11 de agosto de 2011

0451- GASTAR LO QUE NO SE TIENE.

REEDICIÓN.

Nuestros nietos, con apenas cuatro años, ya haN aprendido aquello de ¡Viva la Pepa!.
Con ese grito proclamaban los Liberales de 1812 su adhesión a la Constitución de Cádiz. Actualmente se entiende como expresión derivada de no pasar quebraderos de cabeza, ni resignarse a ser lo que cada cual es. Estos últimos años llegamos a creer (inocentes) que todos éramos iguales. Los más ricos tenían la misma casa que ya tenían sus abuelos, el tractor que habían heredado de sus padres y un turismo utilitario modesto que les llevaba a cualquier parte. Mientras esto ocurría, gente sin otro recurso que sus manos y un jornal sin otra seguridad que la de atravesar una época boyante, se compraba una casa nueva y bien equipada y el más potente coche del mercado, cuando no algún apartamento adicional junto a la playa. 

Llegaron incluso a reírse, llamándoles fascistas, de aquellos que siempre habían tenido fama de ricos, por el simple hecho de que no habían necesitado nunca ganarse un jornal. ¿Hay acaso mayor riqueza que la de no depender de nadie?. Pero la juventud, claro está, no sabe ni quiere saber de miserias pasadas. 
Como era de esperar, los vientos han cambiado. Pero no de una forma normal y esperada, sino multiplicados por diez. Ya no son pues simples vientos de cambio, sino huracán descontrolado. Los socialistas, para que el pueblo no les lapidase, regalaron lo que tenían y lo que no, endeudando al país hasta cotas inadmisibles. Hasta tal punto llegaron en sus desmanes que ahora somos incapaces incluso de pagar los intereses de la deuda contraída. ¿Cómo es posible tanto descontrol y permisividad por parte de los gobernantes y de quienes les apoyaron a cambio de favores que todavía hundían al país a mayor profundidad?. Europa nos aconseja ahora que vendamos nuestras reservas de oro para devolver parte de la deuda y así salvarles a ellos del desastre... ¡Solo eso faltaría!. Arruinados y sin reservas, por culpa de cuatro facinerosos. A todos los niveles (estatal, europeo y mundial) mi opinión es que cada palo aguante su vela. Basta ya de acatar las sugerencias de quienes solo velan por su interés. De idiotas ya somos suficientes fuera del poder, como para que también los gobernantes caigan en ese comportamiento. 
Quien se rompe la espalda trabajando no puede compartir el fruto de su esfuerzo con el holgazán que pasa el día en el bar o por las calles. 

Tampoco la nación, que ha luchado por ganarse la vida y por contener el gasto, tiene el por qué regalar el dinero de su esfuerzo y ahorro a los países gobernados y habitados por vividores. Mi opinión es que se cierren las fronteras hasta que no se arreglen las cosas nuevamente. Los que merezcan hundirse, que se hundan. A ver si así vamos aprendiendo a ser algo más civilizados. La democracia es una forma de gobierno demasiado adelantada para que puedan ejercerla todos los países. Todos no estamos suficientemente concienciados ni preparados para vivir bajo esas normas que, al amparar nuestra libertad, debe amparar la de los demás. No es así cuando, en este momento, la justicia ampara al delincuente en lugar de proteger al honrado trabajador. El éxito de la democracia solo puede producirse si todos caminamos en la misma dirección. Y una cosa más... Antes de echar la llave a las fronteras, que manden a su casa a todo extranjero que no tenga trabajo. Naturalmente si están cobrando subsidio de "paro" que se lo manden a su país, allí les cundirá más.

No hay mal que cien años dure, ni cuerpo que lo resista. Pero, mientras tanto, todos estamos jodidos y todos no tenemos la culpa de esto. En todo caso, unos menos que otros.
La época de los "señoritos satisfechos" ha finalizado. Ni la barbarie callejera ni los aspavientos de los indignados darán solución ni fin al problema. Entre otras cosas porque ninguna de sus propuestas van encaminadas a arrimar ese hombro que tanta falta hace. Su única meta es mantenerse en la holgazanería de tiempos pasados que tardarán mucho en volver. La cuna de la civilización y del bienestar general ha reventado, como cabía esperar. La rebelión de las masas no dará solución al problema, porque ellas lo hacen con violencia y no con ganas de aportar soluciones. Solo el trabajo y el control de las fronteras lo haría con rapidez. ¡Tu me das, yo te doy!. Sin normas, no hay convivencia. La Democracia no nos ha enseñado nada nuevo, solo el camino de los derechos, pero no el de las obligaciones. La anarquía de las calles no es el camino de esa nueva prosperidad que todos deseamos que vuelva. El camino es el trabajo, el ahorro, el saber de donde viene uno y a donde puede llegar por los cauces del trabajo y del respeto a los demás.

RAFAEL FABREGAT

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