19 de noviembre de 2010

0204- DESTINO, MARRUECOS.

Bien amigos, el tema no es fácil para mí. No es fácil porque mis ideas sobre este país y sus habitantes son muy contradictorias. Tengo experiencias maravillosas del país y de sus gentes, pero también muy negativas. Está demostrado que "de todo hay en la viña del Señor" y, como es natural, si uno sale de casa (y algunas veces sin salir) encuentra de todo. Aún así, mi viaje a Marruecos fue quizás uno de los más gratificantes que, tanto mi mujer como yo mismo, hemos realizado y así lo comentamos en alguna que otra ocasión. Quiere decirse, que nada tiene que ver una cosa con la otra, a pesar de que justamente en dicho viaje sufrimos el episodio más extraño acontecido en viaje alguno. No fue un viaje de grandes aventuras ni de nivel especial alguno pero las circunstancias, a veces...

Un día, caminando por Castellón en habitual día de compras, pasamos por delante de una agencia de viajes y nos quedamos mirando en el escaparate las diferentes opciones que la agencia ofrecía. Caribe, París, Italia, Marruecos, Atenas, Moscú...
En ningún momento nos habíamos planteado hacer viaje alguno. Fue simple curiosidad y exceso de tiempo en aquella mañana de finales del mes de Septiembre.
- Entremos a preguntar -le dije a mi mujer.
- ¿Para qué, si no hemos de viajar? -me dijo ella sorprendida.
- ¿Quien sabe? -respondí en tono misterioso.
Ante nuestra inseguridad para plantear un posible destino, la empleada, amable y explícita nos preguntó por nuestras preferencias y nos orientó en lo que podría ser un interesante viaje de corta duración (8 días) y presupuesto asequible.

Por la curiosidad de tener dos empleados marroquíes en nuestro taller artesanal de confección de escobas, que contínuamente nos hablaban de aquellas tierras, decidimos profundizar en la hipotética idea de visitar Marruecos y a partir de ese momento la vendedora se volcó en todas las diferentes formas de hacer el viaje. Ante mi deseo de no subirme a un avión, nos presentó un viaje combinado (tren, barco, autocar) y la curiosidad inicial fue convirtiéndose en una planificación en toda regla y en la contratación posterior que se ratificaría al día siguiente. Había una última decisión que tomar, que eran las diferentes opciones y categorías de los hoteles en los que pernoctar, pero ese tema lo tuvimos claro desde el primer momento. Veinte años atrás Marruecos no era un destino importante para los españoles y tampoco el país estaba demasiado preparado turísticamente, por lo que decidimos contratar la máxima categoría de hoteles que la agencia ofrecía. Sin duda acertamos.

El viaje, a realizar quince días después puesto que carecíamos de pasaporte, tocaba todos los palos a excepción del avión y empezaba (para nosotros) llegando con nuestro coche hasta Castellón, donde cogeríamos tren hasta Málaga, punto de inicio del viaje. Allí en el mismo hotel desde el que empezaría la aventura, en autocar con destino Algeciras, habíamos pedido a la misma agencia que nos reservara habitación. A la mañana siguiente y tras el correspondiente desayuno, el autocar estaba esperando a la puerta del hotel. Los viajeros, componentes todos del viaje a Marruecos y que habían llegado hasta allí por diferentes medios, nos acomodamos y emprendimos la marcha. Todo cronometrado, como suele suceder en este tipo de viajes, tras una breve espera, autocar y viajeros subimos al barco que nos llevaría hasta Tánger antes del mediodía. Tras el paso de aduana, el vehículo siguió viaje, en un primer día mucho más duro de lo esperado.

