercio le merece la pena tener abierto, siendo cada día más los que a mediodía echan el cierre. 

Naturalmente los que desempeñan trabajos de jornada partida tienen que seguir trabajando en sus fábricas o quehaceres diarios pero el comercio y los autónomos, a mediodía ya lo tienen todo hecho y los jubilados más todavía. Otra cosa es en verano, época en la que el día y especialmente los atardeceres se aprovechan más, aunque solo sea para pasear o para tomar algo en cualquier terraza, pero el resto del año... La parte dura del trabajo diario se lleva a cabo por la mañana y los que tienen cualquier tipo de negocio, también es durante la mañana cuando hacen caja. Llegados al mediodía la comida, la sobremesa, la siesta y la televisión. Todos tenemos PC y móviles con internet pero, aún así, está claro que sin TV no somos nada...

RAFAEL FABREGAT

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