¿Se dan cuenta de cómo, al igual que todos los viejos, me voy por las ramas?. Esta entrada al Blog era para hablar de un tesoro de Jaén, pero no del aceite.
En Jaén no todo son olivares. Por su proximidad a las sedes del califato andalúz de Córdoba y Granada, Jaén tiene historia para dar y tomar y prueba de ello son los grandes castillos que alberga y que todavía miran al cielo después de ocho o diez siglos de su levantamiento y casi medio milenio de la total expulsión morisca. Es por ello que nos limitaremos a enumerar los tres mejor conservados. La propia capital provincial tiene a las afueras de la ciudad el Castillo de Santa Catalina, nombre que le fue dado por la construcción de una capilla con esta advocación, tras su reconquista por Fernando III el Santo, en 1246 y en lucha contra el rey moro Muhammad Al-Ahmar, señor de Arjona, Jaén y Porcuna. El moro entregó la ciudad y la propiedad del Castillo, declarando vasallaje a Fernando III y pactando una suma de 150.000 maravedíes anuales, así como la prestación de ayuda militar a cambio de una tregua de 20 años. Actualmente es Parador Nacional.
Mucho más antiguo es el Castillo de Burgalimar, situado en la localidad de Baños de la Encina. Es una fortaleza omeya, construida en el siglo X sobre un altozano que domina el pueblo y gran parte del término municipal. Está rodeado por una robusta muralla de catorce torres a la que hay que sumar la del Homenaje, esta última de factura cristiana. Está muy bien conservada y es por tanto la fortaleza musulmana mejor preservada del Califato de Córdoba, declarada Monumento Nacional en 1931. Siendo entrada al valle del Guadalquivir y por tanto de Andalucía, fue mandada construir por el Califa Al-Naken II, hijo de Abderraman III. Empezaron los trabajos el año 968. Tras la separación del califato de Córdoba en múltiples taifas, este castillo fue objeto de luchas moras y cristianas, siendo conquistado y recuperado en varias ocasiones. La conquista definitiva la llevó a cabo Fernando III en 1225.
Más antiguo todavía es el Castillo de la Mota, en Alcalá la Real. Se erige solamente como atalaya apenas llegados los musulmanes a la península, justamente en el año 713 y por orden de Badis Aben Habuz, capitán del ejército bereber de Táriq ibn Ziyak ,y posteriormente sultán de Granada. En 889 fue lugar donde se orquestaron las rebeliones muladíes contra el Califato de Córdoba, así como las luchas entre almorávides y reyes de Taifas.
En esa época se construyeron murallas para la protección de la ciudad y se levantó una mezquita que en 1341, tras la conquista cristiana, Alfonso XI de Castilla ordenaría su demolición y construcción de la Iglesia Mayor Abacial de Santa María que ha llegado a nuestros días, no sin antes haber sido cuartel de las tropas napoleónicas en 1810. En su retirada los franceses prendieron fuego a todo su contenido, provocando el derrumbe de la bóveda, momento en el que la Abadía se trasladó al llano, utilizándose la iglesia como cementerio municipal. Su paulatino abandono se acentuó durante la Guerra Civil Española con el impacto de varios obuses de artillería. Al finalizar la contienda se inició su restauración, no finalizada hasta finales del siglo XX para convertirla en un museo que bien merece nuestra vista.
Ya en la iglesia, los tres grandes arcos que forman la cabecera están parcialmente tapados por una gran pantalla en la que se nos ofrece un espectáculo audiovisual que nos sirve para deleitarnos con imágenes y datos históricos de todo lo que ha sido esta estructura a lo largo de sus años de existencia. Claro que antes es extremadamente interesante la visita al entramado de calles que formaron la ciudad medieval y su grandioso pasado histórico. Sus torreones, su Centro de Interpretación y los numerosos objetos arqueológicos que alberga, puesto que antes de cristiana y mora, fue mucho más atrás visigoda, romana e ibera. Todo ello y también el audiovisual, contribuyen a que marchemos de esta fortaleza satisfechos y con las ideas claras de lo que ha representado a lo largo de la Historia.
RAFAEL FABREGAT
Más antiguo todavía es el Castillo de la Mota, en Alcalá la Real. Se erige solamente como atalaya apenas llegados los musulmanes a la península, justamente en el año 713 y por orden de Badis Aben Habuz, capitán del ejército bereber de Táriq ibn Ziyak ,y posteriormente sultán de Granada. En 889 fue lugar donde se orquestaron las rebeliones muladíes contra el Califato de Córdoba, así como las luchas entre almorávides y reyes de Taifas.
En esa época se construyeron murallas para la protección de la ciudad y se levantó una mezquita que en 1341, tras la conquista cristiana, Alfonso XI de Castilla ordenaría su demolición y construcción de la Iglesia Mayor Abacial de Santa María que ha llegado a nuestros días, no sin antes haber sido cuartel de las tropas napoleónicas en 1810. En su retirada los franceses prendieron fuego a todo su contenido, provocando el derrumbe de la bóveda, momento en el que la Abadía se trasladó al llano, utilizándose la iglesia como cementerio municipal. Su paulatino abandono se acentuó durante la Guerra Civil Española con el impacto de varios obuses de artillería. Al finalizar la contienda se inició su restauración, no finalizada hasta finales del siglo XX para convertirla en un museo que bien merece nuestra vista.
Ya en la iglesia, los tres grandes arcos que forman la cabecera están parcialmente tapados por una gran pantalla en la que se nos ofrece un espectáculo audiovisual que nos sirve para deleitarnos con imágenes y datos históricos de todo lo que ha sido esta estructura a lo largo de sus años de existencia. Claro que antes es extremadamente interesante la visita al entramado de calles que formaron la ciudad medieval y su grandioso pasado histórico. Sus torreones, su Centro de Interpretación y los numerosos objetos arqueológicos que alberga, puesto que antes de cristiana y mora, fue mucho más atrás visigoda, romana e ibera. Todo ello y también el audiovisual, contribuyen a que marchemos de esta fortaleza satisfechos y con las ideas claras de lo que ha representado a lo largo de la Historia.
RAFAEL FABREGAT
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