26 de junio de 2017

2442- EL FARAÓN RAMSÉS II.

Este es un recordatorio de la historia de este famoso faraón de Egipto. RAMSÉS II, un gran estratega que gobernó durante 66 años, uno de los más logevos de la época. (1279-1213 a.C.) Gran constructor, ha pasado a la Historia por los numerosos vestigios que perduran de su amplio y floreciente reinado. Nació el año 1300 a.C. y murió en 1213 a.C.,, siendo enterrado en la tumba KV7 del Valle de los Reyes. Hijo de Seti I y de Tuya, su Gran Esposa Real, pertenece a la XIX Dinastía de Egipto. Como buen descendiente de generales, vivió desde muy pequeño el ambiente castrense y su padre, el faraón Seti I, lo nombró corregente con solo 14 años de edad. Recibió instrucción por parte de los más afamados maestros en artes y ciencias, siendo entrenado intensivamente para las armas por parte del mismo faraón. Según rezan algunas inscripciones a los dieciséis años, ya casado y con cuatro hijos, Ramsés II tenía autoridad sobre una buena parte del ejército y era visto como líder. 

Durante sus años de corregente el país no vivió problemas militares, motivo por el cual se dedicó a sustituir a su padre en la supervisión de las canteras y posteriores trabajos de construcción de templos. Gran estratega, Ramsés II acompañó a su padre en múltiples batallas. Ya como comandante invadió el Reino de Kush (Nubia) pero hubo de abandonar la lucha al llegarle noticias de la muerte de su padre el faraón. Ramsés II volvió inmediatamente a Egipto y allí, junto a su madre Tuya y como nuevo faraón, presidió las ceremonias fúnebres de Seti I en la necrópolis de Tebas. Según describe la Estela de Tanis, algún tiempo después piratas Shirdanos de los Pueblos del Mar, atacaron el delta del Nilo pensando en la posible debilidad del nuevo faraón, pero fueron vencidos por las tropas de Ramsés II y los supervivientes reclutados como soldados al servicio de las tropas egipcias. De hecho estos shirdanos se mencionan en el Poema de Pentaur como miembros del ejército egipcio.

En esa misma opinión de debilidad, con respecto a su poderoso padre Seti I, los Hihitas ocuparon las tierras de Siria tradicionalmente pertenecientes a Egipto, pero perdidas en tiempos de Akenatón. La primera expedición de Ramsés II hacia esas tierras logró pacificar a Canaán, como paso previo a la reconquista de Siria. Desde allí marchó a Siria donde se llevaría a cabo la célebre Batalla de Qadesh, donde se enfrentaría contra los ejércitos aliados sirio-hihitas capitaneados por Muwatalli II. Haciendo caso omiso a los consejos de sus generales, las tropas de Ramsés II atacaron pero fueron gravemente diezmadas y acabaron huyendo del campo de batalla. Aún así los historiadores egipcios cuentan que, guiado por Amón, el faraón siguió la lucha con un puñado de soldados de élite y la batalla quedó en tablas, sin poder acceder a la ciudad atacada. Tras esta batalla frustrada, ambos mandatarios se dieron una tregua y Ramsés II volvió a Egipto prosiguiendo sus trabajos de construcción, mucho más agradecidos. 

No abandonó sin embargo la lucha ya que, a la muerte de Muwatalli y conocedor de la lucha por el poder entre sus hijos, aprovechó para dominar la zona. Los enfrentamientos continuaron hasta la llegada al trono de Hattusili III, momento en el que ambos reyes firmaron la paz con el Tratado de Qadesh, cuando ya Ramsés II llevaba 25 años como faraón de Egipto. Tiempo después llevó a cabo diferentes incursiones en Libia, estableciendo varias colonias de carácter defensivo desde Racotis (Alejandría) hasta El Alamein. Durante su reinado Egipto conoció su mayor esplendor y trasladó la corte a Menfis para posteriormente llevarla a Pi-Ramsés, junto al Delta. Su alejamiento de la antigua Tebas hizo que la aristocracia perdiera influencia, con respecto al ejército, aunque sin rebajar el poder del sumo sacerdote de Amón. Dominado el poder de los reinos vecinos, Ramsés II se dedicó en cuerpo y en alma a lo que más le gustaba: la construcción de grandes templos, así como la remodelación de otros construidos por anteriores mandatarios e incluso los de sus propio padre Setis I. 

Creyéndose descendiente del dios Amón-Ra construyó estátuas y templos enteros dedicados a su persona. También en el Valle de los Reyes construyó el Templo de Ramesseum, destinado a ser su tumba. Sin embargo su construcción más importante fue su nueva capital Pi-Ramsés Aa-Najtu (La ciudad de Ramsés). A pesar de su largo reinado de 66 años, todas las estatuas reflejan sus años de juventud. También su momia es la mejor conservada. Ramsés II es tachado de lascivo y mujeriego. Aunque la bella Nefertari fue su principal y Gran Esposa Real, hay datos de decenas de reinas y decenas de esposas y concubinas, con cientos de hijos e hijas de este faraón. Creyéndose hijo de dios y por encima de todos los hombres, Ramsés II no hizo nada por ocultar este hecho e incluso llegó a confeccionar una lista de mujeres y descendientes, con el diseño de una enorme tumba en el Valle de los Reyes donde ubicar a buen número de ellos. Este hipogeo, conocido como KV5, se ignora cuantos secretos puede albergar todavía pues no ha sido excavado en su totalidad.

A pesar de todo esto, Nefertari fue siempre el principal amor de Ramsés II, motivo por el cual le dedicó el segundo Templo de Abu Simbel, en la imagen de la diosa Athor y cuya imagen de la reina tiene, por primera vez en la historia de Egipto, el mismo tamaño que la del rey. 
Desgraciadamente Nefertari no pudo verlo terminado pues murió a los 26 años de su reinado. Le siguieron seis reinas más, una hermana o hija de Nefertari, una hija del hihita Hattusili III como prenda de paz y cuatro hijas suyas con diferentes esposas. El incesto real era muy frecuente en aquellos tiempos. A fin de mantener el linaje y el poder, las hijas iban sustituyendo a las madres en todos los órdenes sociales y políticos, así como en el corazón del emperador. Ramsés II murió a los 87 años de edad, después de haber enterrado a muchos de sus descendientes. Su momia, descubierta en 1881, es la un hombre viejo, muy alto, de cara alargada y nariz prominente. Seguramente el último gran faraón de Egipto pues los contínuos conflictos ya no permitieron un periodo tan largo de paz y esplendor.

RAFAEL FABREGAT

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