30 de marzo de 2015

1710- LA AMAPOLA DEL OPIO.

La "adormidera"  es el nombre común de la Papaver Somniferum, o Planta del Opio. No se sabe exactamente su procedencia, pero se cultiva de forma importante en Europa, Asia, África y América. Se trata de una herbácea de la familia de las papavereceae, planta anual de gran vigor, con posibilidades de superar el metro de altura. Sus flores son blancas o rosa pálido y color violeta en el centro. En la base tiene una cápsula globosa donde esconde las semillas. Se la conoce desde tiempos remotos por los efectos alucinógenos y anestesiantes que se extraen de los frutos semimaduros y de la savia, ambos con alto contenido en alcaloides. 


Esas sustancias son usadas en la industria farmacéutica para la fabricación del opio y su transformación en morfina y codeína. Sin embargo las semillas secas no tienen ninguna contraindicación y en los países del este de Europa se usan frecuentemente en cocina y en panadería, así como para la alimentación de pájaros. Debido al uso inadecuado de las amapolas, para su conversión en drogas alucinógenas, su cultivo está muy restringido y solo pueden llevarlo a cabo agricultores autorizados, lo cual no impide que una importante cantidad de producto sea de cultivos ilegales. El 90% de su cultivo ilegal se concentra en Alganistán y Birmania.


Ante la imposibilidad de controlar la producción ilegal, se está experimentando con variedades de concentración de alcaloides mucho más baja para usos psicoactivos, al tiempo que el opio afgano se pueda destinar en su totalidad para la producción de medicinas esenciales como la morfina. Con el nombre de "amapola para medicamentos", se pretende que esta variedad se destine exclusivamente para fines médicos y que sea la de efectos menos perniciosos la destinada a placeres más estimulantes y mundanos. Con 300.000 millones de dólares anuales, el tráfico de drogas es el mayor negocio del mundo y su erradicación se sabe imposible. Si al menos pudieran minimizarse sus efectos nocivos...


Ya en tiempos tan lejanos como los de la civilización asiria se conocían los efectos del opio y se usaban en determinadas situaciones. Curiosamente apenas hace un siglo que se llevó a cabo la prohibición de su uso, como también se hizo con el alcohol y ahora se hace con el tabaco. Sin embargo siendo estas dos sustancias las que más muertes provocan, son perfectamente legales, aceptadas por la sociedad y reguladas por la Administración Pública. Por contra, el opio y sus derivados jamás volvieron a permitirse como potenciador del placer y solo como uso medicinal, porque tan potente veneno es también remedio de numerosas enfermedades y muy especialmente por su acción analgésica.


Como todos sabemos la drogadicción es la dependencia de sustancias químicas que afectan al sistema nervioso central y que, al alterar las funciones cerebrales, cambian la percepción, el comportamiento y las emociones. Sus efectos son diferentes según el tipo de droga, la dosis y la frecuencia de consumo. El efecto más común es la sensación placentera y la euforia, seguida de un desplome emocional cuando no se consigue la dosis. Lo más pernicioso es que el usuario necesita incrementar la dosis para alcanzar los efectos iniciales, lo cual provoca la dependencia y con ella la necesidad de consumir más para evitar la desagradable sensación de la abstinencia. Mejor no entrar en ese juego...

RAFAEL FABREGAT

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