Los Navajos fueron una de las razas amerindias más vituperadas por los europeos llegados del Viejo Mundo, que les negaron incluso su humanidad y origen divino, con el fin de robarles sus tierras y esclavizarlos. Los propios misioneros les golpearon con aquella Biblia que hablaba de amor al prójimo y a Dios, amenazándoles con la hoguera y la muerte, tratando de convertirles por la fuerza a la nueva fe de Cristo. Con estas actitudes abrieron caminos a la soldadesca y a los colonos que se lo robaron todo, hasta la propia humanidad y la fe ancestral en un Paraíso como patria universal de todos los habitantes de la Tierra. La religión de los Navajos, como la de muchos otros pueblos amerindios, hablaba de un origen subterráneo desde el que se ascendió posteriormente al lugar que ocupamos hoy en la superficie del planeta. Como el Cristo resucitado, la Pacari-tambu de los Incas o el reino hundido de Atlantis-Edén.
También los polinesios afirman haber venido de un continente hundido al que llaman Hawaiki o Sunken Grove, que significa Jardín del Edén hundido.
¿Casualidad?. Seguramente no. Las casualidades son hechos muy aislados, pero esto más bien parece tener un nexo de unión, circunstancias paralelas que se dieron en tiempos remotos. Las religiones y creencias del mundo se dividen en dos grupos, que aparentemente nada tienen que ver pero que en el fondo son una misma cosa. El primero habla de dioses o simplemente antepasados que llegan de arriba, desde el Cielo y encargados básicamente de civilizar aquellos primates que conformarán la nueva humanidad. El segundo, en el que se incluyen los pueblos amerindios y los polinesios, habla de una procedencia ubicada en las profundidades.

Cuando los Estados Unidos se anexionaron sus tierras en 1849, todas sus creencias religiosas se vinieron abajo. No estaban organizados en tribus, sino en grupos familiares independientes que no precisaban de amenazas divinas para vivir en comunidad y armonía con el medio ambiente. Como no podía ser de otra forma se rebelaron y comenzaron los asaltos a quienes les habían robado la tierra de sus ancestros. Durante la guerra civil norteamericana se hizo imprescindible desalojar la región de los Navajos y el coronel Christopher Carson fue el encargado de reunir a los indios y trasladarlos a una reserva de Nuevo México pero, viviendo de forma dispersa, a la mayoría de ellos no les llegó el mensaje. Carson se dedicó entonces a quemar los campos y las cosechas de los navajos y hasta los propios poblados. Sin casa ni comida muchos de ellos fueron rápidamente capturados.
Más de mil murieron en aquella barbarie norteamericana, otros se escondieron en el Gran Cañón, otros fueron vendidos como esclavos.
En 1864 unos 8000 navajos iniciaron su marcha de más de 500 Km. a pie hacia el exilio, vigilados de cerca por sus opresores. Tratados brutalmente, más del 10% dejaron su vida en su camino hacia Fort Sumner. Fueron tiempos de desesperación y privaciones. No había suficiente comida, ni mantas con las que cubrirse, por lo que la enfermedad estaba siempre presente entre aquellas gentes. Confinados con enemigos históricos como los apaches mescalero, las tensiones eran constantes. La sequía también ayudó al fracaso de la reserva.
Cuando pudieron regresar a su tierra cinco años después volvieron a sus nuevas formas de vida y la tribu, entonces ya más organizada, prosperó gracias a la artesanía y el comercio, convirtiéndose en la más numerosa de Norteamérica.
RAFAEL FABREGAT
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