Sin duda la de hoy es una entrada de ciencia-ficción, por lo difícil e inexistente de esta acción. Primero se habló del éxito potente e inesperado de ventas de roulottes y autocaravanas. Los españoles parecían dispuestos a convertir las "Vacaciones 2.020" en visita cultural del propio país, fomentando el turismo interno como una manera de evitar la exposición al virus en países extranjeros y apoyo a la industria turística nacional, ante la falta de visitantes extranjeros. Claro que nunca se pensó que esa falta de visitantes de fuera llegase a cotas tan terribles como la realidad ha demostrado. Todos creíamos que el turismo no sería de masas, como en años anteriores, pero son muchos los extranjeros que tienen segunda residencia en España y pensamos que al menos se cubrirían los ingresos habituales si los españoles nos quedábamos en nuestro país.
Sin embargo la realidad está siendo muy diferente a lo esperado. La juventud, una vez recuperada la libertad de acción, salió más eufórica que nunca y ha invadido todos los locales de ocio nocturno como si no hubiera un mañana, haciendo que el Covid-19 se reactivara hasta cotas similares a las del inicio de la pandemia. Más de 1000 casos diarios es el nuevo número de infectados y subiendo. Lo que en principio eran casos aislados por eventos y celebraciones familiares, con la llegada del verano y la apertura de discotecas, se ha convertido en botellones callejeros y cuando la policía ha intentado evitarlos, cerrando estos locales de ocio nocturno la juventud, lejos de comprender la situación y marchar a sus casas, ha trasladado esta actividad a playas, polígonos industriales y plazas haciendo que la epidemia se extienda a cotas jamás calculadas.
Eso sin contar las toneladas de suciedad que estos botellones provocan. En este momento, últimos días de Julio y primeros de Agosto, son muchos los países que han prohibido los viajes vacacionales a España o han castigado a sus ciudadanos con una cuarentena obligatoria a su regreso al país de origen. La consecuencia ha sido clara y contundente. Los hoteles están recibiendo cancelaciones día sí y otro también y serán muchos los restaurantes, chiringuitos, bares y tiendas de souvenirs que tendrán que cerrar por falta de clientes y beneficios. Se estima que también las tiendas de ciudad, como ferreterías, droguería y alimentación cerrarán en un alto porcentaje, alguna de ellas de manera definitiva. Alguno de estos negocios, sin hijos que quisieran continuarlos, estaban condenados a cerrar en pocos años pero, con esto del Covid-19 y la nula colaboración de la juventud en evitar el contagio, el cierre será inmediato y para siempre.
En Barcelona se estima que el cierre superará el 30% de los negocios. La ruina del país será descomunal, sin precedentes y de consecuencias imprevisibles. El Gobierno actual gracias a las ayudas europeas, recibidas o a recibir, parece no enterarse de la que se le viene encima pero serán muchas también las mermas a sufrir, ante impuestos inaplicables por la falta de actividad interna. ¿Ayudas sociales?. Es sin duda algo muy bonito y encomiable pero pronto se convertirá en algo imposible de realizar, ante el aumento de ciudadanos con necesidad de recibir y la falta de dinero para sufragarlo. La ruina nacional que se prevé en breve será insoslayable y la opción a recibir más ayuda internacional una utopía que no podrá ver la luz de manera permanente.
Hay que pensar que los ciudadanos de los países del norte, apenas afectados por la pandemia, no permitirán que el fruto de su trabajo haya de gastarse en fomentar la buena vida de la gente de los países del sur.
Es duro decir todo esto, pero hay que intentar comprender que es de todo punto inadmisible que, después de haber dominado la enfermedad gracias al encierro permanente de todo un país durante casi un trimestre, vengan ahora los jóvenes a ponernos a todos nuevamente en peligro, no solo física, sino también económicamente.
Sabemos que es duro y muy especialmente para esos jóvenes que están en los mejores años de su vida. Los mayores lo entendemos, pero también ellos deben comprender que están poniendo en peligro sus vidas y muy especialmente la de sus mayores. Esto no es un juego ante el que podemos rebelarnos. Es una necesidad imperiosa y por mucho que la sangre arda en sus venas, deberían comprenderlo y aguantar a la espera de que llegue la vacuna y puedan resarcirse. No hay nada que cien años dure... ¡Paciencia y a esperar mejores tiempos!. Tendrá que ser, a las buenas o a las malas... ¡No hay más remedio!.
RAFAEL FABREGAT
No hay comentarios:
Publicar un comentario