Tras comer en Chefchaouen y pasar por Ouazzane seguimos viaje hasta Fez, donde llegamos con la noche totalmente cerrada, pero valió la pena...
El hotel era de ensueño (SOFITEL FÈS PALAIS JAMAÏ*****) con diferencia el mejor del viaje y uno de los mejores en los que hemos pernoctado en nuestras experiencias viajeras. Aquello no era un hotel, sino un auténtico palacio de las "mil y una noches", en el que las habitaciones eran de un lujo exquisito y los baños 100% (paredes, piso y techo) en auténtico mármol blanco de Carrara y grifería dorada. Era tarde y nos dijeron que no era aconsejable una salida nocturna por lo que, tras la cena y cansados también de un largo viaje de más de 500 Km., no siempre por buenas carreteras, ya no salimos del hotel.
A la mañana siguiente y tras un espectacular desayuno bufé, cambiamos moneda en el mismo hotel y marchamos a visitar los lugares de mayor interés en la Medina de Fez.
Los viajeros que habían visitado otras ciudades de estas características, coincidieron en que la medina y zoco de Fez era el más espectacular, no de Marruecos sino de todo el mundo musulmán, muy especialmente por mantener la esencia ancestral de las antiguas costumbres y oficios.

Compradores y vendedores discutían precios y calidades a la vez que los pequeños burros acarreaban mercancía por las estrechas callejas, algunas inferiores a un metro de anchura. Sin apenas turistas, nos daba la impresión de haber viajado en el tiempo a siglos anteriores. Como no podía ser de otra manera, visitamos algunas mezquitas aunque no en todas era permitido el acceso a los no musulmanes; escuelas coránicas, en las que el "maestro" atizaba sendos varazos a los niños que no prestaban atención a sus enseñanzas; talleres artesanales de alfombras, de decenas de miles de nudos cuidadosamente atados a mano; caldereros, cerámica, forja y, como no, el típico barrio de curtidores y la preparación y teñido de las pieles, que no todos pueden soportar por el intenso olor a podredumbre que emana del lugar. Compras en las diferentes tiendas del zoco y regreso al hotel.

Este día en Fez se completó por la tarde con la excursión a Meknes para visitar la mezquita-mausoleo de Moulay Ismail, segundo sultán de la dinastía alauíta, muy ilustrado pero uno de los más crueles y tiránicos de la historia del Magreb. Durante su reinado la capital de Marruecos (Fez) fue trasladada a Meknes. Amigo de Luis XIV de Francia, déspota como él, quiso casarse con la hija de éste pero Anne Maríe de Borbón se negó. Mouley Ismail murió cerca de los noventa años y con 867 hijos se considera el padre con mayor número de hijos jamás conocido (525 hijos y 342 hijas) aunque se ignora el número de mujeres con las que alcanzó esa descendencia. Descansa junto a una veintena de relojes de pared, regalo de su amigo Luis XIV.
El monumento no es religioso, por lo que se permite la entrada a los turistas sin problema alguno. Se prohibe, eso sí, hacer fotos en el interior, aunque se dice que es frecuente el poder hacerlas mediante una propina a los vigilantes.

Finalizada la visita a Meknes regresamos a Fez para, a modo de despedida, integrarnos un rato más en el sorprendente ambiente que, justamente al atardecer, multiplica la presencia de visitantes autóctonos. Nuevamente el hotel Sofitel Fes Palais, construido dentro de bellos jardines palaciegos, nos acoge en esa segunda y última noche en Fez.
El día siguiente es también un día duro de autocar. Nada menos que 520 Km. es la distancia que nos separa de Marrakech, nuestra siguiente cita. Sin embargo el desértico paisaje que nos acompaña durante muchos kilómetros del trayecto no es aburrido para los viajeros que sabemos ver la novedad en cualquier mata o piedra del camino. Aldeas de adobe, simple barro sobre el que descansan rudimentarios troncos de árboles torcidos, cubiertos de paja reseca por el duro sol.

En las proximidades de la carretera, viejos decrépitos acompañan media docena de ovejas que ramonean barbechos de cultivos abandonados muchos años atrás. Otros, mirando al Este, están postrados en el duro suelo cumpliendo los obligados rezos del Corán mientras el burro cargado de leña espera a que su dueño finalice sus obligaciones con Alá.
Es casi mediodía cuando llegamos a Beni-Mellal; a la entrada de la ciudad varias mujeres lavan la ropa en el río, sobre las duras piedras. Paramos a comer en restaurante ya concertado por las agencias de viaje, que nos sirve una comida que resulta económica pero intragable por su elevada cantidad de comino.
Salimos posteriormente en dirección a Marrakech. El paisaje poco a poco va cambiando y las semidesérticas zonas próximas al Atlas de Beni-Mellal van allanándose y convirtiéndose en cultivos de diferentes productos, algunos nuevos para nosotros.

Es ya el final de la tarde cuando divisamos el grandioso palmeral que rodea Marrakech. Nos acomodamos en el Hotel Atlas Asni**** y salimos a dar una vuelta por la Medina próxima. Cientos, miles de tenderetes invaden la Plaza Djemaa el Fna en un ambiente impresionante.
Los encantadores de serpientes hacen danzar cobras impresionantes al son de sus flautas mientras cientos de curiosos se agolpan alrededor de un círculo. A la llegada al hotel nos proponen la cena del popular restaurante-espectáculo del Chez Alí. A pesar de estar cansados del viaje, aceptó la casi totalidad de los viajeros y la experiencia fue muy interesante.
Excelente cena al aire libre, bajo jaimas ricamente engalanadas, consistente en una sopa marroquí (Harira), cuscús de pollo al curry, cordero asado y frutas con dulces elaborados con almendras y miel, todo acompañado de excelentes vinos.

Los comensales, más de 500 personas de diferentes agencias, en varias jaimas y alrededor de un grandioso recinto de tierra donde se desarrollan espectáculos de música y danzas orientales, así como acrobacias de caballos y guerreros bereberes que sincronizan sus disparos. El espectáculo finaliza con un gran desfile de todos los participantes y espectaculares fuegos artificiales.
A la mañana siguiente y tras el tradicional desayuno-bufé vamos a visitar la medina. El inmenso número de palacios y monumentos nos ocupa toda la mañana; la tarde se nos antoja corta visitando el abarrotado zoco, los diferentes talleres de alfombras, marroquinería, filigrana de plata y el ambiente de la Plaza Djmaa-el-Fna. Muy próximos a esta plaza preguntamos en una tienda de alfombras si tienen taller de manufactura para visitar y nos dicen que sí, pero era mentira. Nos hacen pasar a una sala de exposición en el piso superior repleta de alfombras de todos los colores y tamaños, aclarándoles nosotros que no queremos comprar y que nuestro único interés era visitar un taller artesanal de confección.

Ellos hacen caso omiso a nuestras palabras y empiezan a desplegar gran cantidad de alfombras ante nuestros ojos, nos invitan a un té que en principio rehusamos, pero de inmediato vemos que la cortesía obliga a tomar. Toman a mal nuestro desinterés por sus artículos, pero nosotros nunca tuvimos intención de comprar ese día una alfombra y nos levantamos para marchar. Llaman a voces a otros y casi una docena de moros nos acorralan intentando forzar la compra. Es más, nos impiden la salida y la presión sube de tono hasta el punto de llevar yo a mi mujer hacia la escalera para que abandone la estancia y marche a la calle quedando yo de rehén, pero no es necesario. Llegados a ese punto y tras más de media hora de presiones, ven que la venta es imposible y nos permiten marchar diciéndonos (en su idioma) de todo... Finaliza la tarde, segunda en Marrakech, grandiosa ciudad que queda en nuestro recuerdo con la nota negativa del ¿secuestro? motivado por nuestra desmedida curiosidad.

A la mañana siguiente nos dirigimos a Casablanca; solo son 225 Km. pero, en una época en que las autopistas no existían en Marruecos, el viaje nos lleva casi toda la mañana. De todas formas, tratándose principalmente de la capital económica de Marruecos, la estancia es todo lo breve que permite la completa visita de la Gran mezquita de Hassán II, junto al Atlántico y la segunda más grande del mundo, tras la de Masjid-al-Haram, en la Meca. Hubo de crearse un nuevo impuesto para poder atender el gasto de semejante obra.
Con más de 5.000.000 de habitantes es la ciudad más grande de Marruecos y capital económica, pero carece de puntos de interés que sean llamativos para el turismo que busca el tipismo de antiguas costumbres y comercio tradicional. Tras la visita a la mezquiza seguimos pues camino a Rabat, capital del país y último destino turístico de interés. El hotel, del que no recuerdo su nombre, hacía escaso honor a las cuatro estrellas que lucía y es que Marruecos, o vas a hoteles de lujo o se te comen las cucarachas. Si alguien tiene dudas sobre esta cuestión, que pregunte a gente que haya optado por hoteles de 3 estrellas, que ya se lo aclararán.

A la mañana siguiente visitamos el Palacio Real y Mausoleo de Mohamed V con sus hijos Hassán II y Abdalláh al exterior de la explanada de Yacoup al-Mansour, sultán que inició en 1.195 la obra de una mezquita adyacente y que no pudo terminar por fallecer cuatro años después. Quedó inconclusa la torre del minarete que, previsto de 86 m. de altura tiene ahora 44 m.
De las 400 columnas que sostenían el techo de la mezquita, apenas queda el esbozo de unas 200 y no hay prácticamente rastro de las paredes exteriores.
Con los años el abandono de las obras provocó el saqueo de los habitantes de Rabat, destrucción que se completó con el llamado terremoto de Lisboa en 1.775. Actualmente solo queda en pie la torre inacabada de Hassán y parte de las columnas en una explanada de 2.660 m2. y en un rincón de la misma, el mausoleo de Mohamed V. Dicho mausoleo está permanentemente vigilado exteriormente por la caballería marroquí y guardias apostados en las cuatro esquinas interiores del mausoleo velan a los difuntos. Así mismo en el sótano, donde se encuentran las tumbas, un relevo de imanes reza el Corán las veinticuatro horas del día.

Finalizada la visita salimos de Rabat con dirección a Tánger que dista 280 Km. Ya viajando junto a la costa atlántica paramos a comer en un pueblo de pescadores y cada viajero eligió restaurante de su gusto y precio, a base de pescado fresco y marisco. ¡Cuanto lo añorábamos!. Tras la comida solo hubo una parada más, junto a la misma carretera, donde adquirir algún souvenir para la familia. Cerámicas y rosas del desierto de todos los precios y tamaños. Yo elijo la más grande pero no estoy dispuesto a pagar el precio que me piden. Siendo imposible el acuerdo me subo al autocar con los compañeros de viaje y el vendedor me entrega por la ventana la pieza a cambio del importe por mí ofertado. Me sentí mal, pero el precio pedido fue abusivo.
Nos espera Tánger, última parada en tierras marroquíes, donde llegamos al atardecer. Allí está el último hotel del viaje. Una calidad media aceptable y una cena floja a la que no acudimos.

Preferimos salir a dar una vuelta para mover las piernas y hacer las últimas compras. No eran horas para buscar mercadillos, por lo que optamos por visitar una de las calles comerciales más importantes donde tomar un bocado y el último té. Estábamos cansados y no muy tarde regresamos al hotel. A la mañana siguiente Aduana y embarque hacia Málaga, lugar de inicio oficial del viaje y donde cada cual tenía previsto diferente sistema de regreso a su lugar de origen. Nosotros, tal como ya hicimos al comienzo del mismo, cogimos el tren que nos llevaría a Castellón y aquella misma noche ya dormimos en nuestra casa.
Siempre es interesante conocer otros mundos y otras formas de vida, cosas nuevas. Además que, para darse uno cuenta de lo bien que se está en casa... ¡Hay que viajar!.

RAFAEL FABREGAT

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